Finalista del II Concurso Litteratura de Relato
Mis
jornadas laborales solían prolongarse hasta la noche. A menudo acababa tan
tarde que no valía la pena volver a casa, y me quedaba a dormir en el despacho.
Al principio mi esposa lo entendía; con el tiempo, empezó a quejarse de la
frecuencia con la que mi trabajo me
separaba de ella. Yo le decía que no era culpa mía, que siempre quedaba algo
por hacer. Pero ella seguía quejándose; de eso, y de todo. Llegó un momento en
el que me alegraba de tener que dormir allí, lejos de mi casa. Y creía que yo
era el único que lo hacía, pero en una ocasión encontré allí a mi jefe.
Aquella noche llovía con tanta fuerza que las calles estaban desiertas. Era una
de esas noches en las que cuando uno camina por la ciudad tiene la sensación de
que en cada casa hay alguien ahorcándose.
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Foto: Gran Cañón del Colorado (www.disfrutalasvegas.com) |