Foto: www.madridactual.es |
Acabo
de abrir el buzón.
Anoche
te vi por la ventana. Salías en coche con un grupo de gente,
arreglada, supongo que a pasar la noche en uno de esos locales
que tanto te gustan, donde puedes parecer la más linda, aunque
bueno, para eso no necesitas demasiado. Yo en cambio pienso en otras
cosas. Llevo un mes dándole vueltas a todo lo que hemos hablado
desde que tú tenías nueve años y yo siete, cuando nos conocimos en
la verja que separa tu casa de la mía. Sobre todo, en lo que
hablamos ese verano, ¿lo recuerdas?... Esa tarde en la que fumábamos
a escondidas. Esa tarde prometimos tú y yo envejecer juntas. Comprar
una casita en un barrio del sur cuando todos los que conociéramos se
hubiesen marchado, en fin, ya sabes de lo que hablo, y tomar té
hablando de los nietos de las vecinas que ya tienen todos novias y
visten con ropas que nosotras jamás jamás hubiésemos utilizado
(sic). Seríamos viejas entrañables de esas que nos encantan, de
esas que no cuentan historias a cualquiera, sólo a
quienes tienen los oídos bien abiertos y saben beber un trago como
un hombre fuerte. Fumaríamos gauloises —sólo
para hacernos las interesantes— y
vestiríamos de flores y con pamelas, como si no nos importara.
Te
dije ese día, cualquier día que fuese: “La única forma en
la que concibo ser vieja es a tu lado”, y tú me diste un abrazo.
No
sé, cuando me pongo triste pienso mucho en ti, sobre todo cuando
pienso que nunca he vuelto a tener una amistad como la tuya, por
mucho que me pese no sólo decirlo, sino saberlo cierto. No, no
quiero estar arrugada y sola en un residencial de Costa del Silencio
sin tener a nadie con quien ir al karaoke a cantar mal “When I’m
64″.
Acabo
de leer tu carta. No hay nada que podamos decirnos ahora. Curioso,
nos caímos con las torres… Así que ahora, sólo pienso que esa
terraza futura estará llena de silencios y yo tomaré un
té sin un toquito de coñac, ya no fumaré y pensaré con
insistencia en lo que pudo haber sido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario