sábado, 2 de febrero de 2019

Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese... qué se yo, ¿viste?: Aldana Sofía Cabral*

Finalista del III Concurso Litteratura de Relato

Foto: www.pinterest.es
Bueno, por dónde estaba… ¡Ah, sí!, contándole sobre lo que sentí aquella vez. Yo tenía puesta esa faldita azul, me acuerdo patente porque la compré en la feria de diseño. La chica que me la vendió era preciosa, no dejaba de sonreír, le juro, esa muchacha parecía estar sumida en un verano constante e individual, cálida, sólo por eso le compré la falda. ¡Y porque me quedaba divina, por supuesto! ¿Para qué me voy a hacer la modesta frente a usted? ¿No? Tenemos cierta confianza, sí, sí, sí… Mi madre siempre me dijo que era confianzuda igual, que me pasaba de rosca, como decimos allá en mi país, yo andaba a los besos con los vecinos, el kiosquero, el carnicero. Aah, vaya tiempos... ¡Es más!, ¿le confieso algo? Mi mamá tenía razón, soy un poco loca, ¿no le parece a usted?
         Ay… 
        ¿Lo puedo tutear? ¡JA, JA, JA! ¡Encima de loca, atrevida! Sí, no se preocupe, las argentinas somos así, charlatanas, ya sé, usted ya me lo dij… vos, vos ya me lo dijiste: ¡Soy libre y no existe problema con ello! Está bien, es lindo que sea así, es lindo este lugar, este país, acá en Europa todo parece más elevado, las temperaturas sobre todo, en Buenos Aires los inviernos son duros, el clima helado, la pobreza te quiebra el alma y ruega un platito de sopa, el argentino es solidario, ¡eso no lo niego! Pero ¿hasta qué punto? Existe cierto morbo de poder en esa relación entre pobres y pobres, yo soy pobre pero no estoy en la calle, así que comparto lo poco que tengo con un indigente más necesitado que yo, para no sentirme tan pobre, y que el miserable no sienta tanto su pobreza. ¡Pobres! ¿Le molesta que fume? Bueno, con su permiso entonces…
           Aaah, qué rico este tabaco…
        ¿A qué iba? ¡Ah, sí! Quería contarte lo que me pasó esa vez. Estaba muy linda vestida… ya lo dije, la mujer tan amable a la que compré ropa de diseño, me pueden con locura esas cosas. Bueno, me decidí a salir, hacía mucho que no salía por pereza o falta de tiempo, una de dos. Calcé mis botitas negras, y me acomodé el cabello entre la boina de gamuza oscura, dibujé las montañas de mis labios en violeta opaco para afilarlos y salí a disfrutar. Me dije, esta vez sí. No voy a actuar como una loca, no, no, hoy soy una dama, soy un ejemplo de mujer, no debo hacer ninguna locura. ¡Hoy no! Y las paradojas de la vida, es así, si quieres oír reír a Dios, cuéntale tus planes. ¡Qué cierto! ¡Cuánta sabiduría tienen los refranes! ¡Ja, ja, ja! Dios mío…
         ¿Te va el humo? ¿Querés que abra más la ventana? No te ofendas, hay gente que es muy sensible, y no lo quiero incomodar ni hacer fumador pasivo a nadie. ¡No lo pienso envenenar, no soy ese tipo de loca! ¡Ja, ja, ja!
         A veces lo tuteo y a veces no, no crea que no lo noto, es que…ciertamente creo que hay dos partes en mí que se manifiestan de manera intercalada, entonces a veces hay confianza suficiente y otras una distancia respetuosa más marcada, ¿no lo siente así?... ¡Ay, disculpe! Haga tranquilo, no te quiero interrumpir.
         Le decía… ¿qué le decía? ¡Ah! De esa vez. Es que cuelgo mucho, pienso muy rápido y demasiado, y me doy como atracones de recuerdos que quiero liberar, para que lo sepas, para que compartamos un rato. Bueno, ahora sí, salí de ese encierro, estaba cansada, fui hacia el café y me senté a esperarlo, pasaron veinte minutos, así que me pedí un cortado y una medialuna para acompañar la espera. ¿Qué cree? ¿Vino, o no vino?
         ¡Ajá! Se quedó pensando, amagó a decir que no, ¿no?... ¡Usted no se equivocaba! No vino, no vino, nunca viene. Pero siempre espero, espero que venga. Luego me dormí, y al despertar estaba otra vez en la clínica. Otra vez al frío.
         Disculpá, es un tema delicado, pero necesitaba hablarlo por lo menos un poco, así cura esto y bueno… igual ya me dijeron que no tiene cura, que hay tratamiento, sí, pero cura no. Por ahora, yo no pierdo la fe, no, no, nunca la pierdo, siempre espero, con paciencia, que venga, que lo hablemos de una vez, a mí la espera me está volviendo loca. Me hace re mal, re mal, me vuelvo loca, pienso en ese lugar frío, en las manos enguantadas, todo se pone pálido como mi piel y el invierno es eterno, le juro, me duele, pero no puedo dejar de pensar, y de contar, para salvarme, para salvarle, es… es una locura, lo sé, pero todo lo que intenté fue por amor, lo esperé eternamente, o hasta que me interrumpieron, por amor…
         Me río porque me hace acordar de un tango de Piazzolla que habla sobre la locura del amor, a veces siento que mi alma se encierra en el tango y me acarician las palabras, me hacen sentir tranquila, protegida, como una alternativa en la que él viene y se queda por amor, donde ya no estoy sola en el café, está su voz y la mía, y yo lo espero y viene, lo espero porque viene, usted viene y me contesta, no me olvido, eso es lo que pasó, eso es lo que le quería contar antes de que me pinchen, antes de dormir, le quiero explicar qué pasó..., yo tengo fe en que me va a entender. Sea sincero, por favor, ¿usted cree que vino?... ¿Seguro?


Aldana Sofía Cabral
* Nació en Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina). Se enamoró de la literatura a la temprana edad de cinco años, nos cuenta que le daba ansiedad saber qué decían los libros y pidió a sus padres que la enseñaran a leer. Comenzó a escribir a los quince años, inspirada por situaciones límite como la muerte y el desamor, y descubrió que las letras no eran solo un espacio para la catarsis, sino que era el lugar donde encontraba la libertad. Estudió Profesorado de Lengua y Literatura en el Instituto Superior de Formación Docente de Mar del Plata, y quiere dedicarse a la educación y la sociología para brindar al futuro una herramienta para la emancipación del ser humano: la palabra. Finalista del III Concurso Litteratura de Relato.

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