Tercer Premio (ex aequo) del III Concurso Litteratura de Poesía
Si recuerdas el pasto brillante
y los mares necios,
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y los mares necios,
haberte perdido entre muros sin techo
o entre las noches de silencio y luciérnagas,
sabrá todo a un enorme no importa, ahora es todo
ojo al cielo,
mirada atenta al caminar del sol.
La frontera no se marca con el punto de mira;
en el charco me intoxico de rayos verdes
y violetas, jazmines y pájaros del desierto.
La negrura de esta ciudad-semilla me inunda de
raíces secas.
La raza pálida, las brujas del treinta y tantos
Sin husmear en orinales y tratando a toda costa
evitar autoflagelarme entre curadores
y gente que nos tirará sonrientes en harapos, me repito:
la ley de la rata
la ley vicaria
la copa de té envenenada
la noche de luna roja
el ave cayendo en llamas.
Te quebraste y nos hiciste llorar a todos, destruida
te ofreciste, sin sentido y vagabunda,
reventaste como reina mosca de la ciudad fruta-rancia,
el imperio de las ácidas.
Regresaste hecha noche y mazo de piedra,
porque a lo mejor corriste entre caballos y te salpicaste la frente con toda la sal del mundo y nadaste y aún respiras
pero vas bajo.
Reptas por sombras, quieta, sin sonrisa ni hambre,
quieta, entre los rincones del ojo, escondida.
Te vas perdida entre vinitos y palabras vacías,
te vas perdida en existir por ti,
expresión de la ira por la ira,
refugio devastado,
explotado, de los aburridos
con miedo a manchar el traje.
Dijeron tres, ya traje desastre.
Tres Ad Inferi y llegamos más rápido.
Ad Inferi y nos vamos juntos.
Hay que dejarle al acorde y al pincel
la jaula abierta y encontrar camino.
Llego a tu tormenta seco.
Una silueta vacía,
sin voces, ardiendo
a la bruma que desorienta al bosque,
vengo de noches sin silencio
donde se escucha todo.
Aquí chispean chicharras hambrientas, desesperadas por agua,
aquí se revienta el muro y se estrella la noche,
viene a derrumbarse entre zopilotes y luces formol
o frente a los gallos, cantando
en hora de aves negras y tributos fúnebres
Desde aquí me voy en un barco de madera rancia,
me voy al mar,
me voy con piedras en el rostro
recostado,
ardiendo.
La histeria grita a mi oído muerto.
Pronuncia esperanza,
marca las paredes de eco,
cuelga gritos como cuadros viejos;
vete con la frase inacabada
aunque vayamos ardiendo.
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