viernes, 18 de octubre de 2024

Deslizándose entre mis dedos......Sofía Miragaya*

Ganadora del V Concurso Internacional Litteratura de Relato

                  The feeling that I´m losing her forever

                  And without really entering her world
I´m glad whenever I can share her laughter
                 That funny little girl.

ABBA, Slipping Through My Fingers

Foto: Tom HusseyReflexiones del pasado
El cabello corto para que no pese sobre su cabeza. A mí el cabello largo siempre me ha regalado unos dolores terribles de cabeza. Un pelado simple, sin flequillo, cuadrado a la altura de los hombros. Cuando le peine el cabello por las mañanas, la niña no protestará porque las hebras dañadas detienen el avanzar del cepillo. Se dedicará, en cambio, a mecer sus pequeños pies dentro de zapatos deportivos, a ver cómo es más fácil subir uno mientras baja otro que subir ambos a la vez. No habrá nada roto, ni siquiera las puntas más finas del cabello que rozan el lunar divertido y extraño en la nuca.
          A la niña la harán reír mis ojos nublados cuando cante la vieja canción del grupo sueco sobre la madre que ve a su hija marcharse a la escuela, sobre la niña que se le escapa de entre los dedos. La risa de ella será una caricia en mis párpados cansados. Tendré toda una vida que envidiarle a sus ojillos negros, gorriones astutos en revuelo constante. En sus cejas pobladas anidará la duda, la paz y la cólera de no permanecer despierta una hora más para culminar el último capítulo del libro de su madre, mi libro, sobre la mesa de noche de ambas.
          Todo esto escribo en mi cuaderno. Son las señas exactas por las que podrían fabricarme, de aquí a mil años, una niña ya adulta que se sentara al borde de mi cama. No hubo tiempo o, quizás, tan solo faltó el coraje. Lo cierto es que ahora la habitación blanca no guarda otra mujer, ni el florero mustio de la esquina sabe a qué huele el rocío de las margaritas. Ignoro cómo vibra el eco de otra voz femenina tomándome de la mano, hablándome de las nubes sobre nuestras cabezas, de la salida inminente del Sol.
          Prefiero no ceder al sueño, mantener los ojos obligatoriamente abiertos para retratar con palabras, como siempre he hecho, el rostro de una hija. Escribir sobre dinero reciclado en un marasmo de manos iguales, de gases cegando ojos, de mujeres de sonrisas cubiertas por una tela amarga, me separaron de tus mejillas suaves al tacto, de tus dientes afilados para triturar magdalenas, caramelos, poemas, de tu boca grande que sabría gritar para verme correr en su ayuda.
          Quizás por ello reniego de la vena rebelde que tendrás de muchacha. La ignoro, la condeno al olvido de ni siquiera describir en mi cuaderno tu cuello lastimado por el girar constante de la nuca al ritmo de canciones ásperas, violentas, de riffs encerrados en tu habitación que buscan una salida al mundo, a conciertos con demasiadas personas preguntándose cómo vivir más en una sola madrugada. Tampoco me intimida el sudor agrio de jóvenes mezclándose con el olor menos escandaloso que comienzan a destilar tus caderas, las marcas rosas aparecidas en tu cuello cuando regresas sigilosamente a casa, la puerta entreabierta a ladrones que harán menos ruido que tú, muchacha de pasos de elefante.
          También yo quise comerme el mundo. También fui moderna y austera, pero sé que lo nuevo, lo rápido, lo adrenalínico, aleja a las niñas de los contornos de las páginas. Ya sé, no queda de otra. Deberé relatar tus pies grandes para los pasos de elefante, el talón que se marcha en una caminata apresurada por la ciudad, por el país, por el continente… Necesito más tiempo. Ya la enfermera entró, me tomó el pulso a la antigua en un gesto amigo de establecer contacto humano, pidió a un joven estudiante que, por favor, trajera unas margaritas del jardín del hospital y las colocara en un vaso de agua tibia.
        ¿También irás tú en busca de historias?, pregunto en una página que quisiera arrancar, pues en ella están descritas mis manos temblorosas alrededor del timón mientras manejo hacia el aeropuerto y huele a despedida. Ya pasó lo peor. Sucedió el exceso de control, el odio, el reproche, las condenas mutuas. Ahora estamos en un puente entre dos islas-mujeres y ella busca cobijo en mis brazos, teme los días por venir. El cabello corto no pesa sobre la cabeza de la niña. Algo comprendió en veinte años juntas. Un pelado simple, sin flequillo, cuadrado a la altura de los hombros, es mejor para las mujeres ambulantes.
          La niña no contará historias, pero quiere ver la materia de la que están hechas y limar algunas esquinas en exceso arrugadas. Yo sé lo que necesita para este viaje. Corazón ligero de mosquito. Mente calmada de ballena. Un hueco en la memoria donde habita la palabra casa. Y, por supuesto, que no falten las piernas robustas, los brazos fuertes que sepan propinar buenos puñetazos a quienes los merezcan. ¿Sabrás utilizar la boca grande que te di para gritar ayuda?
         La enfermera regresa. Ajusta la almohada, se ofrece a acompañarme por unas horas. La dejo marcharse a casa, no sin antes acercar las margaritas a mi cama, dejarlas justo encima de las sábanas.
         La niña se cuela por entre las persianas. Cabello aún a la altura de los hombros sí, pero tan encanecido ya, sin una hebra del marrón infantil. Su risa carga el mismo consuelo de antes, pero en sus piernas robustas que se complacieron con correr sobre la bahía, parece una risa amarga. Y es que la niña rebelde me devuelve una mirada esquiva, orgullosa y tan triste, una mirada hartamente conocida en los espejos de los aeropuertos, los hoteles y los hospitales. Nunca tuvo ella su triste canción sueca ni su despedida, siquiera un cuaderno donde crear niñas huérfanas.
          Mis manos tumban el florero, el agua de las margaritas disuelve en un río la tinta entre las páginas del cuaderno. Esta vez no es sólo ella quien escapa. Abrazadas bajo las sábanas, dejamos vencer al sueño.


Sofía Miragaya
* Nació en La Habana en 2002. Estudia Periodismo en la Universidad de La Habana y es cronista de la revista cultural El Caimán Barbudo. Graduada en el XXII Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y en el taller de escritura creativa y edición de textos “Un libro es un show”, de la UNESCO y Transcultura, impartido por Leonardo Padura. Pese a su insultante juventud, ya ha ganado el Concurso de Relatos Breves por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres 2022, el Premio Oscar Hurtado 2022 en la categoría Cuento de Fantasía, el Premio César Galeano de cuento del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, la beca Casa Seoane de la Asociación Hermanos Saíz de Villa Clara, y los concursos de cuento de ciencia ficción Juventud Técnica 2022 y “De Abreu 2023”, de la Asociación Venezolana de la Fantasía y la Ciencia Ficción. Mención en el Concurso de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena, de la AHS. Ha publicado diversos relatos en las antologías Alta Definición (editorial Primigenios, 2020), Nudos (revista La Gaveta, 2021), El Eco de las Voces (Proyecto Clic Cuba - Europa, 2022) y Premios César Galeano (Editorial Caja China, 2022); y en las revistas Alma Mater, El Caimán Barbudo, Korad, La Noria y Juventud Técnica. Es la ganadora del V Concurso Internacional Litteratura de Relato, por este cuento "conmovedor, donde se mezclan la realidad más acuciante y una fantasía desbordada. El lenguaje preciso, a veces poético de Sofía, dibuja con nitidez el proceso lento y doloroso de una ruptura definitiva." (Emerio Medina, Presidente del Jurado)

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