Ganador (ex aequo) del III Concurso Litteratura de Relato
¿La neta? Yo sí le dejé ir dos, tres piquetes a ese
culero, ¿no, mi Lic? Los polis dicen que fueron diecinueve puñaladas, no las
conté, tenía el cerebro hecho mierda, me cegué totalmente… pero ese hijo de
puta no se iba a burlar de mí, ¿no, Lic? Lo que más me duele es no poder estar
con mis hijos, que ‘orita los tuve que dejar con mi tía… La muerte de ese
ojete, no… bien merecido se lo tenía, por puto… Dios quiera que usted me pueda
ayudar, Lic, pa’ poder atenderlos… Los extraño un chingo...
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Foto: Rihanna, Videoclip de Bitch Better Have My Money |
Mire, Lic, aquella tarde que comprobé lo
que me habían dicho mis vecinas de la unidá, que mi marido se veía con otra vieja, una pinche
resbalosa que trabajaba en la tienda de Joaquinita, me quise morir, chingá.
¿Cómo iba a pensar que mi gordo, después de dieciocho años de casados, me
anduviera poniendo el cuerno? ¡Y luego con quién, Lic, con esa puta! A veces
pienso que lo hizo no más pa’ chingarme, porque estaba celoso del compadre Memo,
pues me andaba echando los perros, pero yo, ni en cuenta… Sí, yo creo que fue
por eso… porque, ¿la neta?, nosotros, como pareja, sí la hacíamos… nos
llevábamos muy bien… cogíamos rico… Teníamos problemas, como todos, pero ahí la
íbamos llevando, aunque yo me di cuenta que esa vieja, ya desde antes, le traía
ganas a mi viejo… ¡Hija de puta!... Nomás de acordarme, al chile que me
arrepiento ─que Diosito me perdone─ de no haberle encajado el cuchillo también
a ella… Total, unos cuantos años más qué importa... Sí… ni pedo… se me escapó,
la perra…
Aquel día ─me acuerdo que era viernes─
los fui a espiar al lugar donde me dijeron que se encontraban, en un café de
chinos, atrás del metro Lagunilla… Me asomé por las paredes de cristal y sí…
allí estaban… muy sonrientes y quitados de la pena… Pinche Fernando, mi marido,
se hacía el simpático… Raro en él, ¿eh?, porque tenía un carácter muy seco,
algunas amigas me decían: “Parece que siempre está oliendo mierda, el güey”, y
pegaban la risotada, pero conmigo se portaba a toda madre… Aunque, a últimas
fechas, yo le preguntaba: “¿Qué te pasa, viejo, por qué andas tan encabronado?” Pero él ni en cuenta… “Nada, no me pasa nada… pedos en la chamba”, me respondía
el muy cabrón, y se iba a dormir sin pelarme, a veces ni cenaba.
Me dio mucho coraje nomás de verlos, Lic,
tanto que lo primero que hice fue apretar muy fuerte el cuchillo que llevaba
en la bolsa de mi suéter… hasta lastimarme la mano, aquí, mire… Más sin embargo en ese momento no sentí dolor… Me quedé largo rato con un cigarro en la
mano, sin prenderlo, la mente ardiendo… todo por dentro me quemaba… Reaccioné
al sentir que la mano me estaba sangrando, pero ya no me importó nada. Cuando
vi que la pinche chingada regresaba a la mesa ─tal vez había ido al baño─, y el
pendejo de mi marido se esmeraba en acomodarle la silla, ya no supe de mí…
¡Hijo de perra! ¿De cuándo acá, tan atento? Sólo al principio que éramos novios
me mostraba esas atenciones, porque lo que es ahora, ni madres… Bueno, conmigo
no, como lo estaba comprobando… Yo, pasando hambres con los niños, estirando el
gasto para no mortificarlo, por no ser como bultos de cemento en su espalda...
A mis hijos y a mí nos conocen como los pordioseros de la unidá,
Lic, recibimos favores de todos los vecinos y estoy endeudada hasta con el
tortillero… ¡Para que este cabrón me saliera con una chingadera! ¡Vale verga
la vida!
No supe en qué momento me abalancé sobre
ellos, cuchillo en mano, no me acuerdo… aunque, sí… recuerdo que lo que más me
enchiló fue la risa de los dos cuando me acerqué a la mesa… Él le decía a ella…
no sé qué… algo así como “Que no se entere mi pinche vieja, mi amor”, y soltó la
carcajada… Una sonrisa falsa, odiosa y infame, que pretendía ser agradable… recuerdo que
sobre la mesa había una cajita con moño, los dos tenían una mano sobre la
maldita caja… Se veían muy enamorados… ¡Hijo de su pinche madre, desgraciado!
Cuando la pinche vieja me sintió en la
mesa, brillando el cuchillo, aventó la silla y pegó un grito, saltando hacia
atrás… Apenas le hice un buen rasguño, pero sí sangró… Las siguientes
cuchilladas le tocaron a mi esposo. Cuando menos sintió, ya estaba encima de
él, hundiéndole el puñal en todo el cuerpo: “¡Vas a valer verga, perro
desgraciado!”… Me puse completamente loca, parecida a las artistas de Lo que
callamos las mujeres… ¡Puta madre!
Él sólo alcanzó a gritar: “¡‘Pérate, pinche
Cristina, no ma...!” Ya sangraba por la espalda, me salpicaba en la cara, el
suéter, toda… La culera esa intentó echarse a correr, pero la sujeté de la
ropa. De un manotazo, se soltó. Ya no alcancé a herirla… Tomé la caja con moño
y con ella continué golpeando en la cabeza a ese pendejo, que todavía
respiraba, pero no se defendía… Cuando los meseros trataron de detenerme, los
amenacé con el arma… Mis ojos lanzaban fuego; mi boca, espuma… Se echaron para
atrás… aproveché para irme a la fuga.
Todavía me recuerdo en la calle, con
manchas de sangre por todo mi cuerpo, empuñando el cuchillo… La gente me veía
horrorizada, me evitaban, iba corriendo como loca, atravesándome entre los
coches, valiéndome madres todo… Tenía prisa por llegar a mi casa.
Cuando llegó la policía, yo estaba
llorando, abrazada a mis hijos, ya los había manchado de sangre también a
ellos… No opuse resistencia, para no asustarlos más… Estuve dos días en la
Delegación y de ahí me trajeron al reclu… y bueno… Ahora estoy en sus manos, mi Lic. Si logra
sacarme, estaré agradecida toda mi cochina vida con usté… Soy
capaz de pagarle hasta el hotel, si me lo pide… Pero quiero que sepa que no
estoy arrepentida… Todo esto se lo cuento acá entre nos, porque declaré ante el
MP que él me quiso golpear al reclamarle su infidelidad, que yo sólo me
defendí.
Muchas veces se lo dije: “Mira, Fer, el
día que ya no quieras estar conmigo, házmelo saber, no vayas a hacerme una
pendejada… Me va a doler un chingo, pero te entenderé y a ver qué hago con mis
hijos.” Siempre trabajé, de soltera, Lic. Él lo sabía… Tuve muchos problemas con
un novio al que quise mucho y me hizo como su trapeador… Se fue pa’l otro lado,
dejándome aquí, como su pendeja… Desde entonces quedé muy dañada, sin ganas de
intentarlo con otro hombre, como con miedo… Mi marido lo sabía, yo nunca se lo
oculté… Le pedí que no me engañara, porque ya me conozco.
Todavía recuerdo la tarde cuando nos
vimos por primera vez. Yo regresaba del trabajo. Él iba a reunirse con unos
amigos, pero suspendió su cita. Nos encontramos en el microbús. Fue un flechazo
al instante. Se veía muy guapo… Era muy simpático… al principio…
Su sonrizota en nuestra boda… Todos nuestros regalos… La luna de miel en
Acapulco… Parecía un león… quería coger a cada rato… je, je. Cuando rentamos
nuestra primera vivienda… La vida con nuestros hijos… Todo iba muy bien… hasta
que le calentaron el pito por otro lado... Empezó a coquetear con esa
desgraciada… Ya casi no me hacía caso… Yo lo justificaba, diciendo, bueno, tal
vez, como me ha dicho, tiene muchos problemas en la chamba y viene fastidiado…
Una nunca sabe…
Traté de hablar con él, pero siempre me
daba la vuelta… Ya platicaremos, me decía… Creo que ya andaba ilusionado…
Pinches hombres, putañeros… Pero nunca me dijo nada, como se lo pedí aquel día…
Si me hubiera dicho algo… Si tan sólo me lo hubiese comentado… Total, si ya no
me quieren me hago a un lado, yo sé perder, lo juro… pero no… nunca me dijo
nada… Se lo advertí… Ya qué… ¿O no, mi Lic?
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Lauro Cruz Sánchez |
Soldado advertido no muere en guerra. ¿O no, mi Lic? Felicitaciones, Lauro.
ResponderEliminar¡Muchas gracias de parte de Lauro, José Aristóbulo!!!
ResponderEliminarFelicitaciones (un poquito tarde), por el relato!!!!
ResponderEliminarMargarita Borsella
Felicitaciones (un poquito tarde), por el relato!!!!
ResponderEliminarMargarita Borsella
Nunca es tarde si la dicha es buena, Margarita. ¡¡Y muchas gracias de parte de Lauro!!!
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