viernes, 21 de enero de 2022

Civilización y venganza......Marcelo Galliano*

Segundo Premio (ex aequo) del IV Concurso Litteratura de Relato

Foto: www.curiosidadescuriosas.com
Será así nomás, como dice Liliana, que uno porta los colmillos y las garras sin darse cuenta, con ese aire tan racional de la corbata, de la nariz royendo libracos en la calle Corrientes, del Gancia de las seis, siempre con hielo y en penumbras, y con un autor latinoamericano por empezar.
Así es como todo pasa, según ella, y uno pierde… Qué sé yo lo que dice que uno pierde, pero está bien segura de que uno lo pierde.
A veces le pregunto si le molesta que sea el mismo, con esas manías íntimas, con el café de la sobremesa, mis discos, mis lecturas. Es entonces cuando me intriga, cuando me chista suavemente porque la nena sigue convaleciente, cuando junta mis labios con dos dedos como maleando una arcilla tibia, cuando me dice que en realidad no soy el mismo… Casi siempre me adormezco feliz de sus ocurrencias, de su percepción minuciosa. He llegado a sentir que puede diferenciar y nominar cada gota de lluvia, reconocer los diferentes ángulos de abertura de una rosa minuto a minuto. He llegado a temerle, tal vez no a ella, pero sí a su forma de escrutarme, a su manera de descifrar mis cambios, de añorar las irrecuperables virtudes que yo no termino de anotar como perdidas. Tantas otras veces, también, me he empecinado en demostrarle lo contrario. Casi lo logro aquel abril… 
 

No olvidaré aquella cabaña que elegimos para rasgarnos el sayo que Buenos Aires nos ponía día a día. El perfume que nos inundaba, esa falsa sensación de haber quebrado la continuidad del aliento agitado del ruido, ese follaje desnudo ante nuestros ojos siempre vestidos, la intimidad de esa lejanía… donde decir taza era escuchar la palabra taza, donde abrir la puerta era oír la madera carraspeando.

Sé que llegamos a pensar que la irracionalidad de lo simple nos invadía, que una vida sin bosquejo previo se nos ofrecía con la piel en celo; casi nos convencemos esa noche en que nos mordimos los labios en la oscuridad de las estrellas encendidas, en que nos buscamos sin el reparo del horario, del almanaque, de las cuentas por saldar. Luego, un amanecer por las hendijas, ella entre mis brazos, un río claro que aún ciego de almohada no pensaba buscar, una brisa intrusa y un silencio. Sí, un silencio…, cuando el sol ya debía haber perturbado a… ¿la nena? Sí, sí, está bien… está en… No, no está en su cama…  
No guarda mi memoria la forma en que salí. Veo, en cambio, aún hoy, la escena aquella: el alba rojiza, los árboles mudos… y la chiquita gateando delante del tigre…
Cuando Liliana, aún semidesnuda, apareció a mi lado y observó lo que pasaba, sólo atiné a amordazarle la boca con mis dedos; fue un segundo… menos, en el cual mis manos volaron a su rostro, imposibilitándole gritar.    
Sabía que un veredicto de muerte pendía sobre mi hija y que sería consumado al mínimo susurro. Transpiré, mi aliento se quebró mientras seguía milímetro a milímetro los movimientos del felino y de mi chiquita.     
Mi mujer vibraba, yo también, comencé a sentir frío, a medir cada rodeo del animal, a escuchar en mis sienes cada paso de la bestia como una pulsación lenta, una especie de timbal amplificado que latía en mi cabeza, como si un reloj sideral marcara los rallentados segundos de una sentencia eternamente dilatada.
Caminó, observó, olió… En un instante fatal sentí que su cabeza se acercaba a la frente de mi criatura. Mis yemas húmedas resbalaron del rostro de Liliana y su lengua –acaso también involuntariamente asesina– lanzó un grito que el animal respondió con un fatal movimiento de su garra, con el que cercenó una mejilla de la nena, deshebrándola como un papel mojado.
Veo la sangre, sí, la veo, aún siento el olor, los alaridos desesperados de mi mujer corriendo a ensuciarse de ese rojo espeso, a tomar a esa muñeca rota entre sus palmas buscando una explicación, y el animal, quizá tan inocente como todos, huyendo ante el griterío.
Aún rememoro, en mis brazos, el peso del arma que tomé todavía entre llantos sin repuestas. Mi hija agonizaba, y mi esposa tironeaba de mi camisa rogándome que no fuera. No la escuché, no reparé en sus súplicas. Escopeta en mano salí a buscarlo, acaso con la falaz excusa de evitar otra muerte, ese argumento que, cegado de odio, ni yo mismo creí.
Caminé sin rumbo, olfateando la nada como un asesino patológico dispuesto a fagocitar su víctima, adivinando pisadas, intuyendo aromas perdidos entre arbustos. 
Temblé al verlo. Advirtió mi presencia y se alejó unos pasos de la cría que parecía cuidar con esmero, acaso adivinando mi intención de arreglar cuentas, y el peligro que aquello implicaba para su hijito. 
Lo vi acercarse ofreciéndome su vida, me afirmé, apreté las muelas hasta sentirlas pulverizarse en mi paladar…
           Ya en la mira, giré imprevistamente, y en una venganza que aún me enorgullece, apunté al cachorro... y se lo asesiné delante de sus ojos. 


Marcelo Galliano
* Nació en 1971 en Buenos Aires. Es poeta, cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista, guionista, músico y periodista. Como instrumentista ha grabado cuatro discos, convirtiéndose en 1997 en el guitarrista más joven de la historia en dar un concierto en la Sala Grande del Teatro Colón, y ha ganado el Premio Gardel al mejor Álbum de música clásica 2002. Es el creador del Festival Internacional de Guitarra Ciudad de Buenos Aires, realizado en el Teatro Presidente Alvear, y ha conducido seis ciclos radiales en Radio Clásica, Radio Nacional, FM Premium y Radio Amadeus. Es el autor de la Serie Inspector Manarino, una colección de policiales breves de la que ya se han editado 8 volúmenes, con gran repercusión en Amazon. Ha estrenado las obras teatrales: Diálogo entre Borges y Cervantes (Buenos Aires, Premio Conquistémonos, Bicentenario 2010 de Argentores), Sangre nuestra (Buenos Aires, 2017), Treinta gramos (Festival Nacional de Teatro de Humor La Pampa, 2017), Sueño americano (Miami y Bogotá, 2018), Idiota útil (Buenos Aires, 2018), El otro (Buenos Aires, 2018, Premio Contar 5 de la Asociación de Empresarios Teatrales y Musicales de Argentina), El Encargo (Buenos Aires, 2019), De donde no se sale (Guadalajara, México, 2019), El mundo en mi cabeza (Musical infantil) (Buenos Aires, 2019), Cuarteto de Borodin (Buenos Aires, 2019), Los pobres diablos (Buenos Aires, 2019) y Ojos que no ven (Buenos Aires, 2020). Como escritor ha ganado más de sesenta premios nacionales e internacionales, entre los que se encuentran el Certamen de cuentos Buenos Aires en Red (2006), Primer Premio de Poesía de Baños de Montemayor (2006), el Certamen de Cuentos del Círculo de escritores de Viña del Mar (Chile, 2007), la Rosa de Plata en los Juegos Florales de San Francisco (2007), el Certamen internacional de Editorial Baobab (34º Feria del Libro de Buenos Aires, 2008), el Concurso de Poesía Foro de la Memoria Pedro Joulie (2010), el Certamen Internacional de poesía  de Alahurín el Grande (2010), el Concurso Cartas de Amor del Festival de Novela Romántica (Córdoba, 2015), el certamen Relatos de amor de la Feria Leer y Comer (2017), el concurso Radio Teatro para aplaudir de Argentores, con su policial Sangre nuestra (2017), el Concurso Narrativa Breve Beck Herzog (Humbolt, 2018) y el Certamen Internacional de Poesía Ribera del Fresno (Badajoz, 2018). Segundo Premio (ex aequo) del IV Concurso Litteratura de Relato.

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