Finalista del III Concurso Litteratura de Relato
 |
Foto: Pamukkale (Denizli) |
2
de mayo del 2018, 3 de la tarde; llueve en Buenos Aires.
Un
pasillo largo, casi interminable, de mayólicas centenarias muy
pequeñas con arabescos en sobrerelieve de colores otoño me llevó
hasta la cocina del López
Hostel & Suite
(un hostal en pleno barrio de Palermo), para hacerme un té de
manzanas. Sí, tenía que ser de manzanas porque recordaba a esos
días de lluvia pulverizada, entre la niebla de Estambul.
(Por
donde quisiera que fuese en esa ciudad, por el solo placer de beber
en las pequeñas tacitas de vidrio cubiertas de metal apuntillado —a
veces de plata, a veces de bronce, o a veces simplemente de cobre—,
pedía un mix
apple tea.)
Puse
a calentar el agua en la jarra eléctrica, mientras en la mesada de
enfrente, en la pileta estaba lavando dos tazas una viejecita. Ya la
había visto en otra oportunidad, transitando por el interminable
pasillo de pequeñas mayólicas.
Le
pregunté:
—¿Usted
vive acá o está de paso por Buenos Aires?
Ella
respondió: