Era
un espacio apacible entre los ruidos,
pozo sin fondo, rincón
sin sombras,
y en el centro una escultura de silencios.
Allí
rebotaron los cauchos de las bicicletas infantiles,
corrieron
los primeros pasos de los últimos hijos
y no pocas parejas de
amantes se soltaron de las manos
para mirarse de frente.
En
un amanecer intempestivo
corrió la sangre por los resquicios
de
las losas gastadas, se mezcló con el vómito,
el horín y
el ollín de la ciudad
y llegó la noche.
Muy lindo tu trabajo Gustavo. Abrazo grande
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