Foto: Tatu Baby (Hard Body Models) |
¡Intenciones encomiables y las tetas de san
Expedito! Pura filfa, pura puesta en escena. Fuerza es confesar que la
preciosa, luego de tatuar a los caídos y desgraciados de cada rincón del país,
asiste, como la cosa más natural del mundo, al congreso anual de banqueros, no a
cuestionarlos ni a zaherirlos con risas maliciosas, zalemas envenenadas y
dichos punzantes, sino a practicarles a los muy chupasangres una terapia
revitalizadora al cabo de la cual quedan limpios y listos para seguir
despellejando al prójimo. Al margen de que haya quien piense que es de nobles
hacer el bien sin mirar a quién, ya que al fin y al cabo galeotes, golpeados y
banqueros son hijos de dios, dicho sea entre paréntesis, sin pretender
enredarse en un laberinto de explicaciones metafísicas, para muchos no es lo
mismo rosal que sentina, no da igual tambor que pandereta, la conducta de la
muchacha es de una imprudencia mayúscula, por no señalar que es una hijueputez de
marca mayor. Lo dicho, todo lo de ella está envuelto en un halo de misterio.
Siguiendo con el caso que nos ocupa, no bien hubo
terminado su presuntamente ignominiosa tarea con los banqueros, el pajarraco
negro y fétido con cara de mono y pezuñas de cerdo –la verdad es lo que cuenta–
se encaminó hacia su casa a descansar y a recargar baterías. Una vez allí
descargó, en una suerte de silo transparente que mantiene en el sótano a salvo
de miradas indiscretas, toda la porquería que acababa de succionar a lo largo y
ancho de su peregrinaje. Si hemos de creer lo que cuentan sus contradictores,
la misma alimenta a una colonia de seres extraños, blancos, bulliciosos y del
tamaño de una hormiga.
Se especula que tales criaturas son réplicas en
miniatura de ella. Se especula también que en poco tiempo, si siguen comiendo
de esos manjares no gratos –odio, rabia, rencor, violencia y codicia–,
alcanzarán el tamaño de la bella, y que cuando esto suceda, las susodichas
abandonarán su silo y su sótano y tomarán el control del planeta.
Para mal o para bien… Eso nadie se atreve a
vaticinarlo. Las opiniones al respecto están divididas. Unos dicen que
semejante ejército de hermosas no descansará hasta borrar del planeta toda
huella de maldad. Otros, que tanta perfección nos reventará y nos aniquilará.
Yo no sé qué pensar, yo no acierto a sacar nada en
limpio, yo simplemente, ante este maremágnum de dimes y diretes, cierro los
ojos, suspiro, recuerdo su visita a mi celda, me regocijo y beso mi tatuaje. Yo
sólo espero, después de calmados los ánimos, si es cierto lo del ejército
venturoso, que una de esas criaturas me visite, clave sus agujas en mi piel y
no las saque de allí jamás de los jamases.
No hay comentarios:
Publicar un comentario