lunes, 8 de septiembre de 2014

Muerte y no......Abdul Zumárraga

Foto: www.gentedelpuerto.com
Se lo había dicho mil veces. Que no les diera a las cosas más vueltas de las que tienen. Pero él ni caso. Que no entrara en barrena sin necesidad. Pero él era maestro en ahogarse en un vaso de agua. Luego una cosa llevó a otra. Pasaron cosas de verdad. Y no había quien lo parara.
         Subió a la baranda del puente. Un viaducto, todo el mundo le decía puente. Pasó una pierna, luego la otra, al lado de fuera de la baranda. Se quedó ensimismado, contemplando el duro asfalto mucho más abajo, y los camiones que pasaban como terremotos. Algún camionero lo veía allá arriba, se daba cuenta y pitaba con todas sus fuerzas. Pero él estaba más determinado que nunca. Seguía ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Con los camiones, ni pensar en oír mis gritos. Verme de tan lejos, aún menos. No sabía que yo estaba allí; ni miró hacia mi lado.
         Se lo decíamos todos, pero él ni caso. Qué cabrón más terco que una mula. Me partía las entrañas verle hundirse un día detrás de otro. Triste. Sombrío. Sordo para lo que quería. Hasta llegar aquel día.
         Se colgó sobre el vacío, con los brazos estirados hacia atrás y sólo las manos agarradas a la baranda. Parecía estar considerando la caída, el choque, el destrozo, su mente apagándose de golpe, la dureza fría de la muerte. ¿Le importaría algo en aquel momento todo lo que lo había llevado hasta allí? Yo creo que no. Creo que estaba eufórico de destrucción y ciego de tragedia. Seducido como una polilla deslumbrada por un farol.
         Yo ya no podía hacer nada por evitarlo. Estaba en la parte de abajo, viéndolo colgarse hacia el vacío, demasiado lejos para ir corriendo y sujetarlo antes de que se dejara caer. O para ponerme debajo y parar el golpe. Sólo me quedaba el grito silencioso y desesperado. No creía en Dios, y se lo dije a aquel ser indefinido y abstracto, sin nombre ni rostro, el interlocutor inexistente de la gente sin fe: “Por favor, por favor, por favor, que no se tire”. “Por favor.” El poder mágico de las dos palabras. “Por favor.”
         Es curioso cuando los niños tienen un amigo imaginario. No existe, y para ellos parece tan real. Por lo menos habita en su imaginación. Pero es más curioso cuando hablas con una nada abstracta que, incluso en tu imaginación, no existe: “por favor, que no se tire”. Y el desespero devastador del silencio. Los estampidos de los camiones. Y tu hermano se va a tirar del puente, y tú no puedes hacer nada por evitarlo. “Por favor, si solamente fuera posible que no se tirara.” Caí de rodillas, sería por la tradición tan remotamente inculcada. O más bien, simplemente me fallaron las piernas y me vine abajo.
         Se concentró vidriado en el vacío. Cerró los ojos, allá arriba en el puente, imprevisible hasta el fin. Recogió los brazos. Y volvió a pasar una pierna, después la otra, al lado opuesto de la baranda. Miró al abismo otra vez desde la seguridad de la acera. Y se dio media vuelta, siguió andando como si nada hacia la cabecera del puente, y no volvió a mirar atrás.

2 comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...