martes, 18 de noviembre de 2025

La hora perdida......Claudio Alfredo Hernández*

Finalista del V Concurso Internacional Litteratura de Relato  

Foto: www.freepik.es

Me quedé mirando a Copes perpleja, normalmente era un perro de no reclamar, miré el reloj: las 19:14. El reproche del beagle de Emma tenía un asidero, debí haber llegado a casa a las 18:18, como todos los días. Dejé que el perro volviera a ladrar. ¿Dónde había estado?... Recordaba haber salido del puesto en la feria a las seis. 

       Un tercer ladrido me activó, con algo de dificultad enganché la correa en el collar de Copes, que saltaba como una marioneta, a veces se parecía mucho a su dueña. La vuelta a la manzana solía tardar nueve minutos, pero Copes tenía grandes necesidades y tuve que apurarlo los últimos metros para no pasarnos de tiempo. 
       ¿Cómo puede perderse una hora? Es una hora de vida… a pesar de mi edad, la memoria inmediata suele funcionarme formidablemente. Ya en el departamento, busqué el teléfono para ver mi recorrido, una aplicación me almacenaba los pasos y los tiempos de caminata, pero no tenía el celular en el bolsillo. Sí tenía la billetera, el reloj, por supuesto, mi cadenita con la E de Emma. Pero no el celular…, tal vez me lo habían sacado del bolsillo sin que lo notara.
Me puse el gorro y salí, dispuesta a desandar el camino hasta la feria, era fácil porque seguía una rutina pasando por los relojes solares apostados en ciertas esquinas de la ciudad y que están perfectamente sincronizados. Me sentía nerviosa, desde ayer, cuando Emma me dijo que no iba a llegar a tiempo para acompañarme mañana al médico, anoche era el show…, y que no quería arriesgarse a manejar ocho horas estando tan cansada.
Debo explicar, Emma baila tango. Y si bien su razonamiento respecto al agotamiento físico era inapelable, el hecho de reformular en mi mente su horario era un esfuerzo que me costaba sobrellevar.
Primer reloj solar, mire la hora: Impecable. Horacio, el anciano cuidacoches que dormía en la plaza, estaba sentado con su botella de agua y su chango de compras desvencijado, pensé que iba a verme, pero no, igual levanté la mano para saludarlo, tal vez usted no lo entienda, pero es lo que hago, si paso por la plaza saludo a Horacio, desde hace años es así.
Sentía como si me hubieran robado, después de todo, el tiempo es un bien con pertenencia, es lo único que tenemos, desde nuestro primer minuto en este mundo hasta el último, somos dueños de nuestro tiempo como de ninguna otra cosa, y es un bien escaso, de ahí la importancia de darle un uso eficiente.
El tiempo no existe, dicen algunos: “Es solo una inferencia de nuestra mente, una creación humana para organizar la sucesión de hechos, causa y efecto”. Que prueben a llegar tarde dos días seguidos a su trabajo y verán cómo su jefe les enseña la existencia del tiempo.
Segundo reloj solar: Impecable. La caminata me llevó a la puerta del bar de Luisito.
¡Amiga! –así me recibía siempre.
Hola, Luisito. ¿Cómo estás? 
Se quedó mirándome unos segundos, desnudando mi alma con sus ojos, con la perspicacia de la gente que nos conoce demasiado bien.
¡Eh! Qué carucha… ¿Pasó algo?
Nada. ¿Me viste pasar hoy?
Claro, por enfrente, como siempre.
¿No hablamos entonces?
Luisito abrió los ojos con sorpresa.
No, no... Pasaste caminando por allá –Señaló hacia la calle–. ¿Qué te paso?
No sé, no me acuerdo, pero me robaron, creo, porque no tengo el celular, no recuerdo haber caminado a casa. Y no llegué a tiempo. Perdí una hora. 
Cruzamos miradas ante la gravedad de lo dicho, necesité repetirlo para que constara y quedó flotando mi frase en el ambiente:
Perdí una hora.
Estas muy estresada, seguro, Emma se fue…
Llega mañana a la tardecita. 
Claro, si tu hija no te va a dejar. Pero, bueno, lo que yo digo es que eso te estresa.
Lo que me estresa es que iba a llegar hoy pasada la medianoche, pero llega mañana a la tarde.
Agradecí a Luisito por la interconsulta y me fui pensando que a mi edad carecía de sentido comenzar terapia. Anochecía y el centro comenzaba a poblarse de personajes sombríos, una brisa fuerte cargada de polvillo de los árboles me obligó a entornar los ojos, doblé en la esquina (tercer reloj solar: Impecable), hasta detenerme frente a la feria.
Supuse que hasta ahí llegaba todo mi plan; inocentemente, esperaba que recorrer el camino inverso provocaría en mi mente un déjà vu, y esto revelaría qué pudo haber pasado en ese tiempo, pero no sentía nada, solo el maldito malestar que se escondía adentro de cada uno de mis órganos.
Regrese retomando por el mismo camino, ahora desorientada y triste, a medida que pasaban las calles, la sensación de angustia que anidaba en mi estómago tomaba confianza y decidía expandirse, podía sentirla como un ligero temblor en mis manos, como una presión en el tórax…, una pátina de sudor frío en mi frente. De pronto, me pregunté si estaba por llorar, sólo tuve la respuesta cuando una cuadra después, quité una lágrima de mi barbilla.
Volví a cruzar por la plaza, Horacio seguía sentado en el banco, levantó una mano con urgencia en cuanto me vio pasar.
¿Estás bien? –preguntó con su voz ronca.
¿Por qué? –Mi corazón se agitó–. ¿Me viste hoy?
Estuviste sentada cerca de la fuente… como una hora. Con los ojos vidriosos y perdidos en la nada. Pensé que te habías fumado un porro viejo. Cuando te fuiste, dejaste el teléfono en el banco.
Sacó el aparato de adentro de su changuito. Le agradecí, y me senté junto al changuito, pensando que apoyaba el culo en la plaza donde había comenzado mi amnesia, y al fin entendí el motivo: Una llamada perdida en el teléfono, un mensaje de voz.
Emma había chocado en la carretera, su cuerpo estaba en la morgue de un pueblucho. No había forma de culpar a la fatalidad, ni al destino, no. Ella había salido a la ruta sin dormir. Intentaba llegar a tiempo. Mi tiempo.


Nació en Buenos Aires (Argentina) hace 55 años. Escribe desde que pudo tomar un lápiz con la mano, pero su trabajo (es Ingeniero en Sistemas) le llevó por otros caminos. Nos cuenta que ahora tiene el tiempo, las ideas (muchas) y la necesitad de escribir; participar en concursos es justamente comenzar a trazar su currículum literario, y nosotros le animamos a seguir haciéndolo. Acaba de publicar su primer libro de cuentos: Aplaudan al final (Grupo Editorial Letras Negras, 2025). Finalista del V Concurso Internacional “Litteratura” de Relato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...