La práctica del amor renace a manera de necesidad
no en el resentimiento de los actos del hombre
que usó la palabra para fundar el vacío.
Años vagando por el desierto,
enterrada en la arena
yacía la conciencia;
muestra la caverna de los murciélagos con dientes de diamante; caeré sobre la montaña de guano: vuelvo a pedazos, otros me suceden en el cauce de un brillo sin luz que busca las tinieblas. Allí las llamas se extinguen, profundidad sin aire, suben arañas por tu vacío, serpientes abrazadas a la gigante sombra viajan sobre la arena
tallan corazones.
¿Quién pondrá de nuevo la otra mejilla
mientras resbala en el lodo del tiempo?
Desaparecen las cúpulas y todo el arte divino
con el que vistieron los muros de mi sueño,
las maneras posarán ante la conciencia como un objeto
y estos dos mil años se cantan
en quejas de la naturaleza
en todo lo extinto que en mi nombre arrasaron
con el poder, sueño que se queda sin caminos.
¿Querías más que la conversación de los días
como miradas que se encadenan? La una mira la otra
si parpadean se sueltan. Invito al almuerzo desnudo
(hace años no comemos) para mirar el cielo, averiguar los nombres.
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