jueves, 14 de septiembre de 2023

Emerio Medina vuelve a ganar el Premio Julio Cortázar...Jordi de Miguel

“Yo leo para recibir puñetazos en el cráneo y aturdirme los sentidos”

Emerio Medina
“La figura del hombre se recortaba contra la fronda verdeazul del tamarindo. Era alto y seco, de cabello entrecano y barba corta bien cuidada. Llevaba espejuelos de graduación media y un portafolio en la mano. A pesar del calor de la mañana vestía corbata oscura y camisa de mangas largas. Hablo en tono bajo, pero audible. Su voz atemperada se oía muy bien sobre el ruido de la calle.
         »—Mi nombre es Andrés Martínez. Vine a leer sus manuscritos. Antonio Alba me habló de usted.
         »Yo encogí los hombros y él retrocedió un paso.
         »—No me diga que no conoce a Antonio Alba.
        »Media ciudad lo conocía. Medio país, quizá. Seis meses atrás asistí a la presentación de un libro suyo en la Unión de Escritores. Después de la conferencia me senté bajo los ficus del jardín y hundí los ojos en un vaso de ron. Cuando levanté la mirada Antonio Alba estaba junto a mi mesa. Pidió permiso, se sentó a beber una gaseosa y no hablamos. ¿No hablamos? ¿De verdad no hablamos? Bien, él hablo. Algo dijo. Algo preguntó. No pude recordar qué. No era importante. Pero la mención de un autor tan conocido sirvió para que el extraño entrara a mi casa.
         »—No hay muchos como yo —se aflojó la corbata, apoyó los codos en los brazos del butacón y adelantó la cara—. Mucha gente ha creído ver en esto su oportunidad de hacer dinero. Yo busco otra cosa. De hecho, no cobro por leer manuscritos. No podría cobrarle nada a usted.
        »Un lector experto debe ser visto como una gran oportunidad. Pero podía ser un falso agente literario, un plagiario, un estafador, un ladrón. Pregunté por qué deseaba leer mis manuscritos.» 

Este es el sorprendente comienzo de “El hombre que vino a leer”, el relato (¿autobiográfico?) del escritor cubano Emerio Medina (Mayarí, 1966), buen amigo y colaborador habitual de nuestro blog, que ha resultado ganador del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar 2023, uno de los galardones más prestigiosos y codiciados de toda Latinoamérica, al que se presentaron más de mil textos en esta XXI edición, y que Emerio, insaciable, obtiene por segunda vez (allá por el 2009, ya había sido premiado por el relato “Los días del juego”), tomando así el relevo de la autora colombiana Laura RestrepoNo en vano, el escritor Víctor Hugo Pérez Gallo, en las charlas que imparte sobre cuento en La Casa de las Américas de Lisboa y en su curso de escritura creativa de la UNED, presenta a Emerio Medina como “uno de los nueve mejores cuentistas del habla hispana”.
          Según Dazra Novak, también autora cubana y portavoz del jurado, se trata de “Una historia muy bien urdida acerca de la creación literaria, la lectura y las borrosas fronteras del texto narrativo de ficción”, que hace gala de “un manejo eficaz del lenguaje”. “Y como un secreto homenaje a Cortázar, el cuento, sin perder su autenticidad, acude a ciertos artilugios del gran fabulador argentino, como es el caso de la incertidumbre.” 
Emerio Medina (dcha.), con Jordi de Miguel Ur Olivero en Mayarí
     El autor de la monumental novela “Los fantasmas de hierro” (véase la reseña El dolor y la desolación de la Cuba profunda, entrada del 8/11/22 en este blog), más conocido en la isla como “el ingeniero que escribe” (trabaja como tal en la Central Termoeléctrica de Felton), nos explica que “El cuento nos acerca a esa zona más doméstica del escritor. No es la vida luminosa del tipo en la calle, recibiendo un premio o presentando un libro. Ni de la farándula, de las luces, del show... Habla de lo que hay que hacer para aislarse del mundo, incluso en tu propia casa, para poder escribir, que es el acto más solitario que puede realizar un hombre.” De esta forma, se contraponen “la renuncia y la posibilidad, las tentaciones de un futuro lejano y las cadenas de una realidad tangible y abrumadora”. Si logras un difícil equilibrio interno entre el creador y la persona normal, “termina siendo una gran ayuda, tanto para uno como para la otra. Cuando no lo logras, tu vida puede convertirse en un caos y puedes perder tu control mental, incluso, en casos extremos, hasta puedes perder la cordura y la habilidad de convivir dentro de la civilización”. Todo esto lo expresa el relato de forma magistral, en otro de los fragmentos que Emerio nos ha regalado en exclusiva para l@s lector@s de Litteratura:
          “—Pude escoger a otro. Muchos tienen ese mismo problema. Es algo peligroso, aunque el resto del mundo no lo vea así. Para la mayoría de la gente un escritor es una persona con cierto nivel cultural que se divierte inventando historias y llevándolas al papel. Alguien a quien le sobra el tiempo y se siente muy a gusto con su forma de gastarlo. No saben que ese camino puede llevar a la enajenación, la esquizofrenia severa o el suicidio. Podría enumerar ahora mismo una veintena de casos, pero usted los conoce tanto como yo.
           »Yo conocía las historias y los nombres. Muchos novelistas consagrados tomaron una dosis de veneno y pasaron al otro mundo con el rostro retorcido. Otros se pegaron un tiro en la cabeza y fueron enterrados con el tiro. Otros más se ahorcaron en la sala de su casa y lucían muy estirados en una caja de madera. Pero no estaba  bien hablar de muertos, ni me gustó que la conversación tomara un rumbo siniestro. Pregunté si de verdad creía saludable gastar su tiempo en mí.» 
          Se percibe al personaje como víctima, ¿no?, indaga Abel Isaac Cruz, del periódico “¡ahora!”. “Esa es una de las características de mi cuentística, mis personajes suelen ser víctimas siempre, seres atacados, abusados, apartados de la sociedad, sin futuro… Es la forma en la que yo me planteo el arte, para mí es desesperanza, desamor, fracaso. No me veo escribiendo un cuento o una novela donde alguien triunfe. Escribo desde el dolor. Es el mundo que me gusta explorar. La condición humana puesta a prueba al extremo, donde las circunstancias de la vida te van aplastando. Incluso escribo sobre seres que van triunfantes y, de pronto, su vida se tuerce porque se equivocaron en algún punto, tomaron la peor decisión llevados por el embullo o la ambición, y ya es tarde, no hay cómo volver atrás, no hay solución, todo está perdido.”
         En Litteratura hemos tenido el honor de poder hacerle un par de preguntas clásicas por videoconferencia: ¿Qué espera de una obra como lector? y ¿Cuáles son sus influencias literarias más importantes? Las respuestas no tienen desperdicio y han dado pie al titular: “En materia de lecturas, pienso como Kafka: ‘Si el libro que estamos leyendo no nos despierta como un golpe en el cráneo, ¿para qué molestarnos en leerlo? […] Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos […], como un suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros.’ (Carta de Kafka a su amigo Oskar Pollak, 1904) Y muy pocos libros logran eso. Y muy pocos autores. No leo para estar a tono con los tiempos, ni para estar en paz con la sociedad, ni para enterarme de nada. Y nunca leo un libro por tratar de un tema específico. En materia de temas, todo me da igual. ¡Yo leo para recibir puñetazos en el cráneo y aturdirme los sentidos! Es como si bebiera de golpe un gran vaso de alcohol cien por ciento puro: busco ese estado de éxtasis en que el organismo es incapaz de responder a los estímulos del medio y trabaja para sí mismo, como lo haría un electrón excitado dentro de un campo de fuerza. Y muy pocos autores han logrado aturdirme el cerebro. Kafka, por supuesto. Mark Twain. El gran Rulfo. Juan Rulfo es el dios de las palabras. Virginia Woolf. Alejo Carpentier. Saint-Exupéry… No leo un libro si no me cascabelean sus palabras. Si la sucesión de vocablos no llega a sonarme como música. Si su ritmo no va con mi ritmo... A veces, un jovencito o un desconocido del mundo de la cultura pueden escribir novelas que duren cien años; y sin embargo, otros que viven en la alta esfera de la cultura y aparentan ser grandes escritores por cómo se visten o por los lugares que visitan, o porque ya han publicado algunos libros, realmente no tienen un verdadero valor estético en sus narraciones.” ¡Ahí queda eso!
        Por otro lado, “La mayoría de los grandes autores que venero son seres que acumularon mucha experiencia y luego la llevaron al papel. Creo que para escribir, primero hay que vivir. La literatura de verdad, la que se queda, la que no se puede matar, la escribió gente que vivió, gente que anduvo, gente que chocó con problemas y seres diferentes, como Tolstói, como Hemingway.”
            Desde Litteratura queremos transmitir nuestra más sincera enhorabuena al compañero Emerio, enviarle un fuerte abrazo desde el otro lado del charco, y recomendaros efusivamente a tod@s la lectura de “El hombre que vino a leer”, en cuanto se publique (os mantendremos informad@s). Y cómo no, esperamos seguir disfrutando de sus relatos en nuestro hasta ahora humilde blog.

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