“Yo leo para recibir puñetazos en el cráneo y aturdirme los sentidos”
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Emerio Medina |
»—Mi nombre es Andrés Martínez. Vine a leer sus manuscritos. Antonio Alba me habló de usted.
»Yo encogí los hombros y él retrocedió un paso.
»—No me diga que no conoce a Antonio Alba.
»Media ciudad lo conocía. Medio país, quizá. Seis meses atrás asistí a la presentación de un libro suyo en la Unión de Escritores. Después de la conferencia me senté bajo los ficus del jardín y hundí los ojos en un vaso de ron. Cuando levanté la mirada Antonio Alba estaba junto a mi mesa. Pidió permiso, se sentó a beber una gaseosa y no hablamos. ¿No hablamos? ¿De verdad no hablamos? Bien, él hablo. Algo dijo. Algo preguntó. No pude recordar qué. No era importante. Pero la mención de un autor tan conocido sirvió para que el extraño entrara a mi casa.
»—No hay muchos como yo —se aflojó la corbata, apoyó los codos en los brazos del butacón y adelantó la cara—. Mucha gente ha creído ver en esto su oportunidad de hacer dinero. Yo busco otra cosa. De hecho, no cobro por leer manuscritos. No podría cobrarle nada a usted.
»Un lector experto debe ser visto como una gran oportunidad. Pero podía ser un falso agente literario, un plagiario, un estafador, un ladrón. Pregunté por qué deseaba leer mis manuscritos.»