Finalista del IV Concurso Litteratura de Relato
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Siempre ha soñado con anhelo ir más allá de la verja. Pasear por sus verdes campos, sentir la suave arena de la playa bajo sus pies, deleitarse con el amarillo intenso de sus milagrillos, corretear bajo la sombra de las palmeras. Allí todo es fértil, todo natural, todo puro. Aquella parte del mundo es un paraíso donde les está vetado entrar. Agarrada a los finos hilos de hierro, observa un lugar idílico, tan cerca de ella y tan inalcanzable a la vez que la hace enloquecer con la idea de llegar hasta allí.
Su condición de raza inferior la tiene enclaustrada en la zona norte,
donde tan solo quedan los vestigios de una evolución tecnológica
infructuosa, decadente y autodestructiva, que ha degenerado en
montañas de escombros metálicos y tierras yermas. Su cabello
pajizo, color ceniza, su piel pálida, enfermiza, sus ojos grises,
carentes de intensidad la delatan. Su aspecto difiere mucho de la
etnia dominante, de cuerpos robustos, tostados. La casta morena de
ojos azabache controla el sur, su área legítima por excelencia. Su
genética les confiere la facultad de adaptarse con mayor facilidad,
y sus instintos y sentidos están más agudizados. La melanina de su
piel les ayuda a soportar las temperaturas extremas, las mismas que
la otra civilización provocó con el deterioro de la capa de ozono y
los cambios climáticos intensos, una civilización que no podría
sobrevivir más de un mes sin aire acondicionado.
Escapar,
huir
Cada
día lucha por poder pasar y labrarse un futuro diferente al que está
condenada a vivir. En su parte del planeta no queda ya nada. Lo que
antaño fue primera potencia mundial, ahora es solo un terreno
baldío, carente de valor, frío, muerto. La sobreexplotación de sus
recursos y el masivo consumo y desecho de materiales contaminantes ha
dejado a su país anémico, herido de extrema gravedad, en coma. Por
sus calles sólo pasean, erráticos, decenas de espectros albinos que
se abandonan a la desidia, abrazan la desesperanza, el pesimismo, el
desaliento... Y los pocos valientes que intentan cruzar la frontera,
se encuentran con miles de trabas y obstáculos para poder encajar y
formar parte de la civilización del sur.
Ellos,
los del otro lado, a diferencia de la población blanca, han
conseguido superar los pormenores de la evolución de las máquinas.
No se dejaron llevar por la comodidad de una sociedad basada
estrictamente en pensar en sí mismos, en la exaltación del
egocentrismo, en basar sus actos en el enriquecimiento personal, sin
pensar en el futuro del conjunto, sin tener en cuenta a sus
semejantes. Para ellos, la colaboración y solidaridad ha sido el
pilar fundamental de su éxito. Beneficiando a la comunidad, han
preservado el bienestar de cada uno de sus miembros.
Hambre,
precariedad
Los
escasos recursos de que disponen son preocupantes. Las pocas reservas
merman a pasos agigantados. La raza aria sufre desnutrición severa,
carencias vitamínicas, disminución de sus defensas. Ya no queda
nada aprovechable, nada con lo que puedan subsistir, nada a lo que
sacarle partido. La madre naturaleza los ha abandonado a su suerte,
se niega a ofrecer un respiro a sus campos, inundados de toxicidad. Y
la insalubridad de sus cloacas deteriora la calidad de sus aguas,
mezclando los residuos fecales con el sistema de tuberías de acceso
al agua corriente de las viviendas, las pocas que pueden calificarse
como tales.
Nada
que ver con la prosperidad del otro mundo, completamente
autosuficiente. Han vuelto a los orígenes del ser humano, desechando
el sistema monetario, utilizando el intercambio de mercancías de
manera equitativa y coherente. Todos se benefician de cada producto
que se cultiva en las diferentes zonas del territorio, y desarrollan
sus capacidades innatas, ofreciéndolas de manera altruista. Por
lógica, el bienestar de la comunidad se refleja en el de cada uno de
sus individuos.
Extranjera,
inmigrante
Sabe
que ese espacio parece inalcanzable, sabe que su meta es difícil de
superar, sabe que sufrirá lo indecible para lograr cruzar, pero ya
está decidida. Quiere abandonar sus orígenes decadentes, su ciudad
infectada, su sistema corrupto. Los continuos saqueos y la
delincuencia al alza la tienen en vilo. Quiere huir lo antes posible,
quiere escapar de un futuro opaco, vacío, ácido.
No
existen distinciones económicas para ser admitido, no tiene valor el
estatus social anterior, lo único que puede servirle es poseer algún
conocimiento que aporte valores positivos a la civilización del sur.
Pero con su máster inútil en informática y robótica, bien poco
puede añadir a ese nuevo mundo. Tanta tecnología y tanta
dependencia de las máquinas los ha vuelto prescindibles,
desechables, inservibles. No son capaces de agudizar el ingenio, no
saben desenvolverse en un ambiente virgen, natural, espontáneo,
salvaje. Entonces comienzan las rivalidades, los sobornos y las
artimañas para ser los elegidos.
Una
nueva vida, un nuevo comienzo
Con
una mezcla de temor e ilusión, se encamina hacia las puertas de la
frontera. En la aduana muestra lo poco de valor que le queda y se
deja cachear por las oficiales. Con pudor, observa cómo son
registradas también otras personas, algunas de ellas son obligadas a
desnudarse casi por completo. De súbito, uno de los emigrantes
arremete contra uno de los agentes y saca un arma, apuntándole
directamente a la sien, mientras le ordena a gritos que le abra la
cancela de acceso al sur. Está enloquecido, es capaz de cualquier
cosa. El guardia introduce la llave y empuja con lentitud la puerta.
Acto seguido, el tipo lo aparta de un empujón y corre hacia el
interior, pero un grupo de oficiales le persigue.
Es
entonces cuando se produce una estampida del lado norte, aprovechando
el desconcierto. Entre ellos está la mujer, que corre para cruzar.
En su huida, ve cómo el perseguido se vuelve para amedrentar a sus
captores, disparando a diestro y siniestro.
Por desgracia,
una de las balas queda alojada en uno de los pulmones de la mujer.
Mientras cae al suelo herida de gravedad, lo último que siente son
los suaves pétalos de los milagrillos que la abrazan en su lecho de
muerte, al otro lado de la frontera.
Raquel Sánchez López |
Muy interesante la lectura de su pluma. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre tan madrugadora, Albada! Muchas gracias de parte de la autora!!!! Un fuerte abrazo
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