Finalista del III Concurso Litteratura de Relato
Abandonan, primero una y luego
el otro, la habitación del hotel. Una escena coloreada con rojo
oscuro mezclado con marrón y ribetes grises azulados quedaría
grabada a fuego en sus cabezas. La clave estaba ahí, aunque los ojos
no querían verla. Un saludo entre desconocidos, una conversación
banal, un beso distraído. Todo estaba ahí horas antes de que él
llegara a la habitación y los matara, para luego unirse a ellos.
Foto: www.th.com.ar |
Lucía
y Miguel ya habían testificado ante el comisario, fueron los
primeros en ver la escena, pero no los primeros en llamar a la
policía, ni los primeros en gritar al ver los cráneos de sus dos
amigos aplastados contra el suelo.
—Takeo,
llévales con Carla, necesitan hablar con alguien —ordenó
el comisario a uno de sus agentes. Takeo era tan alto como para coger
un libro de la balda superior de una estantería sin necesidad de
ponerse de puntillas. Su mandíbula era afilada, aún sin desarrollar
completamente, de cuerpo delgado y ojos rasgados que se escondían
tras unas gafas cuadradas con patillas marrón oscuro.
—A
la orden, comisario —dijo
saludando. El comisario sonrió. Hacía poco que lo habían
trasladado desde las islas japonesas a la península ibérica y,
aunque la Tierra ya llevaba dos siglos unificada, las costumbres
nunca se olvidan. Al comisario siempre le había gustado más la
forma de actuar asiática que la occidental, aunque a veces la viera
un poco rígida.
—Seguidme,
por favor.
Carla
estaba sentada en el furgón, mirando su tablet. Levantó la cabeza y
sonrió a los dos cuerpos sin alma que seguían a Takeo en el más
absoluto silencio.
—Gracias,
Takeo. —Éste
saludó inclinando su cuerpo y volvió con el comisario, dejando a la
pareja bien acompañada—.
Soy Carla, la psicóloga de la policía metropolitana de Lisboa.
—Dejó
que masticaran la información y continuó—:
Contadme todo lo que pasó, lo que podáis. —Miguel
miró a Lucía, que rompía a llorar al fin. Él también reaccionó
dejando escapar las lágrimas, pero apretó el puño izquierdo
clavándose las uñas y se decidió.
—Llegamos
ayer… los cuatro. Estábamos muy contentos de poder disfrutar de
unas vacaciones juntos. Lisboa nos pareció un lugar maravilloso para
pasar una semana… aunque… —sorbió
con la nariz—
Perdón… vinimos directos desde el aeropuerto. Dejamos las maletas
y fuimos a visitar el túmulo de Luis Camoes. Volvimos después de
comer para recoger las tarjetas de las habitaciones e instalarnos.
—El
hotel sólo deja hacer la entrada a partir de las tres de la tarde,
¿no? —interrumpió
para dar aire al monólogo. Miguel afirmó.
—Después
de comer, nosotros nos fuimos a visitar… —Miró
para Lucía. Ésta ya se encontraba más tranquila.
—El
museo nacional de arte antiguo… yo te dije que lo dejáramos para
mañana, que nos quedáramos en el hotel, pero tú…
—Lucía
—le
paró los pies—,
ninguno de vosotros dos tiene la culpa de este horrible suceso.
Miguel no sabía qué iba a pasar, igual que tú tampoco. —Ella
bajó la cabeza y asintió en silencio—.
Continuad, qué pasó después.
Miguel
tardó unos segundos en reaccionar.
—Nos
encontramos a los tres en la barra del bar. Estaban riendo, nos lo
presentaron. Era aficionado al fútbol y empecé una conversación
sobre…bueno… el caso es que nuestros amigos empezaron a tontear
entre ellos, algo normal en una pareja. Yo vi que les miraba de
reojo, pero no como… no sé…parecía curiosidad sin más. —Lucía
suspiró y le soltó la mano para cruzarse de brazos cabizbaja. Carla
anotó, disimuladamente, el gesto en la tablet.
—¿Estás
bien? —preguntó,
dirigiéndose a Miguel. La miró y empezó a negar con la cabeza
mientras retrocedía dos pasos.
—No,
joder, no estoy bien. —Sus lágrimas
brotaron sin control—. No sé nada
más, ¿vale? Subimos a las habitaciones y nos los encontramos en el
suelo… joder, joder… no puedo… lo siento —decía
con la voz rota mientras lanzaba miradas furtivas hacia Lucía.
—Tranquilos,
ya está, muchas gracias, mi compañero Takeo os acompañará hasta
un piso que tenemos habilitado. Él os contará los detalles. Ahora,
descansad. —Volvió a sonreír—.
Habéis sido de mucha ayuda, muchísimas gracias a los dos.
Mientras
Takeo les acompañaba hasta el coche patrulla, Carla se acercó al
comisario. Estaba hablando por teléfono y levantó el dedo índice
para pedirle un momento.
—Sí…
sí, parece que es el tercero en lo que llevamos de semana… los de
la científica están con ello ahora… vale… sí, hasta luego.
—Colgó y desactivó el implante
coclear—. Dime, Carla, qué has
sacado.
—Mismo
modus operandi. Encuentro casual y asesinato el mismo día
—dijo mientras se rascaba la nuca—.
¿Hablasteis ya con el personal del hotel?
—Sí,
no hay copias de las holotarjetas, ni la cerradura está pirateada.
Entró sin utilizar la fuerza… joder… putos fanáticos, estoy
hasta los cojones…Mira —dijo
mientras le enviaba una fotografía.
Carla
abrió el archivo. La imagen ahora ocupaba todo su campo de visión.
El texto estaba escrito con sangre que caía por la pared, dándole
un aspecto aún más tétrico si cabe:
“Por
eso Dios los abandonó a pasiones vergonzosas. Incluso sus mujeres
han cambiado las relaciones naturales… Hombres con hombres comenten
actos vergonzosos y sufren en su propio cuerpo el castigo de su
perversión.” (Romanos 1:26-27)
—Al
hijo de puta todavía le dio tiempo a escribir la parrafada antes de
pegarse un tiro. —Sacó un cigarrillo
de un paquete de cartón.
—¿Aún
sigues fumando esa mierda? Pensé que lo habían prohibido.
Él
sonrió con la cabeza ladeada hacia la derecha y lo encendió.
Christian Carbajo García |
* Nació en Puente de
Órbigo, un pueblecito de León, en 1989. Estudió Técnicas de
Laboratorio. A los quince años empezó a escribir de manera
habitual, y ahora, por motivos laborales, los fines de semana y
vacaciones. Ha publicado un microrrelato en el libro “Ellas III”,
de la asociación Diversidad Literaria. Y, actualmente, está
trabajando en una novela de temática postapocalíptica que lleva
por título “Huida hacia delante”, y en un libro infantil.
Finalista del III Concurso Litteratura de Relato.
Gracias por la publicación y por vuestra labor en este fantástico Blog.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias a ti, Christian!!! Un caluroso abrazo, compañero
Eliminar