Fragmentos de un diario del dolor existencial (VI)
Barcelona,
Otoño 1994
Cuando era niña tenía un amigo
invisible, me acompañaba en la soledad de las eternas tardes domingueras en Les
Corts, no me acuerdo de su nombre, pero sí de las largas conversaciones que
mantenía con él en el balcón de casa y de la seguridad que me brindaba su
presencia transparente; mi madre se preocupaba porque hablaba sola durante días
—¡normal!—, yo sabía que él era mi imaginación desdoblada y desaparecería sin
hacer ruido. Así fue, un día lo olvidé y no volvió a mi vida hasta que le
conocí a él. Es muy extraño, pero desde que le vi la primera vez no deja de
recordarme esa etapa dulce de mi primera infancia.
Esto me
fascina, es verdad, pero también es cierto que su personalidad me tiene
cautiva, y no sé por qué. Es la soledad materializada en ser humano: un hombre
orgulloso, un rebelde auténtico, un cínico atrevido, un atractivo egocéntrico y
un amante formidable, pero no sé si es su mirada la que me hace evocar la
alegría navideña y esos momentos especiales en medio de mi placentera infancia;
puede ser el recuerdo de mi padre, su ternura de hombre, igual a la de un niño,
antes de que acabara transformándose en una sucia rata de cloaca, repugnante y
nauseabunda. No lo sé.
Esos secretos tan escondidos sólo se escuchan en mi
interior, junto al desgarro de los chinazos que me descubrió en verano, en el
sórdido calor de esta ciudad bonita y deseada.
Brindemos
pues, por él, y a partir de hoy le llamaremos Tigre, por ser el primero que se
convirtió en hombre, un HOMBRE de verdad y con mayúsculas, con sangre en las
venas y vísceras rojas por completo, húmedas de vida. Por eso también
me recuerda al león de Nietzsche: “‘Tú debes’ se llama el gran dragón. Pero el
espíritu del león dice: yo quiero… Para crearse libertad, y oponer un sagrado no
al deber: para eso hace falta el león”. Y por eso sus héroes son Bogart, Huston
(“John Huston es dios y Humphrey Bogart su profeta”, sostiene él), Marx,
Dostoievski, el propio Nietzsche, Knut Hamsun, Céline, Sartre,
Salinger, Hubert Selby Jr. y, cómo no, Hemingway y Bukowski. ¿Puede haber alguien más macho que
ellos?
¡Ay, desgraciado, cuánto te quiero!…, me vuelves loca, me tienes hecha
polvo, como tú dices. No sé qué me has dado, estoy tan cambiada que no sé quién
soy, como en el tango de Gardel (otro de tus héroes, “un tío que fue capaz de
cantar durante más de veinte años con una bala alojada en el pulmón izquierdo,
fruto de una trifulca callejera”): “El malevaje extrañado me mira sin
comprender…”
He vuelto a ser feliz, y buena parte del mérito es tuyo, por suturarme la
piel con tus caricias y la sal de tu saliva. ¡Hasta se me ha curado el asma!:
ya hace cuatro meses y medio que no uso el Ventolín.
No hay cabida para emociones que
interrumpan este sentimiento. Es mi causa, el camino a seguir. Una ilusión se
materializa por fin en mi vida, es un sueño iniciado, un imán del cual no me
podré apartar jamás.
En los
últimos meses todo lo demás ha quedado arrinconado y se ha despejado el camino
a seguir. No hay prisa, ahora sé que puedo continuar adelante, pero tengo
miedo.
Ay, sensaciones de emociones atizadas a
perpetuidad por el sufrimiento y la esclavitud de la conciencia. Descubres que
no todos los sentimientos nos pertenecen; y qué más da, ser dueña absoluta del
orgullo, la alegría, la ira… si el amor que anhelo lo he de buscar y compartir
bajo un incesante hormigueo amenazador por su inevitable pérdida.
Sufrimos por querer controlar lo que es
incontrolable por naturaleza, nuestras emociones, nuestro amor y el ajeno. Y
cuando eres mujer, a eso se une el sentimiento de abandono: nos abandonan
nuestros padres, nuestros hombres, nuestras hermanas, nuestras
amigas, nuestros hijos…, y el único camino que conocemos es el del dolor. Es
triste, pero sólo aprendemos a través del dolor.
Es absurdo tratar de controlar mis
sentimientos, son de cuerpo etéreo. Es inútil tratar de visualizar si tú me
quieres, es como perderme en el álbum fantasmal de un parapsicólogo
estadounidense. Imaginarme el futuro a tu lado es absurdo, no creo en él y
prefiero saborearte en mi pasado reciente, y en el presente, claro. Hoy por
hoy, mi piel te adora y se arriesga sin miedo a que la hagas jirones.
Por tercera y última vez, amar es absurdo, pero no
imposible. Siempre te querré.
Muy bueno Jordi,verdaderamente me ha encantado. 'Sufrimos por querer controlar'q gran verdad amigo. Saludos.
ResponderEliminarMariano Contrera
Muchas gracias, Mariano, me alegro de que te guste.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde São Luís de Maranhão.