Foto: Antonio Gamoneda bajo la placa a su poema Cuerda de presos (Diario de León) |
A Antonio Gamoneda
Ezija descubre su rostro
en el vacío
cual amalgama del pánico, o prisma
en la espesa quietud de aquel aceite
tan tristemente agarrado a las tripas.
en la espesa quietud de aquel aceite
tan tristemente agarrado a las tripas.
Ezija habla por la boca de
los presos,
deshace los nudos de aquella cuerda
que los lleva atados, sin reloj.
deshace los nudos de aquella cuerda
que los lleva atados, sin reloj.
Ezija se perfuma con la
compasión,
contemplando el horror, y quema, ¡Ay
cómo quema la cruz de ese poema,
a fuego grabado sobre la naranja
que arde! ¡Por Dios, quema la lengua
de un niño a las puertas del infierno!
contemplando el horror, y quema, ¡Ay
cómo quema la cruz de ese poema,
a fuego grabado sobre la naranja
que arde! ¡Por Dios, quema la lengua
de un niño a las puertas del infierno!
La mirada de aquellos
hombres
olía a azucenas impronunciables,
cuando las manos de una madre
arrancaron a su hijo de aquel frío,
rogando silencio a Ezija: la flor
que se ausentaba de un presidio.
cuando las manos de una madre
arrancaron a su hijo de aquel frío,
rogando silencio a Ezija: la flor
que se ausentaba de un presidio.
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