Éramos unos mierdas. No recuerdo los
motivos de aquellas peleas. En la fila, en clase, en el recreo, en el camino a
casa... Insultos, empujones, zancadillas, rodillazos, agarrarnos del cuello,
retorcernos los brazos y, después, pegarnos puñetazos. Le llegué a tener miedo y
odio al mismo tiempo pero nunca huía, siempre me enfrentaba a él. Lo que más me
duele es no entender porque siempre perdía cuando yo era más grande. Ahora,
cuando discuto con alguien y pierdo los papeles, me gustaría conservar ese
momento de cólera y llevármelo al pasado para pegarle una buena paliza a aquel mierdecilla. Debería existir una máquina
del tiempo de los traumas para arreglar estas cosas.
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