martes, 26 de noviembre de 2024

Rituales......Ana María González*

Segundo Premio (ex aequo) del V Concurso Internacional "Litteratura" de Poesía

Foto: Relatando Historias, Las plañideras mexicanas (youtube.com)
Abuela

Petrona: mantilla, rosario y vestido negro,
era la plañidera de su pueblo.
Lloraba y rezaba
pecados y heridas de otros.
El duelo se le metía en el cuerpo,
la extenuaba y llegaba maltrecha a su casa,
los ojos enrojecidos por la tristeza ajena.
Hablaba del cansancio de despedir
a los cuerpos que se quedaban sin alma,
rogarles que sean amables
en el mundo de los espíritus
y que no se olviden de los vivos.


Madre

Toma siempre el mismo cinturón
con una medida exacta que sólo ella conoce.
Estira el lazo arriba del ombligo
y lo recoge en tres pasos
desde el puño al codo.
Tres veces repite la operación
mientras susurra plegarias secretas.
Identifica el lugar del vientre inflamado,
se persigna
y le hace tres cruces con mano suave.
Hay que repetir el ritual por tres días.
Las palabras y gestos sagrados
miden con certeza el daño,
bendicen y espantan el dolor.
No sabemos de dónde le vino el don
ni a quien lo transmitirá.
Nadie se atreve a preguntarle.
Lo ha administrado con prudencia y miedo,
casi en silencio, clandestinamente.


Mates

Mate a mate deshojábamos el tiempo que fue,
bajo la sombra de ingáes y sauces junto al río Uruguay.
Allí aspirábamos todos los cantos de chicharras y pájaros.
Guardábamos gorjeos para armonizar el invierno
que desnuda las ramas,
cuando el sol apenas se filtra
y avanza el frío húmedo de la sudestada.
En el patio rojo de la casa, junto al limonero y el rosal
brotaban las hojas de cedrón, bálsamo de serenidad,
junto con las de burrito que curan el hígado y la tristeza.
Ahí bebíamos canciones, la hija guitarreaba sones latinos.
Siempre las perras dormitaban guarecidas entre los pies.

Los lugares amados conservan la espuma,
el verde sabor, la misma humedad y tibieza de los mates.
Se volaron los pájaros de la casa,
la pava de aluminio, el fogón de la isla
se fueron llenando de ausencias. 


Ana María González
* Nació y reside en Concepción del Uruguay (Entre Ríos, Argentina). Se define como trabajadora de la palabra. Es profesora de Castellano, Literatura y Latín, postitulada en Cultura y civilización italiana, Gestión y práctica docente, Escrituras y creatividad humana y Pedagogía de la lectura; en 2023 realizó el curso Literatura de pueblos originarios. Ha coordinado y participado en peñas literarias, talleres y recitales de lectura. Desde 2004 publica reseñas, ensayos, cuentos y poemas en antologías de su país y de Italia, España, República Dominicana, Cuba y Chile. Ahora escribe reseñas para Revista La Ciudad. Desde 2012, Ediciones Orola incluye sus vivencias en la antología anual del Premio Orola, en 2023 el texto seleccionado fue Hijos de. Ha publicado el poemario Palabras al vuelo (Dunken, 2014) y la antología poética Pongo mi oreja a la tierra (Espacio Editorial Universidad de Concepción del Uruguay, 2023), y compiló la Antología de Mujeres que escriben Bien pudiera ser (coautora, PDF, 2021). Ha ganado varios premios que la estimulan a escribir, entre otros, el Certamen Internacional de Poesía Nósside 2010 (Italia), del que fue Ganadora Absoluta en 2018 y ahora es embajadora, el Premio Entrerriano de poesía Entre Orillas (Municipalidad de Paraná y Concepción del Uruguay, 2021) y el Certamen Entrerriano de Poesía Juan L. Ortiz (2022). Sus últimas publicaciones son los poemas Emma volvió a Gualeguay, incluído en “EMMA, los poetas argentinos homenajean a Emma Barrandeguy” (2024); Viejos muros y Por siempre joven, que integran el Libro del 175º Aniversario del Colegio Superior del Uruguay J. J. de Urquiza (2024). Segundo Premio (ex aequo) del V Concurso Internacional Litteratura de Poesía.

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