Foto: Lisa Bonet en El corazón del ángel, de Alan Parker |
Buceé un buen rato, le metía la mano
derecha debajo de las nalgas y sentía el flujo y su respiración azogada, como un ronroneo que más parecía que lloraba, no sé, sollozaba, me pareció notar eso cuando alcé un poquito
la mirada, pero tampoco quería desacelerar para no perder el ritmo. Y sentía
las gotitas caer y me sentía lleno.
Todo empezó cuando nos vimos
a la entrada del cabaret El Pontífice
y me pidió fuego para encender un cigarro. Que no tenía. Que si era de acá, que
de qué parte. De Lengua de Pájaro, le dije. Pero que si era de acá parecía yuma,
y que si la invitaba a una cerveza.
Eso depende.
¿Depende de qué?
De lo que tengas que ofrecer.
¿Como qué?
Algo más allá de los
millones de quejas, que si no tengo esto, que si no tengo aquello, que todo
está caro y no tengo plata, que el sueldo que pagan es una miseria y demás.
Y en eso que se ríe y me
dice que soy gracioso por cómo hablo. Y que si vivía allá en Buenos Aires para
qué vine a este país tan pobre y sin recursos, y que no todo tenía que ver con
el bloqueo del que acusan a los Estados Unidos, que también hay uno dentro muy
bien trabajado y sutil. Y que poco a poco le van soltando la información a
la gente como para que parezca que hay libertad y esas cosas, que el otro día
sin ir más lejos dieron un programa en la televisión donde hablaban de una
novela de Orwell, no la de los animales que se rebelan en la granja, la otra,
la de la sociedad en la que le intentan borrar el cerebro a la gente y la
capacidad de pensar, que eso para estos tiempos es un golpe muy bajo, pero que
por desgracia mucha gente no lee más allá de la primera lectura, de ahí la
suspicacia de los Poderes y el adoctrinamiento de la gente desde hace mucho. ¡Uf,
qué tipa, y parecía que no!
¿Qué estudiaste?
Ciencias Sociales, pero no
la terminé, papi.
O sea, que deduzco me dices
que no hay libertad.
¿Liber qué? Muy limitada, y
siempre y cuando lo que digas en voz alta no sean dardos que molesten a lo que
El señor Estado quiere oír, bueno, escuchar.
Me sedujo ese matiz. Y entre
una cerveza y otra, fuimos pasando a comentarios más picantes, y qué era lo que me
atraía de ella, pero que la verdad, sin inflarle.
Que ese chorcito que traía y
el bollón ese, para comérselo todo. Que me disculpara fuera tan directo, pero
que así era. Llamó al camarero y le preguntó si se podía conseguir la pepa
negra, para que le diera luego de la chupadera pinga va y pinga viene. Y que
también la disculpara, pero que ella también era muy directa cuando tocaba.
Antes de medianoche ya estábamos
viajando. Y lo afeitadito que lo tenía, pero que yo tenía que quitarme toda esa
pelambrera si quería volver a repetir con ella, que eso ahora no se usaba.
Fue un gustazo tremendo. No
diré su nombre porque no es necesario, pero esa diosa llegará lejos porque no sólo
tiene un buen polvo, o como dicen por allá por el Sur, afila bien, sino que tiene
cabeza, y con seso ya tiene medio camino hecho. Y no, no quiso que le diera
nada de plata, que al llegar le mandara un libro de Kundera.
La broma,
papi, que no se te olvide.
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