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Foto: Iris Notario |
Sofía no paraba de hacer cosas. Quería dejar la
casa recogida antes del viaje. Se anudó
un fular encima de una sudadera deportiva. Su belleza consistía en la esbeltez
de una mujer preparada, lista y decidida que sabe vestir para cualquier
ocasión… como era ese viaje: botas, medias, falda y cazadora de cuero. El maquillaje, el justo. Los pendientes,
acertados. El perfume, apropiado. Tenía
el pelo rizado y bien cuidado por productos anunciados en televisión. Sabía
lucir bien sus piernas y sus pechos gordos, lechosos y con lunares.
Bruno
cerró las dos maletas y las dos mochilas y se fue a la terraza a esperar que
Sofía terminara. Vestía informal y como con dejadez: chaqueta grandona de pana, camisa de cuadros,
camiseta de rayas y botas con gore-tex. Era una especie de osito bonachón y tontorrón con grandes mofletes que
pellizcar. Un bollito de pesada crema pastelera. El modelo perfecto de la línea Basic de
cualquier firma de ropa. Un yerno entrañable, un yerno para inflar a comidas
caseras y después rebanarle el pescuezo cuando menos se lo esperase.
Sofía
estaba en la cocina, ya había cortado el agua y ahora dudaba entre los tres
botones de la caldera: modo viaje, modo agua caliente y modo calefacción. El
modo viaje tenía el icono de una maleta; lo conectó, salió de la cocina y cruzó
el salón con decisión, repiqueteando el suelo con los tacones de sus botas y
dejando el rastro de un perfume elegante que ni molestaba ni se iba con el día.
Bruno estaba en la terraza mirando las plantas y
la vida diaria del barrio. Cuando pasó al
salón, vio que Sofía estaba sentada en el sofá como esperándole, como
dispuesta a hablar y a escuchar… como una emprendedora del saber estar.
Silencio, había mucho silencio en el salón. Los
dos contemplaron las fotos y los objetos de decoración del mueble principal.
También se fijaron en una cesta que estaba encima de la mesa grande y que
contenía tickets de regalos de la boda para descambiar y packs de cajas-regalo:
escapada con encanto, un ritual de bienestar (masajes, cuidados y cambios de
imagen), noche insólita, estancia mágica y placeres para dos.
No se miraron a los ojos. Sofía y Bruno no
habían salido de casa y ya estaban
cansados de tanto viaje. Cansados de un viaje de novios que ya iba a ser de
marido y mujer… un viaje para estar más juntitos cuando en realidad se sentían
más separados. Sofía y Bruno estaban cansados de tantos años de convivencia. El
osito manoseado y la mujer pantera lo sabían, ya lo sabían… desde que activaron el modo viaje en la caldera y desde
que las plantas y el barrio estaban como siempre, igual de estables… sin ningún
cambio. Desde que vieron las fotos de su
vida compartida y los packs de aquellas cajas.
Sabían que no viajarían a ningún sitio, que no
harían ninguna escapada ni nada insólito… o por lo menos que no lo harían
juntos. Sentían malestar pero también alivio. Y lo mejor es que habían llegado
a un acuerdo sólo con silencios, miradas y acciones. Era la mejor actividad y
ocasión especial que podían haber
elegido… dejarlo ya de una vez: la mejor experiencia para los sentidos.
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