Su
alianza dura lo que dura el tiempo de descanso.
Los
besos se consumen en la eternidad del abrazo
cuando
al fondo, muy a lo lejos, murmuran sirenas.
Víctor
Jara
se posó en los fusiles del hambre
y
cantó
como
sólo un pájaro sabe cantar:
mirando
fijamente a los verdugos
que
asesinan canciones de cuna.
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