martes, 26 de febrero de 2013

Modo viaje......Marcos Vasconcellos

Foto: Iris Notario
Sofía y Bruno tenían las maletas preparadas para salir de viaje de novios. Llevaban viviendo juntos más o menos seis años. Se habían casado para complacer a sus familias, por papeleos y para tener días libres. También lo habían hecho para estar más juntitos, o eso decían.
         Sofía no paraba de hacer cosas. Quería dejar la casa recogida antes del viaje. Se anudó un fular encima de una sudadera deportiva. Su belleza consistía en la esbeltez de una mujer preparada, lista y decidida que sabe vestir para cualquier ocasión… como era ese viaje: botas, medias, falda y cazadora de cuero. El maquillaje, el justo. Los pendientes, acertados. El perfume, apropiado. Tenía el pelo rizado y bien cuidado por productos anunciados en televisión. Sabía lucir bien sus piernas y sus pechos gordos, lechosos y con lunares. 
         Bruno cerró las dos maletas y las dos mochilas y se fue a la terraza a esperar que Sofía terminara. Vestía informal y como con dejadez: chaqueta grandona de pana, camisa de cuadros, camiseta de rayas y botas con gore-tex. Era una especie de osito bonachón y tontorrón con grandes mofletes que pellizcar. Un bollito de pesada crema pastelera. El modelo perfecto de la línea Basic de cualquier firma de ropa. Un yerno entrañable, un yerno para inflar a comidas caseras y después rebanarle el pescuezo cuando menos se lo esperase.
          Sofía estaba en la cocina, ya había cortado el agua y ahora dudaba entre los tres botones de la caldera: modo viaje, modo agua caliente y modo calefacción. El modo viaje tenía el icono de una maleta; lo conectó, salió de la cocina y cruzó el salón con decisión, repiqueteando el suelo con los tacones de sus botas y dejando el rastro de un perfume elegante que ni molestaba ni se iba con el día.
         Bruno estaba en la terraza mirando las plantas y la vida diaria del barrio. Cuando pasó al  salón, vio que Sofía estaba sentada en el sofá como esperándole, como dispuesta a hablar y a escuchar… como una emprendedora del saber estar.
         Silencio, había mucho silencio en el salón. Los dos contemplaron las fotos y los objetos de decoración del mueble principal. También se fijaron en una cesta que estaba encima de la mesa grande y que contenía tickets de regalos de la boda para descambiar y packs de cajas-regalo: escapada con encanto, un ritual de bienestar (masajes, cuidados y cambios de imagen), noche insólita, estancia mágica y placeres para dos.  
         No se miraron a los ojos. Sofía y Bruno no habían salido de casa y ya estaban cansados de tanto viaje. Cansados de un viaje de novios que ya iba a ser de marido y mujer… un viaje para estar más juntitos cuando en realidad se sentían más separados. Sofía y Bruno estaban cansados de tantos años de convivencia. El osito manoseado y la mujer pantera lo sabían, ya lo sabían… desde que activaron el modo viaje en la caldera y desde que las plantas y el barrio estaban como siempre, igual de estables… sin ningún cambio.  Desde que vieron las fotos de su vida compartida y los packs de aquellas cajas.
         Sabían que no viajarían a ningún sitio, que no harían ninguna escapada ni nada insólito… o por lo menos que no lo harían juntos. Sentían malestar pero también alivio. Y lo mejor es que habían llegado a un acuerdo sólo con silencios, miradas y acciones. Era la mejor actividad y ocasión especial que podían haber elegido… dejarlo ya de una vez: la mejor experiencia para los sentidos.

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