sábado, 14 de septiembre de 2019

Huida......Paola Andrea Rinetti*

Finalista del III Concurso Litteratura de Relato

Foto: Guillermo del Toro, El laberinto del fauno
Se apartó las ramas del rostro, arrancó los pastos de raíz y salió de los tupidos arbustos en los que se encontraba. Se dejó caer boca abajo sobre el raso césped y guardó silencio.
Estaba descalza y con ropa de cama. Tenía notables marcas y raspones en sus brazos y manos, y las plantas de los pies magulladas. El sol ya había caído. La altura de las hierbas superaba mucho la de ella, por lo que la falta de visibilidad le hizo perder la noción del paso del tiempo.
Oyó que las hierbas se agitaban. El grave sonido de las secas y resquebrajantes hojas restregándose entre sí la precipitó. No la había perdido de vista. Continuaba acercándose.
Se incorporó y corrió hasta el umbral trasero de la casa. Abrió la vidriada puerta corrediza y entró. La luz del jardín estaba apagada, pero podía observar con claridad cómo se abría un camino entre la maleza circundante, cómo el caminar de aquel ser empujaba las hierbas con las que se topaba hacia ambos lados, y estas se arqueaban y separaban formando un sendero artificial.
Trabó la ventana, corrió las cortinas y se alejó. La pálida luz que emitía el velador de la sala le permitió vislumbrar la aparición de una desdibujada sombra a través de la ventana; una sombra cuyo tamaño comenzó a variar progresivamente, una sombra cuya nitidez y composición comenzó a afinarse cada vez mas.
Abandonó la sala y subió las escaleras trastabillando, sosteniéndose con ambas manos de la barandilla. Cruzó el pasillo y se encerró en la primera habitación, junto a la cual había un cuadro con la leyenda “Oficina”. Apoyó la espalda sobre la puerta y oyó cómo se intentaba forzar el ventanal de vidrio por el que ella había entrado. En medio de un absoluto silencio y una total oscuridad, predijo en base a los sonidos el proceder de quien la perseguía. Ante al fracaso por no poder irrumpir en la vivienda a través de la puerta trasera, el extraño ser caminó por el fondo hasta uno de los laterales y rodeó la casa hasta llegar a la entrada principal. Allí le bastó simplemente con accionar el picaporte, pues el cerrojo no estaba colocado. El perseguidor estaba ahora dentro de la casa. Caminó por la sala hasta llegar al pie de la escalera, donde comenzó a ascender escalón por escalón.
Los resonantes y consecutivos pasos la desesperaron. Los pies del extraño chocaban contra los peldaños de madera, haciendo rechinar toda la escalera. Palpó la puerta y su ansiedad aumentó al darse cuenta de que no estaba la llave colocada.
El sonido del retumbe cambió de repente: ahora era más grave y embotado; el intruso ya se encontraba en el piso superior recorriendo el pasillo.
Se tapó la boca con ambas manos. El ser continuó caminando hasta detenerse justo frente a la puerta de la oficina. Lo sintió tocar la pared con la mano. Casi que lo podía oír respirar. La luz del pasillo se encendió. El haz se coló por la apertura de la llave y la rendija inferior de la puerta. Bajó la mirada y pudo ver la sombra de los pies de su perseguidor. 
En cuanto las manos del extraño rozaron el picaporte, se arrastró por el alfombrado suelo y se ocultó detrás del pupitre. Se sentó, llevó las rodillas al pecho y se abrazó a sus piernas.
La puerta se abrió. El intruso entró y caminó hasta uno de los costados del escritorio. Allí permaneció de pie unos segundos, sin emitir sonido.
No quería observar con detenimiento. Sentía miedo. Prefería desconocer el aspecto del extraño que tenerlo frente a frente y horrorizarse. No parecía humano. Su sombra lo delataba. Si bien toda silueta a contraluz es amorfa y extraña, aquella era más amorfa y extraña aún; y de dimensiones descomunales, y de extremidades y miembros superlativos.
La luz que entraba en la habitación evidenciaba que la puerta permanecía abierta. No podría permanecer allí mucho tiempo más. Las reducidas dimensiones del lugar limitaban la cantidad de escondites, y la casi total falta de muebles hacía obvia la guarida elegida.
En cuanto el intruso dio un paso al frente, salió del hueco del escritorio de un salto, corrió hasta la puerta sin mirar atrás y la cerró. Oyó un correteo pesado en el interior y rápidamente se desplazó con apuro por el pasillo hasta el cuarto ubicado al fondo del corredor.
Ingresó y cerró la puerta. Aquella tampoco tenía llave. Se arrodilló y en cuanto giró la cabeza al interior de la habitación, divisó una cama, muebles y una ventana con sus correspondientes cortinas flameando al viento. Agudizó la vista y distinguió al menos tres o cuatro siluetas corpóreas diseminadas por el lugar: eran cuerpos humanos, todos recostados en el suelo y adoptando diversas posturas. Se horrorizó y tuvo que contenerse enormemente para no gritar.
La puerta de la oficina se abrió y cerró al instante con ímpetu. El ser corrió con rapidez por el pasillo y sujetó con fuerza el picaporte.
Con desesperación, se apartó de la puerta y cayó hacia atrás, rozando uno de los cuerpos. Giró y con el pecho al ras del suelo, comenzó a arrastrarse en dirección a la ventana.
La puerta se abrió de golpe y el picaporte se estrelló contra la pared lateral. Una pesada mano le sujetó el hombro y la volteó. Gritó.
La luz se encendió de repente.
Suficiente por hoy, niña. Ordena este desastre y alístate para la cena le dijo incisiva la mujer a su hija, que se encontraba recostada en el suelo boca arriba, sobre una montaña de osos y muñecas, riendo a carcajadas.


Paola Andrea Rinetti
* Nació en Necochea (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1987. Es Realizadora Integral en Artes Audiovisuales, productora, guionista, escritora, correctora y redactora. Además de haber obtenido hasta la fecha numerosas menciones, publicaciones y premios en diversos concursos literarios a nivel nacional e internacional, en 2013 publica su primer libro de relatos breves, titulado Cenital y otros cuentos (Editorial Dunken). Actualmente, está trabajando en la escritura de guiones y se halla próxima a publicar un segundo libro de historias breves, alguna de las cuales espera adaptar para llevarlas a la pantalla como cortometrajes. Finalista del III Concurso Litteratura de Relato.

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