Segundo Premio del I Concurso Litteratura de Relato
Yo conozco cuál es el sonido de todas las cosas al
caer. Eso era lo que quería decirte, papá, Yo sé que después de dispararle a un
pato en la cabeza su sangre amortigua la caída. Sé que los débiles se destruyen
con dar un paso en falso y que al darlo tú los tundes con un buen golpe. Eso
quería decirte, papá, que sé cómo se escuchan al caer las manzanas podridas los
himnos de un coro que no sabe cantar los balones jugados por los niños a las
dos de la tarde sé también cómo caen mis sueños frente a tus negativas y sé
perfectamente incluso mejor que cualquier otro cuál es el sonido de un cuchillo
manchado de mantequilla. También puse especial atención cuando arrojabas el
dinero al piso para que yo lo recogiera. Distingo bien entre las monedas de
cinco y las de diez aunque admito que titubeo entre el billete de cincuenta y
el de veinte. Si hubieras arrojado más de cincuenta no dudaría, papá, te lo
prometo. Y no te preocupes, papá, me queda muy claro que los pasos de María son
muy distintos a los de Mónica o de Ana. Y me enseñaste bien que una botella
semivacía explota con coraje. Una vacía por rutina. Una llena nunca cae. Nunca
cae de tus manos, papá, Los pianos no caen los rompen. Los boleros flotan para
desplomarse. Una mujer puede rendirse y después de eso puede que caiga y puede
que no. Yo no me he rendido no hasta ahora. Quizás no sepa muy bien cómo suene
al caer una mujer hermosa pero ha de sonar igual que las sábanas blancas. Tus
zapatos caen con autoridad sin reflexionar sin atender reproches. Tus palabras caen
con ironía y la ironía es un silbido que atraviesa el alma. Sé también Vaya que
lo sé Me lo has dejado comprender Me lo has dejado comprender Que mamá al caer
sonaba como cualquier perro, como cualquier perro, papá, como cualquier perro y
ese sonido reventaba en mí como las entrañas de un recién nacido. Y los golpes
que daba mamá contra la pared sonaban igual que las lágrimas del cemento.
Y
recuerdo también recuerdo que por una vez Sólo una vez escuché que tú caes como se derrumban los dioses inútiles y llenos de plegarias. Ese día también escuché cómo
caía una botella semivacía. Sé perfectamente y sin ninguna
cavilación que una mochila depende de los padres. Sé que un cristal rompiéndose
es un cliché pero qué cliché más hermoso, papá, un cliché del dolor y la
ruptura. Un cristal se rompe desde su centro y después todo es silencio. Un
silencio tranquilizador y lleno de polvo de cristales. Sé muy bien que los
pájaros silban para morir de pie y crujen para caer con las alas rotas.
Descubrí que detrás de tus pasos caen ilusiones y que después de las doce todos
los relojes se rompen en las sombras. Tú llegas a las cuatro a las cinco y las
horas al caer se desploman con el sonido de un portazo. La noche cae sobre las
estrellas y éstas no suenan como cristales. Las estrellas se rompen desde fuera.
Sólo quería decirte esto, papá, sólo quería decirte que después de que me caiga
escucharás el único sonido que no conozco: el de mi cuerpo, rendido, por fin
rendido frente a tu puerta. Puede que tú des entonces el portazo de las cinco
el de las cuatro o el de las tres y ahí estará mi cuerpo abatido sobre el único
sonido que no conozco.
* Es mexicano, director de la compañía de teatro Rodar la Casa, con la que obtuvo el premio al Mejor texto original en el Rally de
Teatro Independiente. En narrativa ha logrado los siguientes reconocimientos:
Premio Nacional de Cuento Campirano (México, 2010), Premio Los Hermanos, convocado
por Aldeas Infantiles SOS (España) y Premio Caminos de la Libertad para jóvenes
(México). Segundo Premio del I Concurso Litteratura de Relato.
Rodrigo Alberto Hdez. Cuellar |
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