sábado, 28 de julio de 2018

Ten en cuenta (Retrato de familia bien)......José Andrés Montaña*

Ganador del III Concurso Litteratura de Relato

Foto: George Redhawk Dark AngelOne
Déjate querer, por favor, que yo me muero por ti, le decía a tu mamá, hija, porque ustedes las mujeres después de que cumplen quince años se vuelven crueles con los pobres hombres que las cortejan, y así era tu mamá, cruel, despiadada y orgullosa conmigo, hija, no seas excesiva con esos muchachos, diles la verdad, pero no los dejes en la incertidumbre, a la espera de un beso, pues tú sólo respondes al amor con fuertes cachetadas, cientos de cachetadas tuve que soportar de tu madre, hija, y tú no te quieres quedar atrás; hijo, no sufras por esa niña, vamos a jugar, y él que me decía que la niña le gritaba que ella amaba a Felipe, y que todas las niñas amaban a Felipe, y que no importaba que Felipe tuviera otras niñas, que ellas de todas maneras le seguían queriendo, mientras tú, hijo, en silencio, callando y soportando con amargura la primera experiencia sentimental, hijo, no sufras por esa niña, vamos a jugar que te compré una pelota nueva, reúne a tus amigos, hijo, pero no tengo ningún amigo en este conjunto, papá, todos me cargan bronca porque yo le di un puño a Felipe, es que esto del amor es difícil, papá, y creo que después de la muerte de mamá por eso no te volviste a enamorar, mientras yo lo escuchaba, descifrando algún reproche subliminal, ¿padre, y cómo murió mamá?, y es que tu abuela, hija, también fue dura con el desdichado viejo de mi suegro, y mi abuela con el desventurado viejo de mi abuelo y creo, hija, que no tendrás remedio, por eso, rompe esa espantosa tradición y dile la verdad, dile al muchacho que te está esperando en la puerta que no te gusta, que él no es tu tipo, yo que sé, que ya tienes novio quizá, dile algo pero no lo dejes aguantando frío toda la noche con las flores que te trajo, además lleva una semana en el mismo sitio, estático, viendo cómo caen de uno en uno cada pétalo de los tulipanes que sabrá el demonio por qué no se han marchitado aún, si tu temperamento marchita hasta las flores artificiales, hija, dile la verdad, no entiendo, padre, ¿si mi madre murió ahogada, por qué tú no te ahogaste con ella?; mi madre sí me decía que esa mujer no era para mí, que me fijara en la hija de los Bermúdez, que ella estaba completamente enamorada de mí, que haría cualquier cosa por mí, hasta que finalmente se murió, tal vez porque nunca le presté atención, yo no te hice caso, madre, por eso mi padre me llevó varios años fuera del país, a recorrer el mundo, para que me olvidara de su madre, hijos, y no funcionó, cada día extrañaba más la antipatía de Isabel, sus muecas, sus cachetadas, sus desplantes, su impuntualidad e, incluso, que me dejara plantado, como siempre lo hizo conmigo. Madre, ¿por qué razón las mujeres se portan así cuando sienten que han encontrado el hombre de su vida? Te dije que la hija de los Bermúdez te convenía más. Padre, ¿por qué somos tan masoquistas nosotros los hombres? Hija, si no bajas, le digo al muchacho que suba y le tendrás que decir definitivamente la verdad. Porque siempre has sido rebelde, hija, y yo te decía, no cojas esas porcelanas, y las dejabas caer hasta quebrarlas todas, no cojas la colección de monedas de tu padre, no juegues así, haz las tareas, no les rompas los cuadernos a tus compañeros, no dañes el álbum familiar, y no, nunca hacías caso, mientras con tus apenas dos años te preparabas para huir; no cojas ese jarrón, y lo rompías, no abras la llave del lavamanos, y la dejabas abierta hasta que notábamos una menuda gota cayendo del segundo piso al primero, a la vez que se hacía un chorro de agua pasados unos minutos, y subíamos preocupados, y tu llorabas angustiada, haciéndonos creer que estabas verdaderamente preocupada por lo que habías hecho, pero en el fondo lo hacías para evitar cualquier regaño, y te alzábamos en los brazos, pasando por alto tus caprichos, hija, pues siempre has sido caprichosa, orgullosa y cruel; le voy a abrir la puerta a ese muchacho que ya padece de hipotermia. No te preocupes, hijo, yo hablo con la mamá de Felipe y le explico las razones para que le hayas propinado tamaño golpe, porque a esto nos llevan las mujeres, hijo, a pelearnos entre nosotros por ellas, es preferible que te enamores de la más fea a que tengas que remorderte de celos por dentro con la más hermosa de las mujeres, son coquetas, vanidosas, y a veces, flojas, perdona, hijo, que te diga esto, y no quiero atribularte, ni mucho menos deshonrar la memoria de tu madre, pero ella nunca fue la excepción, tenía actitudes de reina, y vaya que lo era, y yo no era su rey, ni su príncipe azul, era solamente su siervo, su esclavo, el más imbécil de sus escribanos, que le llenaba el buzón con poemas de amor para que ella me los devolviera al mes, en una diminuta bolsa blancuzca, como rastros de ceniza, en donde se alcanzaba a notar cierta muestra de papel que en efecto rescataba parte del título de los miles de poemas que le escribí a tu mamá, hijo, pero no importaba, pues siempre amé a tu madre, aún así, soberana de mis pasiones, reina de cuanto movimiento hiciese; me sorprende esa pregunta, hijo, ya te expliqué qué sucedió en aquel paseo, por fortuna me salvé, o si no hubieran quedado abandonados a la suerte del azar con sus tíos, los ególatras, arrogantes, presuntuosos y depravados, quienes siempre nos han visitado nada más para humillarnos y causarnos ultraje, tus tíos, malditos sean por siempre; vienen de sus países de residencia tan solo para mofarse de nuestra pobreza, nos ofrecen el dinero para pagar todas nuestras deudas, pero sus indirectas y su comportamiento pasado es tan aberrante que jamás les recibiremos un solo centavo, hijos, si hemos de conseguir algo que sea por nuestros propios medios, te imaginas, hijo, lavándoles los pies a tus primos, te imaginas, hija, embarazada de tu tío, si ya abusó de ti una vez, qué le cuesta ahora arruinarte la vida con un crío. Pero lo que más me duele, hijo, es haber faltado cuando más lo necesitabas, porque la familia sólo nos ha traído vergüenza y degradación, quién se iba a imaginar, hijo, que tu primo, mayor seis años que tú, no, hijo, dime la verdad, es cierto, papá, y las lágrimas te ahogaban, tú, y yo también, atacados en llanto, como el niño que se pierde en un centro comercial, y tu madre te interrogaba, es cierto, mamá (es cierto, hijo, yo la pude salvar), mi primo me pedía que me quitara el pantalón, te juro que lo mato, Isabel, cálmate, Miguel, tu madre me engañaba con tu tío (mi hermano y el padre de ese monstruo que tanto detestas), es cierto, papá, juro que lo voy a matar, me pedía que me acostara bocabajo y que no le contara a nadie, esta vida de miseria, papá, toda mi vida ha sido una reiteración de fracasos, deshonra y desamor, no, hijo, ya vendrá la mujer que has soñado. Hija, el muchacho está en la sala, ¿verdad, papá, que a mi abuelo se le cayeron los dientes en otoño?, me preguntabas cuando tenías seis años y tus dientes comenzaban a desprenderse, hija, el muchacho dice que no se va a ir hasta que no hables con él, y tú, por fin le decías a alguien que lo amabas, hija, por eso la boda nos tomó por sorpresa, tú, quien por primera vez se dejaba dominar por la paciencia y perseverancia de un hombre; el muchacho me cae bien, hija, desde luego tienes mi aprobación. Y todos los años me haces la misma pregunta, Orso, ¿acaso sospechas algo?, dímelo ahora, y en ese continuo discurrir de evasivas fuimos perdiendo el tiempo, el alimento se sedimentó lentamente en mi estómago ensanchado, las arrugas comenzaron a invadirme, mis movimientos ahora son más aletargados que antes, mientras tú ya eres un profesional, hijo, con muchas especializaciones, y yo, un patético poeta y escritor fracasado, que nunca ha publicado nada y todos sus intentos de suicidio han salido fallidos, ¿padre, dejaste morir a mi mamá en aquel río? Mientras yo miraba el suelo, con el cuerpo frío, sudando, dejando descolgar una lágrima delatora, abriendo el cajón de la alacena, sacando y dejando lista la pistola con la que tantas veces quise asesinar a tu tío, a tu primo, al vecino, y al perro que defecaba en mi antejardín, el arma que nunca me sirvió para asestarme el tiro de gracia que cesara definitivamente mi intromisión en este mundo sin dirección, tal vez si no hubiera nacido nada de esto habría ocurrido con ustedes, hijo, es cierto, aquella tarde en la finca de mis amigos, cuando fuimos al río, tu madre quiso nadar un rato, mientras apuntas con temor hacia mi pecho, es cierto, hijo, pude salvarla, pero era mejor que no fuera mía, tampoco de tu tío, ni siquiera de mis falsos amigos que simulaban venir a visitarme justo cuando sabían que había viajado, y yo, burlado, con las protuberancias del cachón, duras y gruesas como las de un carnero, me sacrificaba con reuniones imprevistas, viajes ficticios, visitas a mis padres que duraban semanas, es cierto, hijo, puedes disparar cuando quieras, tu hermana lo sabe todo, pregúntale, pero el sonido del teléfono no me salvó, en realidad quería que Orso acabara con esto de una vez por todas, porque no hice nada para salvar a su madre, pero su hermana lo sacó de dudas, ¿acaso crees, hermanito (primero nació Ariadne, siete años después Orso), que te estoy diciendo mentiras?, yo siempre te he dicho la verdad, en el momento en que descuelgas el teléfono y caes al piso envuelto en llanto, te abrazo, cayendo también al suelo, empapando la alfombra con las lágrimas que nunca se hubieran derramado si mi padre no hubiera preñado a mi madre en aquel cuarto del servicio, porque la nodriza era la sombría e ingenua amante del hijo mayor de la familia más pudiente de este pueblo marchito, como las flores que envenenaste con la mirada, hija, con la simple mirada, después de que mi yerno se cansó de tus caprichos, marchándose lejos, muy lejos, a donde debí quedarme, en Ukrania, en Uzbekistán, en Vanuatu, en la Patagonia, en el Polo Norte, lejos, muy lejos de ti, Isabel, y todo esto no hubiera pasado nunca, lo peor es que te amo y no dejaré de hacerlo jamás, así te hayas sumergido para siempre en el fondo de mi remordimiento.


José Andrés Montaña
Licenciado como Profesional en Estudios Literarios por la Universidad Nacional de Colombia y Máster en Informática Educativa por la Universidad Nórbert Wiener de Perú, en la actualidad es docente del Área de Humanidades y Lengua Castellana en la IED Mariano Santamaría (Cundinamarca, Colombia). Se define como un amante de las letras, por eso optó por cursar Estudios Literarios, y le gusta enseñar a leer y escribir, por lo tanto, se ha dedicado principalmente a la docencia. Sostiene que escribe en algunos momentos confiando en que sus obras puedan ayudar a alguien o puedan perdurar en la memoria de la literatura. De momento, ya ha conseguido pasar a la historia de nuestro blog: es el ganador (ex aequo) del III Concurso Litteratura de Relato.

2 comentarios:

  1. Una apuesta arriesgada y compleja desde el punto de vista narrativo con resultados muy satisfactorios. Felicitaciones.

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