Finalista del III Concurso Litteratura de Relato
Hacía ya
mucho tiempo que no tomaba un pincel, pero la sensación aún le era familiar,
esa forma en la que los dedos se entrelazan alrededor de aquel viejo objeto
lleno de manchas, recuerdo de sus obras pasadas. Todo aquello le recordaba a su
juventud, en especial a los momentos que inmortalizó sobre lienzos blancos,
muchos de ellos ya ni siquiera existían, pero había uno que incluso se
encontraba a medio pintar desde hacía ya más de veinte años. Desde entonces, intentó
miles de veces concluirlo, pero jamás lo conseguía… no se debía a que los
trazos fueran demasiado complicados o requirieran de una técnica excepcional,
para una artista innata como ella era fácil pintar un rostro.
Vez tras vez, se sentaba frente al lienzo casi cubierto totalmente por líneas finas y delicadas, ordenándoles a sus entumecidos dedos que se relajasen y terminaran aquella danza inconclusa. Pero no lo conseguía… se quedaba ensimismada recordando aquella mirada, sintiéndose pequeña e incapaz de replicarla, jamás le haría justicia. Tal vez no sólo era por ese enorme miedo al fracaso que la saboteaba de cuando en cuando, a lo mejor también era el temor de abrir aquel cajón que desde hacía décadas había cerrado bajo llave y ocultado en el lugar más oscuro de su alma.
Foto: www.i24mujer.com |
Vez tras vez, se sentaba frente al lienzo casi cubierto totalmente por líneas finas y delicadas, ordenándoles a sus entumecidos dedos que se relajasen y terminaran aquella danza inconclusa. Pero no lo conseguía… se quedaba ensimismada recordando aquella mirada, sintiéndose pequeña e incapaz de replicarla, jamás le haría justicia. Tal vez no sólo era por ese enorme miedo al fracaso que la saboteaba de cuando en cuando, a lo mejor también era el temor de abrir aquel cajón que desde hacía décadas había cerrado bajo llave y ocultado en el lugar más oscuro de su alma.
Era una imagen tan potente que sólo con un falso destello era
suficiente para liberar recuerdos agridulces.
Pero esa noche… no había una razón específica, tal vez
fuera la copa vacía, reposada descuidadamente en el borde de la mesa, o el débil
tintineo de la lluvia contra la ventana, o el arrullo de las hojas de otoño
mecidas de aquí para allá por un viento tempestuoso… algo debió darle valor
para concluir aquel revuelto de colores.
Se alejó para poder observar mejor…
Un frenesí de emociones despertó en
su memoria. El más notorio era la nostalgia, ese vacío doloroso tan
característico al perder algo que amamos. Se dio cuenta de que era la primera vez
en mucho tiempo que veía aquel rostro en un lugar que no fueran sus sueños; un
semblante relajado, los labios intentando disimular una sonrisa traviesa…
Sabía por qué lo evitaba, aquella
imagen la rompía, no importaba si pasaban cinco, diez, o incluso mil años, esa
mirada seguía teniendo el don de hacerla pedazos.
Pero aquella noche le apetecía
sentirse rota, ver su alma deshecha pieza por pieza, humedecer su piel con
lágrimas. De nuevo volvía a suplicar que ese par de ojos regresaran a la vida, y
la miraran con la ternura y compasión que le brindaron en sus momentos más
difíciles, y con aquel matiz gruñón de las mañanas antes de una taza de café.
Solo quería caer, por un instante, en el mismo abismo que sus recuerdos. Luego
sería fuerte, y encerraría de nuevo aquel lienzo que tanto daño hacía ya
terminado, pero esa noche disfrutaría de una dosis de melancolía, llanto y vino
tinto…
* Tiene 19
años y es la mayor de dos hermanas. Originaria de México, nació en Ignacio
Zaragoza, un pequeño pueblo de la sierra de Chihuahua. Desde niña le encantaba
leer, y con el tiempo comenzó a escribir para un concurso literario de la
escuela llamado “Don Quijote nos invita a leer”, participaba cada año y
disfrutaba mucho escuchando los cuentos de sus compañeros. Ahí descubrió que escribir es su manera
favorita de expresarse. Finalista del III
Concurso Litteratura de Relato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario