Foto: Jordi de Miguel |
“Ufff, y hay muchas más estrategias para mantener el coto cerrado, pero fuera se conoce muy poco, ya sabes, el bloqueo y demás.” Me reí por dentro.
Estamos
en un bar de la calle Joaquín Costa. Jordi está emporrado y, con los tres o
cuatro mojitos que se ha bebido, la lengua le surfea para un lado y para otro y no atina. Cualquiera que desde fuera lo cachee con los ojos, piensa que se
trata de un loco al que acaban de liberar de Mazorra, y para encontrar el
camino de vuelta, tiene que andar descalzo para no perderse. La naturaleza tiene
esas cosas buenas que nunca podremos apresar con palabras, caminas y la sientes,
y algún momento vuelves al rubor de los primeros pasos pueriles, según decía el
maestro Martí en su Diario de campaña.
Estuvo
por allá por la isla y no vino muy contento, no, y aunque no me aclara del todo
por qué, qué tipo de bicho le aguijoneó por allá por las fermosas tierras del
conquistador, logro captar sus medias palabras decepcionadas y hasta sus nutritivos
silencios. Ayer cenamos en su casa del paseo Maragall y no dejó ni un minuto de
barrenarme la cabeza con Yuraisi, que es una diosa y folla como tal, que se la trae, aunque acá en la Ciutat
Condal le pegue los tarros y lo cuernee, se la trae, él sabe que acá habrán
miles de ojos, invitaciones para hacerla resbalar, pero que no le importa, la
traerá y después se verá.
“Ya
sabes que las apariencias dicen una cosa, pero la esencia viaja por otros lados,
Jordi. Y eso de que, según ella, sea licenciada en Medicina, ufff, ahí hay tela
por donde cortar. Ya sabes que un tanto por ciento bastante alto de esas personas
no lo hacen por convicción ni por pasión, detrás está la posibilidad de cumplir
misiones en otro país, salir de la isla como sea, ganar plata y sentirse llenos
cuando se termina el mes, en su trabajo ¡qué importa que la calidad se
resienta! Ganan un sueldito digno, pueden ayudar a sus familias en la isla, ponerles
un dinerito a los teléfonos de allá, en fin, amic meu, ya todo eso lo
sabes.”
¿Tan
fuerte fue?... Soy de allá, y sí, las batallas en el gineceo allá tienen lo
suyo, y las tentaciones son tantas que se sale de una para caer en otra. ¿Si es
bueno eso? No lo sé, Jordi está encantado de la vida.
La
camarera volvió con otro mojito para mi amigo y yo pedí otra cerveza sin. Desde
hace tiempo, ya las bebo sin. Durante mucho tiempo me trajeron más problemas
las con. 00 es mejor, uno mantiene la alerta donde se precisa y no desbarra. A
Jordi no le afecta tanto como a mí.
Preguntas,
dudas, los muchos miedos, y cuando la noche ronda demasiado cerca, ya la gente
no puede decir ni sentirse viva, ser dueña de su destino. Cuando no es una cosa
es otra, pero siempre culpan al bloqueo de los Estados Unidos. Ya unos cuantos
estamos cansados de ese discurso. Hay otros, lo que no hay es posibilidad para
airearlos porque la prensa es única, unidireccional, monocorde como en los
tiempos del gran Stalin, el hombre de acero. Poco después se lo llevaron del
mausoleo, lejos del gran Volodia del ¿Qué hacer?, para
que no se confundieran las peras con las uvas. El
profe Jordi sabe mucho de esas cosas, y todas las chicas de la Facultad de
plaza Universitat viven humedeciéndose con él cuando lo escuchan.
Está
lleno el Almirall y, en la segunda parte, detrás de la mampara que lo divide,
veo que dos muchachos están montando unos equipos, micrófonos, guitarras, algún
cable que conectan a un enchufe de la barra de la entrada, en fin.
Algo
de flamenco, me parece. Nos vamos en un momento al Marsella, porque a Jordi
tienen que devolverle un dinero y yo he de hablar un ratico con mi amigo Bernat. Se dejó de Neus y necesita conversar, Mejor,
le dije, hay que evitar las pastillas y los libros de autoayuda. Hay demasiados, y aunque muchos y muchas se asfixien con evasiones hueras, hacia el
sofisticado exterior, pues no podemos hacer nada si teniendo la posibilidad de
comer buenos alimentos, prefieren la bazofia; aumentar el número de esclavos
pasivos les conviene a unos pocos y, por desgracia, ocurre así en muchos
lugares.
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