Si he perdido la vida, el tiempo,
[...]
Si he sufrido la sed, el hambre,
[...]
Si abrí los ojos para ver el rostro
puro y terrible de mi patria.
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
BLAS DE OTERO

Bebía cervezas, masticaba chicle, iba de compras, saludaba al jefe... Todo iba bien. Pagaba mis deudas, soñaba con que me tocara la lotería, con ir de vacaciones, con estar un día completo en la cama, en fin, cosas sencillas... Compraba el periódico los domingos, saludaba de lejos a las vecinas, felicitaba las navidades a mi familia, todo bien, todo correcto.
Pero últimamente no sé qué me pasa, no sé cuándo empezó
todo, no sé, ciertamente, si el inicio estuvo en la ley de partidos o
fue antes, no sé si se agravó mi crisis con las detenciones, no sé
de verdad si tuvo la culpa Bush o Aznar o Garzón o Grande-Marlaska, no sé
si es por la censura, por la tortura o por la manipulación. No sé si
tiene algo de responsabilidad en mi situación Palestina o Irak o
Guantánamo o Soto del Real, no sé si es porque se llevan esposados a los
jóvenes, a los emigrantes, a los disidentes, no sé si es por las huelgas
de hambre, por los muertos de hambre, por los muertos de pena...
No sé si es por tanta mentira, por tanto descuartizador, por tanto mercader, por tanta impunidad, por tanta mordaza a sueldo.
Sospecho
que soy terrorista. He empezado a respirar sin pedir permiso, a pensar
sin pedir permiso, a hablar sin pedir permiso, y esto, dicen, es el peor
de los síntomas en una sociedad aterrorizada como la nuestra, donde la
palabra es la peor de las amenazas.
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