Foto: Paco Luna, Malecón, La Habana (Cuba) |
Nací a medianoche, fui empujado al mundo,
entre
la costilla y el pan.
Ardieron
las cosas que amé
cuando
un jazz sonaba frente a los malecones.
Mamá
tuvo que darle cien vueltas al otoño,
y
dejó caer las tres máscaras del mar,
ridícula
frente a los tumores de Dios,
una
amarilla sombra en el mantel y el aire,
un
disparo breve en su abdomen de mujer.
Y
nací con arrugas en las manos,
sin
frutos que comer,
Mi
padre fue un cíclope y su mirada fue un tierno rasguño,
había
despedido a una hija enferma,
y
sus ojos no hacían más que mirar los retratos.
A
medianoche no nacen los poetas, mamá,
a
medianoche está el revólver apuntando
una
cara servil y vieja
y
los amantes se terminaron de vestir y mienten.
Los
poetas nacen a pleno sol,
con
los dedos antiguos y remotos,
como
si vivieran cien veces
la
circular y húmeda isla.
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