jueves, 28 de julio de 2016

Todo por querer comerme a besos al hombre rana......José Aristóbulo Ramírez Barrero*

Finalista del IConcurso Litteratura de Relato
Foto: Pedro Almodóvar, Átame

Les dije la verdad y nada más que la verdad. Me había colado de rondón y estaba allí, en los estudios cinematográficos de El Deseo, porque quería apoderarme del consolador en forma de hombre rana que utilizó Victoria Abril en Átame, para comérmelo a besos. Pero no me creyeron. Atrapado con las manos en la masa, los guardias de seguridad me esposaron y me acusaron formal y torticeramente de querer secuestrar a Pedro Almodóvar. 
         Luego los fiscales, aprovechando mi condición de colombiano, inmigrante ilegal y muerto de hambre, añadieron a mi expediente los delitos de espionaje, concierto para delinquir, terrorismo y tráfico de drogas. 
         Fui encontrado culpable y condenado a treinta años de prisión por un jurado torcido y parcializado, muy parecido al que condenó a Brad Davis en Expreso De Medianoche y estuvo a punto de condenar al muchacho de origen latinoamericano en Doce Hombres Sin Piedad. Bueno, Davis era culpable y yo no, y el muchacho latinoamericano tuvo la suerte de tener en el jurado al gran Henry Fonda que, sin dejarse marear por los prejuicios, cuestionó pruebas, ventiló argumentos y convenció a sus colegas de declarar al acusado “no culpable”.
         Para acabar de rematar, el chico tampoco tenía un padrino como Don Corleone, que llamara a mis enemigos y les advirtiera que si yo era encanado se armaría la tracamundana y habría más de un funeral de primera categoría, y en lugar de disponer de un abogado de lujo, como la mujer del teniente en Anatomía De Un Asesinato, quien fue defendida por el mismísimo James Stewart, o de un Atticus Finch que, representado por Gregory Peck, dio cátedra de derecho en Matar A Un Ruiseñor, me asignaron a un tinterillo de media petaca más malo que el que tuvo Daniel Day-Lewis en En El Nombre Del Padre.
Como si mis desgracias fueran pocas, para acabar de regar la manteca, en vez de dejarme en España, donde mal o bien entendía el idioma, mis verdugos me deportaron a USA para pagar mi condena en la cárcel de Sing Sing…
         «¡Púchale! Si me ha de tocar lo malo, que no me toque lo peor. Enciérrenme más bien en la cárcel de Alcatraz. En una de esas se me aparece la virgen, me encuentro en Alcatraz con Clint Eastwood, me hago amigo suyo… Cuenta conmigo, vaquero, es por demás, no estoy dispuesto a pasar aquí el resto de mis días… me escapo con él rumbo a Cuba y los dejo viendo un chispero», les dije al juez. Lo de Alcatraz, se entiende, de Clint Eastwood no pronuncié palotada, no iba a ser tan menso como para echar a perder por anticipado mis planes de fuga pero, como cosa rara, no me hicieron caso... «Cállate si no quieres que agreguemos tres cadenas perpetuas más a tu expediente».
         Encerrado en Sing Sing, acogotado, achajuanado y entreteniendo la abulia a la manera de William Hurt en El Beso De La Mujer Araña, esto es, contándole películas a mi compañero de encierro, películas viejas, las de John Ford, John Huston, Anthony Mann, Alfred Hitchcock y William Wyler, no pierdo la esperanza de que un día de estos se aparezca en mi celda Tim Robbins tal cual le acaeció a Morgan Freeman en Cadena Perpetua, me saque de aquí y me lleve a vivir con él a Zihuatanejo, a su rancho de la pradera. O, mejor todavía, venga por estos lares Lee Marvin, encarnando al mayor Reisman, con una misión entre ceja y ceja, reclutar a los Doce Del Patíbulo para llevarlos al centro vacacional nazi a matar oficiales alemanes. Si eso sucede, le recordaré a Marvin que Telly Savalas ya se murió y que yo, para ese papel de asesino rezandero y marrullero, me pinto solo.
         Una vez acabada la misión, voto al diablo si no me echo una nueva pasada por El Deseo. Y a ver quién es el valiente que se va a atrever a sonarme los mocos nuevamente… «Ni más faltaba, señor Savallas. Tome el consolador de Victoria y las bragas de Penélope. Si quiere, llévese también los tacones lejanos, los abrazos rotos, a las mujeres al borde de un ataque de nervios y a Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón».    




José Aristóbulo Ramírez Barrero
* Nacido en Bogotá (Colombia)es economista de profesión y escritor de vocación. En 2010, cansado de ser empleado público, se lan a la ardua tarea de escribir cuentos, relatos, microrrelatos y novelas para jóvenes. Después de un duro proceso de aprendizaje, en 2014, el tercer año de su "quijotada" (como él la define), ganó seis premios internacionales, en La Coruña, Madrid, Barcelona, Tenerife, Mar del Plata y Sâo Paulo, concedidos por diversas universidades, museos y asociaciones de artistas, hecho que le reafirma en su decisión de no rendirse, y desde Litteratura le animamos a que no lo haga. Se declara "orgulloso ganador" del Concurso Litteratura de Relato.

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