Foto: Recordando El Salvador |
Por eso miro el punto más lejano que alcanza a ver mi ventana.
Y los ojos se me ensanchan, se separan, se estiran hacia los lados
Quiero decir que las cosas son únicas y están donde están.
Y uno ya nunca se sentirá completo.
Siempre estará echando algo de menos.
El duelo de los jocotes es el precio de conocerlos.
No entendí su sabor e intenté equipararlo:
medio ciruela, medio cereza. Pero no.
Un jocote es un jocote. No se parece a nada.
El que sale del fondo húmedo de las barcas,
el del mar, el de los jocotes.
Que me pertenece a mí sólo y me deja sola.
Como no poder mostrarte la casa que creció conmigo,
mi colegio, las baldosas que pisaba de pequeña.
No importa lo cerca que estemos,
el paisaje de mi niñez es un jocote.
Está donde está. Y quizá nunca lo veas.
Por mucho que te lo haga dibujos o versos,
A este no ser del todo o ser muchas cosas amontonadas.
Al menos, es un lugar donde volcar acentos, sin que importe traducir.
Si el otro no entiende o no escucha, da igual.
Escribir es para mí y por si le sirve a alguien.
Y sólo yo estoy en mí.
Llena de todos mis paisajes,
infinitamente sola por dentro.
Paseando por el mundo el balcón de mi abuela, la chicha morada,
El Trompillo, polvo de mate en la palma y las luces de La Verbena.
Estíbaliz Madrazo |
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