martes, 21 de junio de 2016

Disertación (evidente) sobre el aguacate......José Antonio Pino Varens*

Finalista del IConcurso Litteratura de Relato

Foto: Raquel Pérez
El maestro pidió que dibujáramos a nuestras familias. Aunque se dirigió a todos los niños (del aula), sospeché que tenía un interés particular en mi caso, pues mi papá anda en una silla de ruedas y viene a buscarme por las tardes. Hasta ahora, la única que se ha mostrado evidentemente interesada (por mi papá) es Bía; pero Bía, se sabe, está enamorada de mí y tuvo el buen tino de decirme que le dijera (a papá) que se aliviara de sus dolores sin preguntarme qué le había pasado.
      Yo dibujé rápido a toda la familia: mamá, papá, nuestra perra que se llama Hachi y nuestro gato que se llama Krim-218. Otros niños se dibujaron junto a sus mamás solamente, algunos junto a sus mascotas solamente y hasta hubo uno que se dibujó al lado de Ben-10 solamente (me reservo el nombre).
      El maestro escogió mi dibujo para hablar sobre la familia. (Casualidad, ¿eh?) Me preguntó por qué había dibujado a papá de pie tomado de la mano de mamá y de la mía si estaba en silla de ruedas (papá, no el maestro). Yo le contesté que esa era una pregunta sin respuesta, del mismo modo que hay problemas en matemáticas que son NS, que siempre había dibujado a mi papá así porque así era como yo lo veía, y también porque mi papá decía que cuando el corazón habla, el cerebro hace mutis. Le aclaré al maestro que yo no entendía nada de lo que estaba diciendo, pero que de algún modo lo sentía y con eso bastaba.
      El maestro no pareció muy satisfecho con mi respuesta (me imagino que porque trató de analizarla con el cerebro y no con el corazón), y me preguntó entonces sobre lo que hacían (se refería a las ocupaciones de mis padres, se entiende, no a las del cerebro y del corazón, y mucho menos a las de la perra y el gato).
      Yo le dije que mi mamá era maestra como él y que mi papá era mago. El maestro ignoró lo de mamá y me comentó que cualquier día invitaba a papá para que divirtiera con trucos a los niños del aula (un truco evidente para sacarme más información). Le contesté que mi papá no hacía trucos delante de la gente, que él no era mago de circo. El maestro me pidió que le explicara eso y le dije que, por ejemplo, cuando yo tenía dolor de barriga mi papá me echaba color verde con las manos y el dolor se me quitaba. El maestro dijo “ajá” pero creo que no me creyó. Le puse otro ejemplo. Cuando no me gusta la comida, le dije, papá pone las manos sobre el plato (con comida, claro) y me pregunta qué sabor quiero que tenga (la comida, no el plato). Yo le digo que huevo frito si es mortadela o platanito fruta si es picadillo de soya; papá cierra los ojos, se concentra y al ratico ya puedo comer sin problemas. Eso lo hace para que yo esté bien alimentado y aprenda por mí mismo la relatividad de las cosas, aun de las evidentes. Entonces el maestro me preguntó si de verdad cambiaba el sabor de la comida y yo le contesté que sí, que por eso yo estaba tan fuerte, porque me lo comía todo gracias a papá. No obstante, le aclaré, hay sabores fuertes que papá no puede cambiar, como el de la harina o el del aguacate. Y el maestro se asombró de que a mí no me gustara el aguacate. ¡He ahí la relatividad de las cosas!, exclamé triunfante. Me gusta el color del aguacate, pero no me gusta su sabor ni cómo me infla la barriga. ¿Por qué tendría que gustarme lo que le gusta a la mayoría?, cuestioné con la autoridad de quien sabe de lo que está hablando (que no era mi caso, evidentemente). 
      Le dije que mi papá también decía que el mundo está lleno de opiniones diversas y que para vivir en paz no había que escandalizarse por ninguna, aunque nos pareciera muy rara y muy descabellada, e incluso aunque se refiriera al aguacate. El maestro ignoró el aguacate y me preguntó qué entendía yo por “idea descabellada”. Es fácil, le contesté, las mismas palabras lo dicen: una idea descabellada es una idea calva. ¿Y para qué, si puede saberse, una idea debería tener pelos?, volvió a preguntarme. Yo no sé mucho de eso, maestro, le contesté armándome de paciencia, pero dice mi papá cuando yo le pregunto mucho como usted a mí ahora, que es para que uno mantenga diálogos tan inútiles que termine dándose cuenta de que hablar demasiado no conduce a nada… como el director en los matutinos. El maestro se puso serio y me dijo: Tu papá no debería enseñarte esas cosas porque en la escuela podemos regañarte por eso. Bueno, le contesté, pues dice mi papá que un regaño es el totalitarismo de un punto de vista… El maestro abrió la boca para responderme pero no dijo nada. (En honor a la verdad, mi papá no dijo esa frase. La escribió en una de sus libretas de notas que yo leo a escondidas.)
      Dile a tu papá que venga a verme… ¡Uf!, al fin puedo sentarme. Al hacerlo, caí en la cuenta de que toda el aula había enmudecido ante nuestro diálogo. Bueno, “aula enmudecida” es una metáfora. Me refería a los alumnos. Somos treinta y cinco hacinados en un recipiente con capacidad para veinte. Aunque guardemos silencio (lo cual es muy difícil), parece que gritamos. Lo de recipiente y lo de guardar silencio también son metáforas. Si el silencio pudiera guardarse, yo investigaría dónde el director guarda el suyo y me vestiría de ninja y lo rescataría (al silencio) para devolvérselo (al director), y así disfrutar un poco más de la hora del matutino, porque el director habla y habla y habla y no deja que me concentre en Bía. Pero creo que va a resultar más fácil secuestrar al director (después de que me vista de ninja, claro) y encerrarlo en algún lugar aislado donde pueda seguir hablando (el director) y no moleste a nadie…
      Los niños habían enmudecido y me miraban. Me encogí de hombros... y en ese momento, Bía me tocó la rodilla por debajo de la mesa y la miré. Me sonreía. Fue entonces cuando me comentó aquello de: “Dile a tu papá que se mejore de sus dolores”. Evidentemente, Bía está enamorada de mí..., pero le gusta el aguacate. 


José Antonio Pino Varens
* Nació en Cienfuegos (Cuba) en 1965.
Colabora como articulista en diversas publicaciones de su ciudad: Ariel (revista cultural de Cienfuegos), Renacer (publicación dirigida a familiares de personas con síndrome de Down y otras discapacidades intelectuales, de la que también es diseñador) Pasos (boletín de la Iglesia diocesana). Ha escrito, además, en la revista Vitral, del Centro Cívico Religioso de Pinar del Río. Uno de sus relatos se publicó en la Antología “100 autores, 100 vivencias”, del Primer Premio Orola de Vivencias. Finalista del II Concurso Litteratura de Relato.

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