Finalista del V Concurso Internacional “Litteratura” de Relato
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| Foto: www.freepik.es |
Me quedé mirando a Copes perpleja, normalmente era un perro de no reclamar, miré el reloj: las 19:14. El reproche del beagle de Emma tenía un asidero, debí haber llegado a casa a las 18:18, como todos los días. Dejé que el perro volviera a ladrar. ¿Dónde había estado?... Recordaba haber salido del puesto en la feria a las seis.
Un tercer ladrido me
activó, con algo de dificultad enganché la correa en el collar de
Copes, que saltaba como una marioneta, a veces se parecía mucho a su
dueña. La
vuelta a la manzana solía tardar nueve minutos, pero Copes tenía
grandes necesidades y tuve que apurarlo los últimos metros para no
pasarnos de tiempo.
¿Cómo
puede perderse una hora? Es una hora de vida… a pesar de mi edad,
la memoria inmediata suele funcionarme formidablemente. Ya
en el departamento, busqué el teléfono para ver mi recorrido, una
aplicación me almacenaba los pasos y los tiempos de caminata, pero
no tenía el celular en el bolsillo. Sí tenía la billetera, el
reloj, por supuesto, mi cadenita con la E de Emma. Pero no el
celular…, tal vez me lo habían sacado del bolsillo sin que lo
notara.
Me
puse el gorro y salí, dispuesta a desandar el camino hasta la feria,
era fácil porque seguía una rutina pasando por los relojes solares apostados en ciertas esquinas de la ciudad y que están perfectamente
sincronizados. Me sentía nerviosa, desde ayer, cuando Emma me dijo
que no iba a llegar a tiempo para acompañarme mañana al médico,
anoche era el show…, y que no quería arriesgarse a manejar ocho
horas estando tan cansada.
Debo
explicar, Emma baila tango. Y si bien su razonamiento respecto
al agotamiento físico era inapelable, el hecho de reformular en mi
mente su horario era un esfuerzo que me costaba sobrellevar.
Primer
reloj solar, mire la hora: Impecable. Horacio, el anciano cuidacoches
que dormía en la plaza, estaba sentado con su botella de agua y su
chango de compras desvencijado, pensé que iba a verme, pero no,
igual levanté la mano para saludarlo, tal vez usted no lo entienda,
pero es lo que hago, si paso por la plaza saludo a Horacio, desde
hace años es así.
Sentía
como si me hubieran robado, después de todo, el tiempo es un bien
con pertenencia, es lo único que tenemos, desde nuestro primer
minuto en este mundo hasta el último, somos dueños de nuestro
tiempo como de ninguna otra cosa, y es un bien escaso, de ahí la
importancia de darle un uso eficiente.
El
tiempo no existe, dicen algunos: “Es solo una inferencia de nuestra
mente, una creación humana para organizar la sucesión de hechos,
causa y efecto”. Que prueben a llegar tarde dos días seguidos a su
trabajo y verán cómo su jefe les enseña la existencia del tiempo.
Segundo
reloj solar: Impecable. La caminata me llevó a la puerta del bar de Luisito.
–¡Amiga!
–así
me recibía siempre.
–Hola, Luisito. ¿Cómo estás?
Se
quedó mirándome unos segundos, desnudando mi alma con sus ojos, con
la perspicacia de la gente que nos conoce demasiado bien.
–¡Eh!
Qué
carucha… ¿Pasó algo?
–Nada.
¿Me viste pasar hoy?
–Claro,
por enfrente, como siempre.
–¿No
hablamos entonces?
Luisito
abrió los ojos con sorpresa.
–No,
no... Pasaste caminando por allá –Señaló
hacia la calle–. ¿Qué te paso?
–No
sé, no me acuerdo, pero me robaron, creo, porque no tengo el
celular, no recuerdo haber caminado a casa. Y no llegué a tiempo.
Perdí una hora.
Cruzamos
miradas ante la gravedad de lo dicho, necesité repetirlo para que
constara y quedó flotando mi frase en el ambiente:
–Perdí
una hora.
–Estas
muy estresada, seguro, Emma se fue…
–Llega
mañana a la tardecita.
–Claro,
si tu hija no te va a dejar. Pero, bueno, lo que yo digo es que eso
te estresa.
–Lo
que me estresa es que iba a llegar hoy pasada la medianoche, pero
llega mañana a la tarde.
Agradecí
a Luisito por la interconsulta y me fui pensando que a mi edad
carecía de sentido comenzar terapia. Anochecía y el centro
comenzaba a poblarse de personajes sombríos, una brisa fuerte
cargada de polvillo de los árboles me obligó a entornar los ojos,
doblé en la esquina (tercer reloj solar: Impecable), hasta detenerme
frente a la feria.
Supuse
que hasta ahí llegaba todo mi plan; inocentemente, esperaba que
recorrer el camino inverso provocaría en mi mente un déjà
vu, y
esto revelaría
qué pudo haber pasado en ese tiempo, pero no sentía nada, solo el
maldito malestar que se escondía adentro de cada uno de mis órganos.
Regrese
retomando por el mismo camino, ahora desorientada y triste, a medida
que pasaban las calles, la sensación de angustia que anidaba en mi
estómago tomaba confianza y decidía expandirse, podía sentirla
como un ligero temblor en mis manos, como una presión en el tórax…,
una pátina de sudor frío en mi frente. De pronto, me pregunté si
estaba por llorar, sólo tuve la respuesta cuando una cuadra después,
quité una lágrima de mi barbilla.
Volví
a cruzar por la plaza, Horacio seguía sentado en el banco, levantó
una mano con urgencia en cuanto me vio pasar.
–¿Estás
bien? –preguntó con su voz ronca.
–¿Por
qué? –Mi
corazón se agitó–. ¿Me viste hoy?
–Estuviste
sentada cerca de la fuente… como una hora. Con los ojos vidriosos y
perdidos en la nada. Pensé que te habías fumado un porro viejo.
Cuando te fuiste, dejaste el teléfono en el banco.
Sacó
el aparato de adentro de su changuito. Le agradecí, y me senté
junto al changuito, pensando que apoyaba el culo en la plaza donde
había comenzado mi amnesia, y al fin entendí el motivo: Una llamada
perdida en el teléfono, un mensaje de voz.
Emma
había chocado en la carretera, su cuerpo estaba en la morgue de un
pueblucho. No había forma de culpar a la fatalidad, ni al destino,
no. Ella había salido a la ruta sin dormir. Intentaba llegar a
tiempo. Mi tiempo.
* Nació en Buenos Aires (Argentina) hace 55 años. Escribe
desde que pudo tomar un lápiz con la mano, pero
su trabajo (es Ingeniero en Sistemas) le
llevó por otros caminos. Nos cuenta que ahora
tiene el tiempo, las ideas (muchas) y la necesitad de
escribir; participar en concursos es justamente
comenzar a trazar su currículum literario,
y nosotros le animamos a seguir haciéndolo. Acaba de publicar
su primer libro de cuentos: Aplaudan al final (Grupo
Editorial Letras Negras, 2025). Finalista del V Concurso
Internacional “Litteratura” de Relato.

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