Foto: Paula Arnal Uribe, Niños tirando piedras |
Es bueno que te diga
todo esto, así podrás concentrarte bien y olvidar a esa muchacha del aula que
te miró sonriendo cuando salían de la escuela. Olvidarás aquel momento en que ella
estaba sentada y miraba hacia otra mesa. Eso no te gustó. En la otra mesa
estaba ese muchacho que pintaba bien en el papel y decía ser amigo tuyo, y
ahora ya no lo es porque no quieres que lo sea.
Ahora ya no puede ser
tu amigo.
No es como antes, como
el tiempo en que se iban los dos hasta la orilla del mar y tiraban piedras a
las olas. Veían romperse el agua con toda esa espuma blanca, y se reían ustedes
dos, y regresaban juntos por el camino de arena.
Ahora no.
Ahora te has quedado
pensando otra vez y te preguntas por qué las cosas no son como eran antes.
Pero recuerdas que
esa muchacha de la escuela miraba hacia la mesa de tu amigo, y se reía, y eso
te molesta.
Mañana tienes la
prueba de Historia y no te puedes concentrar en la lectura. Aquí estás tú,
tratando de leer el libro que te dieron en la escuela. Ese libro de las páginas
marcadas con tinta azul, como si alguien se hubiera puesto a dibujar las cosas
que leía.
Pudieras ser el
hombre que llegó a caballo a salvar la ciudad, o el negro esclavo que huyó al
monte y peleaba con los perros, o aquel otro, el niño de doce años con su
carabina al hombro disparándoles tiros a los soldados.
Todo eso pudieras ser
tú.
Por eso es bueno que
me siente aquí, para que veas todo lo que puedes ser y olvides un momento a la
muchacha del aula. Es cierto que ella miró hacia la otra mesa, pero después
quiso decirte algo y tú apartaste la mirada.
Tú piensas que esa
prueba de Historia no es nada importante.
Y ella miró hacia tu
amigo para pedirle dibujar en un papel esas láminas del libro.
Quería dártelas a ti.
Quería que fueras el hombre del sombrero que llegó a caballo, o el esclavo
que peleaba con los perros en el monte, o el niño de doce años que disparaba
tiros en su puesto del combate. Ella quería que fueras todas esas cosas.
Y tú pensaste mal.
Creíste que ese
muchacho de la mesa vecina ya no puede ser amigo tuyo.
Ahora te ves aquí,
tratando de leer, y lo recuerdas.
Te acuerdas de las
olas que se rompen con las piedras.
Por el camino de
arena ustedes dos, tu amigo y tú, jugaban a ser el héroe o el villano.
Será mejor mañana,
cuando vayan los tres.
Tu amigo y la
muchacha del aula irán contigo hasta el mar. Ella sonreirá para los dos y entre
los dos le enseñarán a tirar las piedras.
Será mañana, sí,
cuando terminen de hacer la prueba y salgan de la escuela.
Por eso me siento
aquí, para que veas.
De todo eso se habla
en este libro, y no de otra cosa cualquiera.
Se habla en esas
páginas de gente como tú, que tuvieron amigos y los perdieron sin remedio. Y de
otra gente menuda y fiel que murió antes de tiempo. Y gente mala también, que
vivió para hacer daño.
Y ahora estás aquí
tratando de leer, solo leer, y recuerdas a tus amigos de la escuela. Los puedes
ver aquí también, dentro del libro, escondidos entre las páginas.
Simple y maravilloso. Esas son las historias que hacen grande este rincón literario. José A. Ramírez.
ResponderEliminarUn relato maravilloso. A la vez, tierno, duro, real... Inevitable
ResponderEliminar¡¡Muchas gracias por tus palabras, José Aristóbulo!!! Todo el mérito de este rincón literario es de l@s autor@s que colaboran en él, y en este caso le corresponde por entero a Emerio Medina, ¡¡gracias en su nombre, Anónimos!!!!
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