domingo, 1 de enero de 2023

Ruleta rusa......Héctor Daniel Olivera Campos*

Finalista del IV Concurso Litteratura de Relato    

 ¡Feliz Año Nuevo para tod@s!

Karen Foley Photography
         —Muchas Anas veo yo aquí certifica Emma en lo que pretende ser un chiste.
         Las mujeres están sentadas alrededor de una mesa redonda cubierta por un tapete verde. La habitación se halla sumida en una penumbra densa; una lámpara colgante, que parece sacada de un billar, arroja una amarillenta luz cenital sobre la mesa.
      —Dos de tres —apunta la española con gesto fúnebre.
       —Bien, dejémonos de presentaciones —interviene enérgicamente la rusa—. Hay mucho dinero en juego, ya conocen las instrucciones, la que gane se lo lleva todo.
        —¿Cuánto dinero hay en el bote? —inquiere la normanda, con su característica avidez pequeño burguesa.
        —Suficiente para saldar sus deudas con Lheureux y seguir siendo millonaria. El premio son los derechos de autor de las tres novelas —responde la rusa.
       —Ha sido muy poco delicada nombrándome a esa sanguijuela —declara Emma mientras se sonroja y aparta el rostro, avergonzada.
         —Querida Emma, ¿por qué no se decide a matar a ese vil usurero? Por el arma no se preocupe, basta con que yo le solicite una a mi amante, el conde Vronsky, para que él me proporcione una pistola de su armería y asunto arreglado. Me comprometo a enseñarle como se dispara. Hace poco uno de mis admiradores, un tal Raskólnikov, gracias a mis consejos, todo hay que decirlo, arregló sus asuntos con una usurera, una tal Aliona Ivánovna. —La española se santigua al escuchar las palabras de la rusa.
          —Nada de asesinatos, una tiene su moral —alega Emma, ruborizándose.
          —¡Moral, dice usted! —exclama airada la rusa—. ¿Acaso olvida que somos tres adulteras?
          —¿No irá a comparar un pecado con el otro? —salta la española.
        —¡Cállese, que usted es una meapilas! Tener una relación turbia con un clérigo..., hasta ahí podríamos llegar. Parece mentira que sea mi tocaya.
          —Tan sólo era una amistad mística —se defiende la española.
         —No hay amistad posible entre un hombre y una mujer, ellos siempre interpondrán el sexo. ¿Acaso las tres no somos víctimas de ese malentendido? —discursea la rusa—. En tanto que mujeres, vivimos oprimidas por los hombres, da igual nuestra condición social, no importa que yo sea aristócrata, usted sea una burguesita y usted… ¿cómo dijo que la llaman?
          —La Regenta.
       —Sí, ya recuerdo —continúa la rusa—. Lo que quiero decir es que los hombres jamás nos tendrán por camaradas suyas, personas a las que aceptan en pie de igualdad, siempre seremos objeto de deseo, cuerpos a conquistar, material fornicable. A ellos les es lícito saciar sus deseos y, tras seducirnos, pasan a ser elogiados como donjuanes; nosotras tres, en cambio, nos enfrentamos al ostracismo social sin haber cometido otro delito que el de amar. No me hable de amistad entre hombres y mujeres, querida Ana, no me haga reír en esta hora trágica.
        —Todo lo que dice está muy bien, pero yo no he venido hasta aquí para escuchar discursos. Acabemos con esto de una vez —objeta la francesa.
         —Tiene razón, madame asiente la eslava. Ya conocen el juego y su mecanismo, la ruleta rusa, iremos efectuando disparos hasta que una de las tres sobreviva. La que quede se lo lleva todo. Para evitar escenas desagradables, las balas son de fogueo. Jueguen, señoras.


Estoy muerta —se lamenta Emma. Con el dorso de la mano, se seca una furtiva lágrima.
          —Touchée! admite Ana con altivez aristocrática—. ¿Cómo piensa hacerlo, querida Emma?
          —Arsénico —responde la francesa.
          —Veneno, ¡no, por Dios, qué tétrico! Yo me arrojaré a las vías del ferrocarril.
          —Vaya, y yo que creí que  iba  a  ser  la  primera  en  morir,  jamás  tengo  suerte  en  los  juegos  de  azar
—interviene Anita, que se cree obligada a decir algo.
          —No, usted no muere —declara Emma.
          —Vivir en Vetusta es como estar muerta en vida —replica la española.
          —Ahora, con el dinero del premio puede marcharse a vivir donde se le antoje, mi querida tocaya.
          —París le gustará le sugiere Emma.


Héctor Daniel Olivera Campos

* Nació en 1965 en Barcelona, y actualmente reside en Badia del Vallès. Escritor apasionado por la literatura y la historia, cultiva la narrativa de forma regular desde hace más de una década. Ha ganado trece certámenes literarios: I Concurso de Microrrelatos ELACT (Cartagena, 2013), V y XIX Cibercertámenes literarios Hypatia de Alejandría (2013 y 2017), III Certamen de Microrrelatos de Historia Francisco Gijón (2015), XI Premio Saigón de Literatura (2017), XV Premio de Relato Corto El coloquio de los perros (2017), I Certamen de relato corto Té Cuento (2018), IV Certamen Contos de Ultramar (2018), XIV Concurso de Relatos de Viaje Moleskin (2019), III Concurso de Relato Hiperbreve Que no nos jodan la vida (2020), I Concurso de cuentos Hoja por hoja (2020), IX Concurso de microrrelatos Ribeira Sacra-Parada de Sil (2021) y I Concurso Akelarre (2021). Además, ha sido finalista de muchos otros premios, y ha publicado relatos en diversas antologías y revistas literarias de España, Latinoamérica y Estados Unidos. Ha publicado dos libros de cuentos: Mis letras me seguirán hasta los infiernos (Editorial Vampiro de libros, 2014) y Podemos y otros relatos indignados (Amazon, 2015); y una novela, El equívoco: El Evangelio según Judas de Nazaret (Ingram Content Group, 2022). Lo podéis seguir en su blog: http:// hectoroliveracampos.blogspot.com. Finalista del IV Concurso Litteratura de Relato.

2 comentarios:

  1. Mi enhorabuena, un precioso relato.

    Un abrazo y feliz año nuevo

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    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias de parte del autor, Albada!!! Feliz Año Nuevo, y un fuerte abrazo

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