Foto: Portada de Muerte en la tarde |
Hace un calor insoportable y no veo mucha gente aquí. Es raro, porque a esta hora suelen venir mucho para esta zona. Bueno, pero todavía es temprano, esperemos, mientras puedes darte un chapuzón y yo continuaré este libro, que por referencias de un amigo sé que está buenísimo.
―No te vayas lejos, cariño, está un poco profundo. Mejor te quedas cerca de aquí, allí debajo de aquellas uvas caletas veo que te puedes sentar y jugar con la arena. ¿Te pongo tu sombrero, mi amor? El sol está bastante fuerte.
―No te vayas lejos, cariño, está un poco profundo. Mejor te quedas cerca de aquí, allí debajo de aquellas uvas caletas veo que te puedes sentar y jugar con la arena. ¿Te pongo tu sombrero, mi amor? El sol está bastante fuerte.
―Hola.
Has llegado más temprano que de costumbre.
―Sí,
hoy es un día hermoso. Además, traje a una persona para que la conozcas. Es
alguien muy especial.
El corazón se me salía del
pecho. No podía contener los nervios y mis manos sudaban que eran como
chorreras. Era el olor de aquel hombre. Olor que conocía bien, que despertaba
el deseo en mí de besarlo y morder sus labios hasta sangrar. Yo sé que le gusto
mucho, pero por desgracia de la vida, se va de mi lado y es un imposible
nuestro amor. Bueno, es una pasión que enloquece, que me tiene descontrolada…
―No. No
me pasa nada, sólo un poco de cansancio físico y mental. Estuve trabajando
hasta tarde, y leo este libro que me recomendó un amigo para relajarme.
―¿Un
amigo? ¿Lo conozco? A ver. ¿Cuál es el título?
―No me
toques… Que me vuelves loca. Aquí no podemos. Está llegando la gente y ando
acompañada.
―Sí, ya
lo sé. Por cierto, es bella la niña, parece de película, qué ojos tiene,
iguales a los de la madre.
―Gracias
por la cortesía. Eres un hombre bello, un caballero, por eso disfruto estar
contigo… y me haces ir al cielo cuando hacemos el amor.
―¡Muchacha!!
Eres tú quien me tiene loco. Dame un beso, que no aguanto más estar cerca de ti
y no besarte y…
―No
digas nada más. Esto es muy difícil. Yo quiero más, es eso lo que notas en mí
de diferente.
Ya he dicho todo. Le conté que
lo quiero, sabe que estoy enamorada, pero no sé cómo reaccionará. Él también lo
está, pero no quiere o no puede dar un paso al frente. Le encanto como mujer
pero hay mucho en juego.
Hoy hace mucho calor, aparte
del que me provoca tenerlo cerca. Esa boca caliente, esas manos que pesan sobre
mi cintura y ese olor, oooh, ese olor es el que me desquicia. Hace días que no duermo.
No puedo dejar de pensar. Lo veo en todo. En mi trabajo lo veo, en el móvil lo
veo… y en mi cama lo veo todas las noches. ¿Me estaré volviendo loca?
―Vamos
a dar una vuelta. Caminemos por la playa. Deja la niña con tu amiga y ven
conmigo, quiero darte algo.
No puedo irme con él a caminar
porque sé que volveremos a repetir la historia y seré débil, una vez mas. Yo
quiero, quiero ir más allá de la playa, quiero subir a la luna y no bajar si es
preciso, pero después tendré que aterrizar en el mismo lugar.
―María
Isabel, me alcanzas la crema protectora. ¿No te darás un baño? Está tibia, ven,
no hay tantos corales en esta parte.
No sé qué hacer. Hace mucho
que no sentía esto, tengo muchos deseos de besarlo hasta quedar sin respiración,
pero a la vez tengo miedo. Él es como un iceberg, así como se describe en este
libro, deja sólo que yo conozca una parte, la otra se mantiene oculta. ¿Será
que tendré que luchar e ir descubriendo poco a poco? No, pero no lo creo, se
irá y me quedaré en el olvido. Bueno. Sucederá lo que tenga que suceder.
―Esta
playa está bonita. Ha cambiado mucho desde hace quince años para acá. El coral,
las plantas y hasta el color del agua.
―Sí, mi
vida, todo cambió. Antes los veranos eran más intensos. A la gente le gustaba
venir porque ponían música, vendían comida, hasta asaban puercos y hacían
acampadas hasta el amanecer.
―No
recuerdo las acampadas, pero si la música y cómo se vendía comida. Y mira, creo
que hasta la piedra perdió tamaño, esa piedra no la he visto en ningún otro
lugar, al menos no como esa, de ese tamaño tan impresionante que la gente se
sube y la usa de trampolín.
―Bueno,
si de perder se trata, te fijaste en el cartel de la entrada. El letrero te
digo, tiene lo que está escrito desde el verano del diecisiete. Eso no se toca
hace tres años. Ya la mayoría de las cosas están perdidas… Pero volviendo al
tema de la piedra, ¿te acuerdas del color de la parte de atrás?
―¡Uffff!
¿Cómo no me voy a acordar?, eso no se me olvidará jamás.
―No
parece, chiquitico, si no, hubieses venido más seguido para seguir viéndolo. ¿No
es así?
―No
digas eso, las cosas no son así, Adriela, hay que pesarlo todo.
―Sí,
Ernesto, ya sé eso y no te reclamo nada, te comenté solamente.
―Mami, ¡me
picó un bicho en la espalda! Quítame esto… y recógeme el pelo que me molesta, ¡corre,
mamá!
―Ven,
mi amor, ponte esta cremita para el sol, y también el sombrerito.
―Adri, ¿no
te bañaras? ¡El agua está riquísima! La niña gozando y tú de boba, ahí esperando
no sé qué cosa.
―Tranquila,
déjame con mis ideas que yo me entiendo. Vete tú y aprovecha el poco sol que
queda, tal vez yo me meta ahora.
―Hola, ¿cómo
te va, Adriela? Te ves muy bien.
―Gracias,
Ernesto, tú has engordado pero no te ves mal. ¿Hace mucho que llegaste? ¡Cuánto
tiempo que no te veía!
―Hace
una semana. Mira, te quiero presentar a Yenis, mi esposa.
―Gusto
en conocerte… ¡Mira, aquella rubita es mi niña!
―¿No te
vas a bañar un rato? Está alta la marea.
―No,
terminaré de leer este libro.
―Mmmmh, gran autor, hiciste una buenísima elección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario