martes, 31 de diciembre de 2013

El vendedor de parábolas......Rosa Llobregat*

Finalista del I Concurso Litteratura de Relato

Bajo un gran rótulo en luces de neón, se extiende la consigna del próspero negocio familiar: “Una parábola es suficiente para hacer o deshacer la fortuna de un hombre”, citando a Sófocles, el gran filósofo y poeta trágico griego. En la puerta de cristal puede leerse: Confeccionamos parábolas a su medida, parábolas por encargo, parábolas para llevar, parábolas recién hechas.
         Suena la campana de la puerta y Tomás y María se apresuran a descender del almacén para ofrecer su mejor sonrisa al primer cliente del día.
  —No salgas, María, sólo es el bobalicón de tu hijo. ¿Por qué no estás en el colegio?
      —La profesora me ha enviado a casa por no llevar hechos los deberes de lengua.
         —¿Pero cómo que no has vuelto a hacer tus deberes? Ayer me dijiste que estabas estudiando, ¡me diste tu parábola!
         En ese momento, entra el primer cliente.
         —Buenos días, señor, ¿qué se le ofrece?
        —Papá, estuve estudiando toda la tarde y haciendo los deberes de matemáticas. —La cara del progenitor se vuelve completamente roja de ira.
         —¿Su hijo estudia los números? ¡Lo que hay que ver! Ustedes regentan un negocio de parábolas pero tienen un hijo matemático…
         —El chiquillo no sabe lo que dice, si sólo tiene nueve años. Ese profesor loco de ciencias le ha metido no sé qué ideas en la cabeza, pero le doy mi parábola, señor, de que yo mismo iréa aclarar este asunto en persona. Es una vergüenza que sigan enseñándoles ese tipo de cosas…
         —Efectivamente, todos sabemos que los números hoy en día no sirven para nada.
         La familia Esopo regenta el bazar de parábolas más antiguo de Frigia. Su tradición se remonta hasta casi doscientos años atrás, cuando el ancestro Tagore nació con el don de la parábola e inició así una larga tradición de narradores de parábolas que devino en negocio familiar. Alardean de contar entre sus clientes habituales conel pastor y el alcalde de la ciudad, profesiones que precisan de un continuo suministro de parábolas frescas. Además, ostentan el récord del certamen anual de Pasaparábola. Sin embargo, desde hace unos años, la desazón perturba a la casta de los Esopo: el único heredero, Apolonio, es un niño de muy pocas parábolas…
         El sábado es el día más difícil para el matrimonio Esopo. Apoloniopasa toda la jornada en la trastienda y siempre termina espantando a algún cliente.
            ­—Su hijo lleva escritos unos números en el antebrazo.
            —No, señora, como mucho tendrá escritas unas parábolas. Ya sabe que a los niños les gusta garabatearse la piel.
            —Son números. Lleva escritos unos números… ¡Si todavía los recuerdo! Creo que esos son el 3 y el 7.
            —¡Exacto! —exclama extasiado Apolonio—, son los números primos. Sólo pueden dividirse por uno y por ellos mismos, ¿verdad que es fantástico, señora?
            —Ah… los números, sí, sí, la verdad es que me gustaban mucho cuando era pequeña y nos hablaban de ellos en la escuela…
            —Señora, haga el favor de medir sus parábolas, todos sabemos que los números hoy en día no sirven para nada, ¡sólo falta que le diga usted eso a este niño!¡Vete a tu cuarto y no salgas hasta haber memorizado todas y cada una de las parábolas de la tabla bíblica!
            —El niño tan sólo se había dibujado unos números inofensivos… No voy a comprarle ni una parábola más a alguien tan despiadado, para mí esta imagen vale mucho más que mil parábolas.
            —De verdad que siento este malentendido, en mi familia sabe que no se profiere una mala parábola a nadie. Llévese esta parábola recién ideada, por gentileza de la casa.
         Tomás sube las escaleras del almacén con el semblante abatido. Hay parábolas que nunca se olvidan. La última clienta le ha proferido una de ésas antes de marcharse.
            —Aunque no podamos decirlo delante de nuestros clientes, ya sabes, Tomás, que las parábolas se las lleva el viento… no le des más vueltas.
            —A buen entendedor, pocas parábolas bastan. Esa mujer llevaba mucha razón, no sé de dónde haya podido sacar una parábola así. La competencia cada día es más fuerte y con nuestro Apolonio no veo futuro para la empresa familiar… ¿Qué vamos a hacer, María? El otro día hasta le dijo una parabolota a un cliente…
            —Ya se dará cuenta que esos números no sirven para nada en esta ciudad…
            —Pero yo a su edad ya había creado centenares de parábolas útiles… ¿Y él? ¿Sabes qué hizo con el diccionario de parábolas? Separar las sílabas y letras de las parábolas y realizar cálculos con ellas… Estamos totalmente perdidos, este niño quiere ser científi...
         María le corta en ese momento, totalmente azorada:
            —¡No lo digas! Ni se te ocurra pronunciarlo. Ya sabes cómo acabó el primo de mi padre, que quiso hacer de los números profesión. Muerto de hambre, pidiendo en las calles de Frigia y loco perdido, diciendo que los números eran necesarios para el porvenir de nuestra sociedad. Pobrecito, descanse en paz.
         Tomás, triste e irritado, se dirige a la habitación de su hijo para intentar, una vez más, hacerle entrar en razón.
         —En esta vida, lo único que va a servirte son las parábolas. En cuatro parábolas, tu madre y yo sólo deseamos lo mejor para ti,¿entiendes?
         —Sí, papá, y por eso quiero que te sientas orgulloso de mí. He creado esta parábola para ti.
         Apolonio le extiende su cuaderno y girala página, dejando así al descubierto una serie de ecuaciones, cálculos y anotaciones numéricas. Al final de la hoja, enclavada entre dos ejes de coordenadas, se inscribe la más poética de las parábolas que su hijo es capaz de ofrecerle.


Rosa LLobregat
* Rosa Llobregat nació en 1983 en Ontinyent. Es licenciada en Periodismo y Humanidades y egresada del Máster en Estudios Internacionales de la Universitat de València. Actualmente trabaja en la Dirección General de Relaciones Internacionales de Grenoble(Francia) y ejerce como periodista freelance y blogger. Ha vivido en distintas ciudades de España, Alemania y Francia. Le gusta viajar, realizar actividades culturales y escribir. Finalista del I Premio Litteratura de Relato.

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