Para Sándor
Foto: Jesús Cristóbal Flores, El encadenado |
Poco antes de salir, me detuvieron en
esta misma calle. El aeropuerto está cerca. Siento los aviones cuando despegan
o aterrizan. Veré qué pasa mañana cuando venga el Mayor. Son muy suspicaces
estos mandos del poder militar, son los que cortan y dividen el pastel desde siempre,
desde hace muchos años, como en los tiempos de Franco. O del gran Stalin.
El profesor Jordi sabe mucho
de esas cosas, y todas las chicas de la Facultad de plaza Universitat viven humedeciéndose
con él cuando lo escuchan. No me quiero ir, porque yo también soy de acá y
nunca renuncié a la ciudadanía ni a mis raíces, pero me siento traicionado,
defiendo muchas cosas de la Revolución pero me siento traicionado, digo. Soy un
poco de acá y un poco de allá. Si lo que opinas no se parece a lo que el Estado
quiere escuchar, pues ya estás metido en un barullo, que si estás trabajando
para los americanos, que si eres un espía del famoso imperio, que si esto, que
si aquello. Que por qué se me publicó esa novela fuera y no la presenté en
alguna de las editoriales del país. Y sí, cuando me llevaron a los diecisiete
años para aquel infierno de Playa Manteca, pues sí, ahí se me torturó, los
periódicos no hablan de eso pero sucede, yo lo viví, no me lo contaron, lo viví.
No me dieron golpes directamente, pero me hicieron daño. Me esposaron desnudo en
un cepo metálico y ahí estuve más de siete horas, y pasaban los maricones y la
gente de otros bloques y me decían cosas, que si era lampiñito y una cosa muy
rica esa, que si ya había probado, que si era virgen.
Llamaron a un médico, pero
eso es para que parezca lo que no es, un simulacro, un discursito para aparentar.
Me siento herido y molesto, y no logro entender por qué se empeñan en judicializar
lo que la gente diga en voz alta, lo que piensa, y todo sea un riesgo. La
propaganda dice que somos un país libre. Hasta el mismo Comandante lo ha dicho
y escrito, y lo traicionan según quién y quiénes, y hasta he conocido a polis
que hacen lo que sea por ganarse unos pocos dólares, el sueldo que les pagan es
muy bajo. La gente se va no por un problema ideológico, se larga por un asunto
económico, por mejorar. Si pagaran mejores sueldos, muchos y muchas no se
arriesgarían a enfrentar la tan famosa travesía, saltar de país en país para
llegar a los USA como sea. Eso no me interesa, nunca he tenido ganas de conocer
Estados Unidos, ni siquiera me tienta la curiosidad. Yo laburo como lector de
una Agencia Literaria y tengo opiniones propias, y cuando algo no me cierra,
como dicen los porteños, pues no me cierra. Y todo tiene un argumento, ¡hasta
lo que no lo tiene, lo tiene, conste!
Me viene al pensamiento
Verónica. Que mejor evitara todo lo que tuviera que ver con política. Que la
política está en todo, desde la
Odisea hasta hoy, le dije. Que de acuerdo, pero que mejor esquivar
esas rosas. ¿Hay rosas sin espinas? Raro, un país donde todo está politizado
que prohíban hablar de política, no logro captar dónde está el meollo, cuál es
el misterio, qué hay detrás de según qué normativas y prohibiciones.
Me gusta Verónica, tiene
unos labios que le invaden la cara, alguien del cine diría que sobrepasa la
pantalla y se gana al espectador sí o sí. No quiero ser vicioso, pero tiene
labios de mamalona y eso casi siempre es un punto a favor.
Veremos qué dice el oficial.
Y lo del médico quiero creer que no es un peligroso anticipo. Dicen por ahí que
para condenarte acá no es necesario que hagas nada, que lo que sea te lo
inventan si molestas. Quiero creer que no molesto, que me argumenten en qué y
por qué. Lo del médico me parece un poco sospechoso, me da qué pensar, pero
debo ser paciente y esperar. Es la religión que se practica por estos pagos.
Esperar. Y seguir esperando. No sabemos qué, pero esperar.
El viernes pasado me bañé en
el río Mayarí y soñé que los peces lo invadían todo.
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