Foto: Sensación de vivir |
una profesión en la que acabó considerado como un profesional de reputada fama y consideración. Alguien que crearía escuela, enseñaría a una futura generación y acabaría figurando en las enciclopedias.
Cuando entró en su
habitación, encontró la cama, la silla y la mesa en idéntica
posición. Giró las alas de la lámpara-Batman, atento a las
cortinas de superhéroes que jamás escaparon. Sus cromos de fútbol
estaban perfectamente apilados en la mesa junto a las figuritas de
los pastelitos de chocolate, que también se encontraban en perfecta
formación; el póster y el banderín de su equipo favorito,
chinchetas eternas con fotos de El Equipo A, el Coche Fantástico y
Diana comiéndose un ratón en V.
Escuchó el mismo sonido de televisión encendida en el salón. Encontró a sus padres igual que cuando se fue. Era como si no hubieran cambiado desde entonces. Sin embargo, la casa se había quedado pequeña. Era más que eso, la casa y sus padres se habían quedado congelados en el tiempo. Había estado tanto tiempo fuera, tanto tiempo sin saber de ellos, sin visitarles, que se habían quedado igual que siempre. Sus padres como unos cromos que ya no valían ni para intercambiar en un mercado de antigüedades. Gritó que estaba cansado, que el viaje había sido muy largo y que necesitaba descansar. Sus padres y la televisión contestaron que muy bien y que ya sabía donde estaban las cosas.
Escuchó el mismo sonido de televisión encendida en el salón. Encontró a sus padres igual que cuando se fue. Era como si no hubieran cambiado desde entonces. Sin embargo, la casa se había quedado pequeña. Era más que eso, la casa y sus padres se habían quedado congelados en el tiempo. Había estado tanto tiempo fuera, tanto tiempo sin saber de ellos, sin visitarles, que se habían quedado igual que siempre. Sus padres como unos cromos que ya no valían ni para intercambiar en un mercado de antigüedades. Gritó que estaba cansado, que el viaje había sido muy largo y que necesitaba descansar. Sus padres y la televisión contestaron que muy bien y que ya sabía donde estaban las cosas.
Era demasiado pronto, se
podía ver el atardecer. Se asomó a la ventana y al contemplar el
paisaje que dejó, se alegró de que todo siguiera siendo igual
que entonces. Estiró los brazos, respiró el mismo aire y contempló
el mundo idílico y arcádico de siempre: las ovejas y el pastor a la
sombra del mismo árbol, los templetes griegos, un faro en un mar
enlatado entre galeones y ruinas clásicas, coros y ángeles con
trompetas, las villas campestres, los palacios, las casas humildes,
lagos, estanques con bañistas gordas, la naturaleza frondosa, los
patricios a caballo vestidos con elegante túnicas, los esclavos
escultóricos y bronceados, flores, guirnaldas y, en el marco de la
ventana, una pegatina de Sensación de Vivir.
Cierra la ventana, se
echa sobre la cama, siente su sonrisa y va notando como los párpados
se van cerrando. El descanso del guerrero que se alegra de haber
regresado a casa, para siempre.
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