Finalista del V Concurso Internacional “Litteratura” de Relato
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Foto: CoffeeAndMilk (istockphoto), Hermosa mujer tocando el violín |
Cada
libro le pedía una variedad de vino, era un placer que había
descubierto
en
una extraña tienda que habían abierto hacía un año justo debajo
de su casa, “La Bino-teca”. Allí,
una mujer de unos cincuenta años con camisa y americana te
recomendaba
los mejores vinos de su despensa; al lado, otra que debía rondar los
cuarenta,
con un piercing en el labio, te acompañaba hasta el estante y te
daba el
libro
que combinaba mejor. También se podía hacer a la inversa, tomar un
vino y
acercarte
a Teresa para pedir el conjunto en letras. Hacían una extraña
pareja local,
con
una línea de negocio innovadora.
Cuando
Marta compró “Matar
a
diecisiete” de Sergi Belbel, se llevó Fosca
negra,
un vino mallorquín del que nunca había oído hablar; otro día,
mientras se
paseaba
por la despensa, le robó la mirada Can
Sumoi de
La
Rosa, una
botella
especialmente
curiosa que contenía un rosado delicado; cuando lo cogió, y sin
reclamar,
Teresa se presentó con “32 de marzo” de Xavier Bosc, y mientras
hojeaba
“La
pasión según Renée Vivien”, de Maria Mercè Marçal, un Vol d'Ànima (“Vuelo de Alma”) de
Raimat,
ecológico, fue a parar a su cesta.
Aquel
era su cuarto libro bautizado con
vino, y ahora, terminado, el olor a mar
le
llegaba intenso, junto con la brisa que hacía sentir un poco de
fresco
en esa
primera
noche de la estrenada estación.
La
siguiente pareja de baile era una sorpresa, había sido un regalo de
cumpleaños
de Maribel, su hermana, y todavía no había abierto el paquete.
Tenía
ganas
de empezar una nueva aventura, pero el regusto agridulce de la última
novela
todavía
se paseaba por su lengua; demasiado precipitado iniciarse en una
nueva
relación,
demasiado inmediato, necesitaba hacer el duelo, y entonces se dio
cuenta
de
que la culminación de la lectura no se había armonizado con el
final de la bebida,
y
la botella todavía guardaba parte del elixir en su interior; en
cuanto se levantó,
rebautizó
la copa que había quedado desnuda, y en un ataque de nostalgia fue a
buscar
el violín. No tocaba desde que su hija había muerto hacía
cinco años, la música se
la
recordaba, la quemaba, le obligaba a entrar en el recuerdo de la
carencia,
del
dolor, y no solamente la música clásica, sino cualquier canción.
Fue
el violín el que le cogió las manos, fue el violín que le obligó
a tocarlo, y a
medida
que el tinto
caía por su interior, las lágrimas empezaron a bajarle por
la
cara.
El
cuerpo se movía mientras las manos se paseaban cogiendo el arco, y
“Por una
cabeza”
sonaba dentro y fuera de su cuerpo. Un baile entre el arco y la copa
culminaron
el
tango, un jazz y una pieza clásica; la música empezó a formar
parte
de
ella, y volvió a amarla como antes, con cada sorbo suave de aquel
tinto
que le
llenaba
el corazón y la vaciaba del agua tanto tiempo acumulada, de la
tristeza
pegada,
escondida, que se había mantenido en la sombra, haciendo de ella una
oscura
superviviente
casi muerta.
Cuando
el vino acabó, cuando la música llegó al final, se acercó a abrir
el
regalo.
El desconsuelo estaba presente, pero una pequeña ligereza, quizá
por las
lágrimas
derramadas, por la tristeza desenmascarada, por la exposición del
dolor, la
hacía
sentir un poco mejor, o quizá solamente la hacía sentir, y eso era
suficiente.
Llàgrimes
de Tardor (“Lágrimas
de Otoño”)
era
el vino escogido, y al lado, un libro en
blanco
le acompañaba. Entonces entendió el mensaje, entendió el llanto,
las
lágrimas
de otoño que le ayudarían a vaciarse de su historia, para
deshacerse de
ella,
para eliminarla y guardarla, para que los años que todo lo borran no
pudieran
con
ese recuerdo, el recuerdo de la hija perdida que quedaría para
siempre,
enjaulado,
entre
las páginas de aquel
tomo.
Y
empezó a escribir.
![]() |
Mª Isabel Gracia Victorio |
*Se
define como escritora
de vocación (en
catalán y castellano) y
psicopedagoga de profesión, y trabaja en el IMET (Instituto Municipal
de Educación y Trabajo) de Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Ha
obtenido diversos premios: ganadora del
Premi
Literari Primavera 2007, del Premi
Literari Hospital de Santa Creu i Sant Pau de
Barcelona (2008),
Concurs Literari Sant Jordi (2008), Somnis Daurats
de Tardor
(2008), Narcís Lunes (2013) y Vila de Lloret (2014), Segundo Premio
en Homilies d’Organyà (2007), Tercer Premio en el
Certamen Castellar
Joan Arus (2007 y
2008) y en el Premi literari Miquel Bosch i Llover (2007), accésit en
el Premi Josep Trench Odena (2007), Premis Gesbert (2008) y Certamen
literari en llengua catalana (2008), y finalista del Premi Vent del
Port (2000), del Premi Mercè Rodoreda (2006 y 2008), Premi Hospital de
Santa Creu i Sant Pau (2006), Premi el Drac de la Trinitat (2006) y
Premi Víctor Mora de narrativa breu (2007). Finalista del V
Concurso Internacional “Litteratura” de Relato.
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