sábado, 25 de junio de 2022

Escudo navideño......Tania Covelli*

 Finalista del IV Concurso Litteratura de Relato 

Foto: Pablo Rey, Niña wichí (Salta)

Vivimos en una casa vieja, un patio pequeño es el pulmón, tenemos un gomero en un balde de pintura que traspasó los límites, y sus raíces se metieron por debajo del piso y salen por la rejilla del agua. Es enorme, cubre parte de los patios de las casas de nuestros vecinos. Del patio dan todos los ambientes, dos piezas con persianas de madera gastada altísimas, la cocina chiquita, con platos sucios y comida hinchada por el agua en la pileta, y al lado el baño, es lo más feo de la casa, sobre todo en invierno. Le sigue una trampa mortal, la escalera de metal; los escalones son tan lisos y pequeños que para usarla es necesario poner los pies de costadito, de uno en uno. Esta escalera da a un altillo pequeño que ahora es sólo mi habitación, antes la compartía. Hace un tiempo estaban mi hermana más grande, Sol, y mi mamá Catalina, ella trabaja como cocinera y es de la provincia de Salta. Allá tengo familia que no conozco. 
          En total éramos tres mujeres y papá, y la abuela Sara, pero ella vive con su marido. Hace un tiempo todo cambió, ahora estoy sola con él. Mi papá se llama Bruno, es profesor de música, da clases en casa, tiene pocos alumnos.
          Yo no puedo hacer ruido, pero hago los mandados, creo que eso hace que él no salga mucho de la casa.


Desde que mi mamá no está, la abuela Sara hace todo en casa. Mientras limpia, canta una canción francesa que nunca me aprendí a pesar de su insistencia. Trae comida, ropa limpia, ordena y también trae plata. Viene al menos tres veces a la semana y nos pasan a buscar con el auto los domingos. Cuando estaba mamá, la abuela nos pasaba a buscar y nos llevaba sin consultarles, sólo porque así tenía que ser, porque así se hacía. Con el tiempo eso fue un problema, todo con la abuela y mamá lo era. Yo nunca pude hacer nada y papá tampoco, Sol se escapaba con sus amigos.
          Mamá trabajaba muchas horas, y se daba cuenta de que había estado abuela en casa. Cuando volvía cansada del trabajo, se escuchaban los golpes de las cosas que acomodaba como estaban antes, a su gusto. Pero de lo que nadie podía escapar era del 24 de diciembre, todos nos quedamos mal por las fiestas del año pasado. Mamá tuvo que trabajar doble turno ese día, la abuela decía que no podía permitir que nos quedáramos en casa para esa fecha. Por otro lado, mamá hacía varias semanas que discutía con papá por el tema de la abuela, que no quería ir a festejar a esa casa después de las doce, le decía a papá que si se buscara un trabajo, ella no tendría que pasar por todo eso, que la vida era imposible. El patio nos traía todo el bochinche mientras dormíamos, Sol me tiraba un almohadazo desde la cama de arriba de la cucheta y yo me subía a su cama, a dormir con ella.

Después de tantas discusiones, aquel día había llegado. Como de costumbre, pasó la abuela a buscarnos, apurada porque su marido esperaba en el auto. Me traía ropa nueva, me ayudaba a vestirme a los tirones, peleaba con Sol porque no le hacía caso y le decía que era una india, me aturdía con su voz. Llegamos a la casa llena de adornos y luces, estaba toda la parentela, nunca sé quiénes son, a las que reconozco son a mis primas, a la hermana de mi abuela y a su marido. Esa casa me gusta pero me asusta, es tan grande que una se pierde, es antigua, todo es de otra época porque esa casa era de los abuelos de mi abuela Sara, decía que eran franceses, tenemos escudo heráldico familiar.

          La mesa navideña es enorme y lujosa, cenamos vitel toné, ensaladas varias y pavo asado.
         Se hicieron las doce, abrimos los regalos con sonido de fuegos artificiales y, como todos los años, los de mis primas eran fabulosos, con Sol nos miramos y reímos. Ella se puso su pulsera de fantasía y yo mi vincha para el pelo. A lo lejos se escuchaba persistente el timbre, era mamá, venía a buscarnos. Desde el hall se veía a papá pidiéndole que entrara, la abuela reteniéndonos, Sol le soltó la mano, mamá nerviosa discutiendo con papá, estaba decidida a llevarnos, así que la abuela me dejó a cargo de su hermana y salió apurada a la puerta, parte de la parentela salió a la calle y la abuela le dijo a mamá que no se la entendía cuando hablaba, que parecía un animal, Sol salió corriendo afuera y yo la seguí, pudimos escuchar, a pesar de las bombas navideñas, que le dijo muy fuerte que se vuelva a su país, y una palabra fea. Creo que mamá estaba esperando algo que papá no hizo, así que se fue corriendo... y Sol se fue tras ella.

Esto pasó hace un año y es 24 otra vez, los invitados en la mesa se distribuyen por generaciones, los ancianos en la cabecera, mi bisabuela tiene 97; y en la otra punta de la mesa, formando una gota, una de mis primas, la más chiquita. María, de cuatro años. Todos están encantados con ella porque sabe cantar en francés.


Tania Covelli

* Nació en Buenos Aires hace 39 años. Trabaja como realizadora audiovisual, más concretamente en el área de Dirección de arte para Cine, pero está incursionando en la escritura. Realizó un seminario de escritura creativa con Mariana Mazover, en el que escribió un cuento corto, y nos cuenta que ha aprovechado la instancia para mostrarnos este trabajo, que es su primera obra, con la que ha quedado finalista del IV Concurso Litteratura de Relato.

2 comentarios:

  1. Muy lindo post para una mujer de bandera, muy viva y productiva.

    Un abrazo

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