Encerrada en el paisaje de mí, miro las calles pasar, primero como un fantasma, luego como una alcantarilla. Nada es más grave que los pies pisando mi sombra. Busco recovecos imparciales, que no puedan delatar mi estancia, o mi deshábito, mi reclusión y esta bella cobardía de temblar siendo nadie, nada. Un poco a veces, y continúo andando por traveseras y murallas. Es verdad. La voz nace de mi cuerpo y el aire rebota frío sobre mi nariz, que se esconde. Basta. No quiero más. Hace tiempo que he dejado de caer y levantarme, ahora sólo me sostengo y hay una cuerda invisible que nos separa. ¿O es que acaso debería unirnos? ¿Qué dices? No te oigo.
Hoy mi nombre se suicidará en la plaza de gobierno para que todas mis ciudades fantasmas asciendan al sol, cuando la luna penda de las hilachas. Me veré deshecha sobre todos los recuerdos, y dejaré de fingir. Y te diré quién soy de una vez por todas. Y te diré quién soy....
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