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Foto: The New England Journal of Medicine |
Eso fue todo lo que preguntó.
No pude responder ni media palabra, quedé con los labios sellados y la
respiración entrecortada. En verdad tenía razón, y tuve que dejar que me dijera
y me mirara con ojos raros. Me he sentido muy mal en estos días porque verlo
así tan indefenso, grande, ya hecho un hombrecito y con eso en la cara, se me
rompe el corazón. Desde que era pequeño lo tuve cerca de mi, tú bien sabes que
no pude hacerlo con Lenita, después que perdí el niño quedé medio boba,
sentimental, todo me da miedo y con él se me ha ido la mano. Aquél no sabe qué
es darle un abrazo, qué es gastar dinero para comida o ropas.
Desde chiquito,
ha sido medio cabeciduro ese muchacho, pero inteligente. Recuerdas cuando
estaba en la primaria, millones de veces me mandaron a buscar por los pleitos. No
se me olvida aquella vez que se fajó con el niño de Marieta, la que trabaja en
tienda, y le enterró la punta del lápiz en la espalda. ¡Nooo!, y aquella vez
que el director le levantó un acta porque lo desafió en plena plaza de la escuela.
Es cierto que se las trae, lo que pasa es que, pobrecito, no ha tenido la
permanencia de una figura masculina que le ponga mano dura, y además hemos
pasado necesidad, tú no estás ajena a lo que yo he vivido, no tener ropas, no
tener dinero para comprar un juguete a tus hijos o un plato de comida para que
se acuesten es muy duro, más que duro es triste. Claro que yo sé que los
problemas vienen de atrás, pero ¡no podía permitir que me lo llevaran para un
reformatorio o una escuela de menores! Qué va, ¡me muero, eso para mí es como
una cárcel, pero de niños! Mira, no te lo niego, yo le cogí un odio a las
maestras de la escuela primaria, porque cada vez que pasaba algo me decían que
llamarían a los de menores, que le abrirían un expediente y que ellas creían
que era lo mejor para el niño. Claro, como no era su problema, lo de ellas era
quitarse el lío de arriba.
Nadie mejor que yo lo conoce,
yo sé que está duro y que las cosas que ha hecho no han sido buenas, pero yo
tengo que cuidarlo y ayudarlo. En la secundaria lo que pasé fue negro, un
desastre desde que entró, ahí sí que pensé que me volvería loca. En ese tiempo
la directora era Tania Inés, la rubia de Mayarí, que mujercita más
insoportable. Los muchachos veían el cielo abierto cuando ella no iba a la
escuela, y las hembras ahí si tenían que usar las sayas por las rodillas.
Fíjate cómo es la cosa que dice el niño que un día hizo una fila de niñas de
noveno y cogió una tijera y fue rompiendo falsos, y después les dijo que para
volver a entrar tenían que ir con los padres. Conmigo tuvo un encuentro pero de
los feos, tú me conoces, y me sacó del paso porque el niño fue con el pelo
pintado de amarrillo, y a ella le molestó y le dijo que tenía que pelarse.
Mira, yo no veía la hora de que terminara para que saliera de aquel lugar. Lo
único que lo salvó siempre fue que es un talento. No estudiaba, no copiaba en
clases, pero salía con buena nota siempre y no fue jamás a una revalorización.
Así ha pasado la vida, menos
mal que yo me puse y estudié, me dediqué al trabajo, porque nos hubiéramos
muerto de hambre. Después de aquel problema que tuve con la mujer de Santa
Rita, la que se metió con René, te acuerdas que se le metió al trabajo y yo la
velé en Río Grande y le formé un escandalo, ya después de eso yo me he sentido
más mal de los nervios. Cada vez que pasa algo con el niño o en el trabajo, ya
yo estoy con dolor de cabeza, deseos de vomitar, y me tengo que poner
medicamento en vena o no duermo.
¡Ay, amiga!, yo tenía que hablar
contigo porque con todo lo que el hombre está haciendo ahora y lo que le
sucedió al niño, no puedo más. El martes tengo que ir a la policía, ese
sinvergüenza que le hizo eso tiene que declarar, y seguro que al niño también
lo entrevistan. Vamos a ver qué pasa, porque aquí muchas cosas se quedan como
están y no pasa nada, y entonces se andan metiendo en cosas que no tienen tanta
importancia. Yo tengo que ser fuerte, porque mi marido yo creo que está
buscando un motivo para dejarme, ya yo no le peleo, no le preguntó nada, dónde
se mete o dónde va en el día, pero él está diferente conmigo y como que le da
lo mismo ocho que ochenta. ¿Tú crees que me quiera todavía?
“… ”
Yo sé que tengo que sacar las
fuerzas de donde no las tengo, pero no puedo dejar de pensar, yo no quisiera
ser así. Ahora yo te escucho, y cuando él llega se me olvida todo lo que
hablamos y me transformo. A veces yo pienso que también todo esto del niño lo
pone así, siempre me dice que es un vago, que le doy todos los gustos, que no
me va a comprar ni el pan que se come, pero ese es mi hijo, y si tengo que
vender lo mío para que él vista y coma, lo hago. La niña nunca le dio trabajo a
la abuela y al papá, fue obediente aunque era bruta, no se le pegaba nada en la
cabeza, pero cuando tuvo novio se lo dijo a la abuela, y lo otro en cuanto lo
hizo, vino y me lo contó, yo la llevé, le puse una te y problema resuelto. Los
hijos van creciendo y los problemas crecen con ellos, aunque algunos no te dan
en qué sentir, como los de mi hermana que son angelitos. Aah, eso no quiere
decir que el mío sea un demonio, pero sí que me he desgastado, y tiene sólo
diecisiete. Entiendo que los tiempos ya no son como los de antes, cuando yo
tenía su edad, ahora no quieren saber de estudios, nada más es con el celular y
en la calle. Esas discotecas, que se ven las cuatro cosas. Yo no quisiera ver
ni en un dibujo Las Terrazas, para mí eso es cualquier cosa menos recreación
sana, pero qué vamos a hacer si es lo único que tienen en este fin del mundo.
Por lo menos, yo no dormiré jamás tranquila con ese muchacho en la calle. Esa
noche pudieron haberlo matado o peores cosas de la que le pasó.
¡Ya terminaron!, parece,
porque ya viene, después te cuento el final de la historia, ese médico es el
mejor del municipio, vamos a ver cómo le quedó.
―A ver, mi vida, cómo se ve. ¿Te
dolió mucho?... Tú verás que con el tiempo podrás comer sin problemas y te
adaptarás como si fueran naturales.
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