Ganador del IV Concurso Litteratura de Relato
Lugar siniestro este mundo, caballeros.
NIKOLAI GOGOL
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Foto: Stanley Kubrick, El resplandor |
El tono de voz salió impostado. Alargaba la última sílaba de una palabra
que parecía quedar suspendida, hasta elevarse otra ya macerada dentro de
la boca, con labios pintados que se mezclaban con el color de la sangre.
Después de limpiarse, repitió el insulto con suficiencia, lo largó sin rabia pero con fuerza, como queriendo dejar una marca, un rastro en algo plano y
contundente.
El dolor era un recuerdo: las manos
grandes y frías de su padre. Los golpes que había recibido esa noche contenían
el mismo desprecio, la misma necesidad de colocar la orfandad en la cara, y
marcar la diferencia con hilos de sangre en la comisura. También oyó gritar las
mismas palabras: trolo, marica, puto.
La primera vez que las escuchó, con
vehemencia y con estragos de culpabilidad, fue cuando lo descubrió el padre
practicando el juego que había propuesto Omar, el vecino, en el patio trasero
de la casa una noche de verano. Recién llegaba de la carnicería y ellos no lo
oyeron en ningún momento. Al limpiarse la sangre que brotaba de la boca, quitó
también trozos de carne cruda de vaca, casi molida. Pero no dejaría de jugar
con el muchachito de pelo rubio y fino que se despeinaba en cada gesto,
mientras le quitaba el largo flequillo de los ojos.
Tiempo después se marcharía de la casa tras
negarse a trabajar en la carnicería, en el negocio familiar. Y perdió todo
contacto con Omar.
Ese día, al salir de su cuarto alquilado, cuando la noche se desplazó en el
espacio cuarteado por el crepúsculo del invierno, un auto detuvo la marcha, bajaron
dos muchachos y la alcanzaron. Uno de ellos quería que los acompañara a beber
algo e insistía en que le dijera su nombre.
El que estaba un paso más atrás que
el primero, la reconoció. Aseveró que era el hijo del carnicero. El otro
manifestó que no podía ser y se acercó más. Ella dijo que le conocía bien,
y acomodó el flequillo que molestaba la visión del muchacho.
Después del golpe, subieron al auto y
huyeron. La herida paró un taxi. Llegó a la carnicería del padre. Se adelantó a
la clientela. Se limpió la sangre en la boca con el puño del abrigo. Tomó un
cuchillo de trinchar. Se levantó la pollera rosa, se descubrió el sexo y antes de
cortar, repitió: “Yo también te quiero, hijo de puta”.
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Hugo Díaz |
* Nació en Santa Isabel y reside en Rosario (Argentina). Estudió Letras y trabaja
como profesor de Lengua y Literatura. Comenzó
escribiendo poesías, algunas de ellas han sido publicadas en antologías. Dentro del
género cuento, ha obtenido premios en diversos certámenes: ganador del Concurso ICES, Venado Tuerto (2015), mención
especial en el Certamen Nacional Municipal Azul (Buenos Aires), segundo premio
en el concurso de la revista Gambito de Papel (La Plata), ganador del Concurso Un Homenaje, Fabricio Simeoni (Rosario, 2019), primera y
tercera menciones en dos convocatorias del certamen La hora del cuento (Córdoba). Cuentos suyos forman parte de las antologías Relatos del mañana (Emporio
Ediciones, Córdoba, 2020) y Grandes microrrelatos (Editorial Equinoxio,
Mendoza). También
ha colaborado en revistas literarias nacionales y del extranjero, como la Revista Temporales, del MFA de Escritura Creativa en
Español (New York University). Ha publicado el libro de cuentos Lazos brutales (Editorial Reloj de Arena,
Entre Ríos, 2020) y la reciente novela corta El mal del reflejo (Alción Editora, 2021). Es
el ganador del IV Concurso Litteratura de Relato.
Felicitaciones al ganador y al Litteratura, que sigue al frente del cañón, promoviendo literatura emergente de buena calidad. Un abrazo a todos y felices fiestas.
ResponderEliminar¡¡Mil gracias por tus palabras, José Aristóbulo!!! Y gracias también de parte del autor. Felices Fiestas y un fuerte abrazo desde el otro lado del charco
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