¡Feliz
Día Internacional de l@s Trabajador@s!
![]() |
Foto: Eduard Fernández en El 47, de Marcel Barrena |
Quienes
vivimos como críos y adolescentes una parte de aquellos años de
lucha en Nou Barris, podemos sentir en la película «El 47» algo
más que nostalgia: un espejo que nos devuelve el reflejo de las
calles, las batallas cotidianas y los valores que dieron sentido a
nuestras vidas. A finales de los setenta y principios de los ochenta,
descubrimos que la militancia eran cosas como pegar carteles, luchar
por zonas verdes para el barrio, exigir los semáforos o la cobertura de la Ronda de
Dalt. Era tomar el nuevo Instituto Sant Andreu como la Bastilla de
París, para dejar atrás los barracones, con la certeza de que la
educación era un derecho irrenunciable.
La
película me ha llevado a momentos donde todo estaba en construcción.
Viernes en el campo de la Montañesa, saltando la valla con los
amigos para jugar al fútbol desde las seis de la tarde hasta bien
entrada la noche. Medio metro de bocadillo en mano, risas y goles
imaginados, recuerdos que todavía hoy me hacen sonreír... He vuelto
a sentir en el paladar los morros fritos del local del Alzamora F.
C., cuando empecé a trabajar en un taller clandestino. Era economía
sumergida, sí, pero aquellos morros y el España-Honduras del
Mundial del 82 hicieron que todo pareciera más llevadero. Tiempos de
bocata de tortilla francesa poco hecha para desayunar en el bar de
mis padres, con El Mundo Deportivo desplegado, inmerso en las
crónicas de la época de Udo Lattek y Menotti.
Ahora,
al ver El 47, esos recuerdos vuelven con fuerza. Eduard
Fernández encarna a Manolo Vital, un conductor que desobedeció órdenes para secuestrar su autobús y demostrar que se podía llevar el transporte público hasta
Torre Baró, uno de los barrios más olvidados de la Barcelona de los
años setenta. Vital no era un héroe convencional ni un
político profesional; era un vecino comprometido, un militante de su
barrio que entendió que la dignidad no se pide, se ejerce. Y lo hizo
en una Barcelona que todavía luchaba por servicios básicos, por
agua, luz y escuelas.
Uno
de los mayores logros de El 47 es la integración de su banda
sonora como un elemento narrativo esencial que, junto con el uso de
imágenes reales de archivo entrelazándose con las secuencias
recreadas en un formato semi-documental, aporta autenticidad y
profundidad histórica. Estas transiciones, sumadas a una cuidada
caracterización física del entorno, transportan al espectador
directamente tanto al centro urbano como a los barrios periféricos
de una Barcelona marcada por la desigualdad. La fotografía refuerza
este realismo, mostrando tanto la crudeza como la resistencia de
quienes habitaban esos lugares.
Destaca
el buen trabajo de Clara Segura como Carme, la esposa de
Manolo Vital, interpretado por un Eduard Fernández
enorme. Zoe Bonafonte, en el papel de Joana, la hija de la
pareja, ofrece un contrapunto generacional, equilibrando dulzura y
firmeza en una actuación que complementa a la perfección a los
protagonistas.
La
película no sobresale por su capacidad para representar las tensiones
políticas y sociales del tardofranquismo. La trama, situada en 1978,
plantea de manera efectiva los conflictos y esperanzas de una
sociedad en plena transformación, eso es incuestionable. Pero se
podría argumentar que la visión de este periodo es demasiado
dulcificada, sin profundizar del todo en las tensiones políticas y
sociales que marcaron aquel momento. No obstante, hay que entender
que El 47 no pretende ser una película de Ken Loach;
su enfoque está más centrado en el individuo y su entorno inmediato
que en una radiografía exhaustiva del sistema.
La
fuerza de El 47 radica en su autenticidad, en cómo conecta
las luchas del pasado con los retos del presente. Hoy, en la misma
Barcelona, la vivienda es el nuevo frente. Los contratos de temporada
revientan precios, restan derechos y encubren alquileres turísticos
fraudulentos. Los barrios se vacían de vecinos para llenarse de
turistas, mientras la especulación convierte los hogares en
mercancías. Los Airbnb de hoy son los 47 del ayer.
La
película es mucho más que un homenaje a Manolo Vital. Es un
recordatorio urgente de que la militancia sigue siendo esencial.
Porque, en un mundo donde lo más básico se mercantiliza, El 47
nos inspira a luchar por la dignidad, empezando por nuestros barrios,
nuestras calles y nuestras acciones.
La
banda sonora es corta, pero tremendamente efectiva. Canciones
populares como "Los dos gallos" se contraponen a la
delicadeza de "Rossinyol, que vas a França", subrayando la
riqueza cultural y el mestizaje que define la identidad de la
película y un reflejo de las luchas sociales y del encuentro entre
distintas raíces, dignificando especialmente la cultura charnega en
el contexto barcelonés.
El
uso de la música alcanza su punto álgido en la emotiva escena
final, donde las notas de El rossinyol resuenan como un
canto de resistencia y esperanza. En contraste, los momentos de
tensión se acompañan de temas más terrenales como Los dos
gallos, subrayando la conexión entre lo colectivo y lo íntimo.
La banda sonora, en su conjunto, funciona como un vehículo emocional
que amplifica los momentos clave de la historia.
Otro
de los elementos destacados es el excelente trabajo de los extras,
que añade un gran nivel de realismo. Un ejemplo sobresaliente es la
escena en el comedor de las cocheras, cuando el jefe de los
conductores exige que se delate al responsable del daño en un
vehículo. La dirección de los extras en su lenguaje no verbal —como
los breves pero expresivos gestos a lo largo de toda la toma de un
conductor anónimo, sentado en la primera mesa, que se gira cuando el
jefe les empieza a hablar—, refuerzan la tensión y la autenticidad
de la escena.
Lo
mismo ocurre en la secuencia dramática del incendio, donde la
crudeza y el caos se plasman con una intensidad que atrapa al
espectador. Por otro lado, la escena final, cuando el autobús sube
hacia Torre Baró, adopta un enfoque más simbólico. Si bien carece
del realismo de otras secuencias y puede parecer más cercana al
videoclip de una romería, logra transmitir un mensaje de esperanza y
celebración colectiva que encaja con el espíritu de la película.
También
existen licencias y olvidos. La decisión de convertir a Joana en la
hija de Manolo Vital es un claro ejemplo. En realidad, Joana, que además colaboró en el desarrollo del filme, es su nieta, hija de su hijo Manuel Vital. Sin embargo, visto el resultado
dramático y artístico, esta licencia narrativa puede considerarse
un acierto.
Por
otro lado, la película opta por no reflejar la militancia sindical y
política de un Vital que parece actuar de manera individual, casi
fruto de un impulso espontáneo. En realidad, la acción de llevar el
autobús 47 a Torre Baró fue parte de un movimiento colectivo,
organizado y profundamente ideológico. Vital era, además de
un dirigente vecinal, militante del PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya) y de las todavía
clandestinas Comisiones Obreras (CC.OO.), aunque en la película no
se haga referencia explícita a ello.
En
cualquier caso, El 47 logra combinar con sensibilidad el drama
humano con el retrato social, construyendo una obra que trasciende el
homenaje a las luchas vecinales de los años setenta para dialogar
con las problemáticas actuales. Su capacidad para conectar pasado y
presente se transforma en un recordatorio poderoso de la importancia
de la acción colectiva frente a las desigualdades.
Aunque
su visión de la Transición puede parecer algo edulcorada, el filme
no pretende ser una simple denuncia política, ni mucho menos un
biopic riguroso. En esencia, es un reconocimiento emotivo a la fuerza
de la comunidad y a quienes, como Manolo Vital, entendieron
que la militancia, como decía Manuel Vázquez Montalbán, es
más importante que la afiliación.
Una
película
conmovedora
y
poderosa,
urgente y necesaria
que conecta la memoria colectiva con las luchas que todavía nos
quedan
por ganar.
* Reseña publicada en filmaffinity (https://www.filmaffinity.com/es/userratings.php?user_id=5745254),
y reescrita por el autor especialmente para Litteratura
No hay comentarios:
Publicar un comentario