Foto: Europa Press |
A
ellos,
repatriados
por la piel que derraman sangre
en
una costa que llamamos nuestra,
cuando
el mar, la tierra,
nunca
tuvieron dueño.
Sigo
sin entender por qué
juzgamos
por la melanina de la piel,
y
no por el color que dan sus ojos
o
lo bonito que besan.
Por
qué preferimos mirar a otro lado
cuando
podemos conocer de frente.
Por
qué
preferimos
ver hombres encerrados tras las rejas
antes
que enredados entre las sábanas,
en
un mundo que hace años
no
escucha.
Hablamos
de Libertad pura,
mirándola
detrás de unos barrotes
ya
oxidados por el paso del tiempo
y las lágrimas de tantos
que
lucharon para que esto no fuese así.
Pedimos
paz y a cambio damos guerra.
Queremos
ir al cielo,
pero
en la tierra solo sembramos
la
pena que nos vio nacer;
la
muerte por celos,
el
asesinato como costumbre.
Si no fuéramos todos ciegos,
no
nos enamoraríamos ni de nosotros mismos.
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