Finalista del III Concurso Litteratura de Relato
Lo vio salir de casa a la hora de siempre, con el maletín de
siempre, tan atractivo como siempre. Sus ojos parecían mirar a todas
partes, pero nunca se fijaban en ella. Se acomodaba el ondulado
cabello con los dedos mientras miraba la hora en su reloj y bebía un
sorbo de café, finalmente extendía la mano, tomaba un taxi y se
perdía en las autopistas de la inmensa ciudad.
A ella parecía no importarle tener que recorrer más de treinta kilómetros con tal de verlo, sorteaba audazmente el tráfico, el ajetreo, las personas y los incómodos ladridos caninos, volaba entre las nubes, no le importaba nada si con eso conseguía tan sólo un minuto para admirarlo.
Luego de su travesía, se detenía en el mismo paradero, justo a tiempo para verlo descender del taxi, el caballero pagaba, se despedía con cordialidad y seguía su camino hasta su lugar de trabajo. Ella iba detrás de él.
El hombre subía en el ascensor y caminaba hacia su oficina, no sin antes haber saludado con una sonrisa a su secretaria, ella le seguía los pasos y repetía sus acciones sin obtener respuesta alguna.
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A ella parecía no importarle tener que recorrer más de treinta kilómetros con tal de verlo, sorteaba audazmente el tráfico, el ajetreo, las personas y los incómodos ladridos caninos, volaba entre las nubes, no le importaba nada si con eso conseguía tan sólo un minuto para admirarlo.
Luego de su travesía, se detenía en el mismo paradero, justo a tiempo para verlo descender del taxi, el caballero pagaba, se despedía con cordialidad y seguía su camino hasta su lugar de trabajo. Ella iba detrás de él.
La
primera vez que lo vio, lucía un traje formal, tenía una reunión
importante en la empresa, lo supo porque no dejaba de mirar el reloj
y acomodarse la corbata, ganas no le faltaban de decirle que se veía
perfecto tal y como estaba, pero no conseguía el valor suficiente
para acercársele.
Lo
veía sentarse en los asientos del pasadizo, pero no se quedaba ahí
más de cinco minutos, pues, como si tuviera un reloj interno, se
levantaba de su lugar antes de que el segundero llegara a su destino,
luego iba a la desolada cafetería, pedía cualquier bebida con
cafeína y se acomodaba en las llamativas mesas con asientos para
dos.
Bebía
su café lentamente pero con ansiedad, mientras miraba el moderno
interior del edificio como si se tratara de un niño en su nueva
escuela, ella lo observaba a lo lejos, preguntándose si era el
momento adecuado para hablarle. De repente, su teléfono sonó y
desde el otro lado una voz alcanzó a susurrar: “Vamos, acércate,
hoy tienes el tiempo a tu favor”. Colgó avergonzada, con la
esperanza de que él no la hubiera atrapado viéndolo, pero ahora el
que la miraba era él. Hizo una divertida y encantadora mueca
mientras la invitaba a sentarse, ella caminó en dirección a su mesa
casi por instinto, sin darse cuenta de lo que hacía ni cuestionar
sus movimientos.
Él
la recibió amablemente y después de preguntarle qué hacía tan
sola, se ofreció a invitarla a un café. Luego de unos minutos, se
creó un ambiente de confianza suficiente para que le contara que aún
faltaba un par de horas para su reunión y que algo de compañía no
le vendría mal. Finalmente la conversación terminó con él dándole
su número y perdiéndose entre los demás hombres de saco y corbata.
Desde ese día, sus ojos no miraron a ningún otro lado más que a
él.
El hombre subía en el ascensor y caminaba hacia su oficina, no sin antes haber saludado con una sonrisa a su secretaria, ella le seguía los pasos y repetía sus acciones sin obtener respuesta alguna.
Ella
buscaba su lugar en los demás escritorios, pero todos se veían
ocupados, así que, sin darle demasiada importancia, siguió su
camino detrás de él.
Él
se sentó y dio un profundo suspiro, miró su reloj, terminó el
café, prendió la computadora y empezó el trabajo, ella se
encontraba a pocos metros de ahí y lo miraba con atención. De
repente, su teléfono sonó, ella no sabía de quién se trataba,
pero sin duda aquella voz que se dejaba escuchar desde el otro lado
había provocado un cambio en su semblante.
Ella
se puso de pie y se acercó a saludarlo, como de costumbre, con un
beso en la mejilla, pero en el intento hizo caer un portalapiceros,
él se quedó atónito, observando los bolígrafos regados en el
suelo para luego recogerlos con cautela y salir de su oficina sin
notarla.
Volvió
luego de varios minutos, su expresión lucía más alegre y relajada,
detrás de él se dejaba ver una carismática señorita, ambos
compañeros pasaron de largo, se sentaron juntos y ella tuvo que
hacerse a un lado.
Cuando
fueron las cinco de la tarde, tuvo que conformarse con verlos tomar
un café (exactamente como lo había hecho con ella meses atrás) y
salir juntos del edificio. Se subieron a un taxi y, como siempre,
ella llegó antes, él pagó mientras su compañera descendía del
auto y una lágrima intangible se deslizaba por el rostro de ella.
La
pareja ingresó a la casa y ella, experimentando una mezcla de rabia
y abatimiento, decidió entrar detrás de ellos. Él la ayudó a
quitarse el abrigo, mientras Rex, el bulldog del anfitrión, recibía
con ladridos a quien aún se hallaba en el umbral de la puerta,
observando la triste escena.
—¿Qué
le sucede? —preguntó la nueva compañera.
—No
lo sé, últimamente ladra mucho a la puerta…
Ella
fijó su atención en el espejo y pudo observar el horror del vacío,
él caminó cerca de ella sin siquiera percibirla; en aquel instante,
ella contempló con una extraña sensación de satisfacción,
felicidad o quizá consuelo, que el reflejo de su eterno amor se
desvanecía poco a poco.
Ya
las lágrimas se habían secado, así que se acercó lentamente a él
y pronunció unas palabras inaudibles: “Hoy tienes el tiempo a tu
favor…”. Luego salió de aquella casa y el perro dejó de ladrar.
* Nació
en Lima en 2001 y se describe como constante,
entusiasta, optimista y sentimental. Desde hace años, se interesa por la literatura y, tras largos meses de mucho trabajo, logró el tercer lugar en el concurso de relatos
infantiles Cuentos para niños, cuentos de niños de la
Asociación Internacional Mensajeros de la Paz (2015). Ganó el I Concurso Metropolitano de Cuentos Cuenta Lima (Municipalidad de Lima, 2016) en la categoría infantil, ha obtenido menciones honrosas en el Certamen Literario Internacional Hacia
Ítaca (Argentina, 2017) y en el I Concurso de
Cuentos-Colegios USIL, y un reconocimiento por su
participación en la revista literaria La
sirena varada
(México). Nos cuenta que espera presentarse a más concursos de este
nivel y ampliar sus conocimientos literarios, y desde aquí queremos
animarla a que lo haga. Finalista del III
Concurso Litteratura de Relato con 17 años.
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