Finalista del III Concurso Litteratura de Relato
Se apartó las ramas del rostro, arrancó los
pastos de raíz y salió de los tupidos arbustos en los que se encontraba. Se
dejó caer boca abajo sobre el raso césped y guardó silencio.
Foto: Guillermo del Toro, El laberinto del fauno |
Estaba descalza y con ropa de
cama. Tenía notables marcas y raspones en sus brazos y manos, y las plantas de
los pies magulladas. El sol ya había caído. La altura de las hierbas superaba
mucho la de ella, por lo que la falta de visibilidad le hizo perder la noción
del paso del tiempo.
Oyó que las hierbas se
agitaban. El grave sonido de las secas y resquebrajantes hojas restregándose
entre sí la precipitó. No la había perdido de vista. Continuaba acercándose.
Se incorporó y corrió hasta el
umbral trasero de la casa. Abrió la vidriada puerta corrediza y entró. La luz
del jardín estaba apagada, pero podía observar con claridad cómo se abría un
camino entre la maleza circundante, cómo el caminar de aquel ser empujaba las
hierbas con las que se topaba hacia ambos lados, y estas se arqueaban y
separaban formando un sendero artificial.
Trabó la ventana, corrió las
cortinas y se alejó. La pálida luz que emitía el velador de la sala le permitió
vislumbrar la aparición de una desdibujada sombra a través de la ventana; una
sombra cuyo tamaño comenzó a variar progresivamente, una sombra cuya nitidez y
composición comenzó a afinarse cada vez mas.
Abandonó la sala y subió las
escaleras trastabillando, sosteniéndose con ambas manos de la barandilla. Cruzó
el pasillo y se encerró en la primera habitación, junto a la cual había un
cuadro con la leyenda “Oficina”. Apoyó la espalda sobre la puerta y oyó cómo se
intentaba forzar el ventanal de vidrio por el que ella había entrado. En medio
de un absoluto silencio y una total oscuridad, predijo en base a los sonidos el
proceder de quien la perseguía. Ante al fracaso por no poder irrumpir en la
vivienda a través de la puerta trasera, el extraño ser caminó por el fondo
hasta uno de los laterales y rodeó la casa hasta llegar a la entrada principal.
Allí le bastó simplemente con accionar el picaporte, pues el cerrojo no estaba
colocado. El perseguidor estaba ahora dentro de la casa. Caminó por la sala
hasta llegar al pie de la escalera, donde comenzó a ascender escalón por
escalón.
Los resonantes y consecutivos
pasos la desesperaron. Los pies del extraño chocaban contra los peldaños de
madera, haciendo rechinar toda la escalera. Palpó la puerta y su ansiedad
aumentó al darse cuenta de que no estaba la llave colocada.
El sonido del retumbe cambió
de repente: ahora era más grave y embotado; el intruso ya se encontraba en el
piso superior recorriendo el pasillo.
Se tapó la boca con ambas
manos. El ser continuó caminando hasta detenerse justo frente a la puerta de la
oficina. Lo sintió tocar la pared con la mano. Casi que lo podía oír respirar.
La luz del pasillo se encendió. El haz se coló por la apertura de la llave y la
rendija inferior de la puerta. Bajó la mirada y pudo ver la sombra de los pies
de su perseguidor.
En cuanto las manos del
extraño rozaron el picaporte, se arrastró por el alfombrado suelo y se ocultó
detrás del pupitre. Se sentó, llevó las rodillas al pecho y se abrazó a sus
piernas.
La puerta se abrió. El intruso
entró y caminó hasta uno de los costados del escritorio. Allí permaneció de pie
unos segundos, sin emitir sonido.
No quería observar con
detenimiento. Sentía miedo. Prefería desconocer el aspecto del extraño que
tenerlo frente a frente y horrorizarse. No parecía humano. Su sombra lo
delataba. Si bien toda silueta a contraluz es amorfa y extraña, aquella era más
amorfa y extraña aún; y de dimensiones descomunales, y de extremidades y
miembros superlativos.
La luz que entraba en la
habitación evidenciaba que la puerta permanecía abierta. No podría permanecer
allí mucho tiempo más. Las reducidas dimensiones del lugar limitaban la
cantidad de escondites, y la casi total falta de muebles hacía obvia la guarida
elegida.
En cuanto el intruso dio un
paso al frente, salió del hueco del escritorio de un salto, corrió hasta la
puerta sin mirar atrás y la cerró. Oyó un correteo pesado en el interior y
rápidamente se desplazó con apuro por el pasillo hasta el cuarto ubicado al
fondo del corredor.
Ingresó y cerró la puerta.
Aquella tampoco tenía llave. Se arrodilló y en cuanto giró la cabeza al
interior de la habitación, divisó una cama, muebles y una ventana con sus
correspondientes cortinas flameando al viento. Agudizó la vista y distinguió al
menos tres o cuatro siluetas corpóreas diseminadas por el lugar: eran cuerpos
humanos, todos recostados en el suelo y adoptando diversas posturas. Se
horrorizó y tuvo que contenerse enormemente para no gritar.
La puerta de la oficina se
abrió y cerró al instante con ímpetu. El ser corrió con rapidez por el pasillo
y sujetó con fuerza el picaporte.
Con desesperación, se apartó
de la puerta y cayó hacia atrás, rozando uno de los cuerpos. Giró y con el
pecho al ras del suelo, comenzó a arrastrarse en dirección a la ventana.
La puerta se abrió de golpe y
el picaporte se estrelló contra la pared lateral. Una pesada mano le sujetó el
hombro y la volteó. Gritó.
La luz se encendió de repente.
―Suficiente por hoy, niña.
Ordena este desastre y alístate para la cena ―le dijo incisiva la mujer a su
hija, que se encontraba recostada en el suelo boca arriba, sobre una montaña de
osos y muñecas, riendo a carcajadas.
Paola Andrea Rinetti |
* Nació en
Necochea (provincia de Buenos Aires, Argentina) en 1987. Es Realizadora
Integral en Artes Audiovisuales, productora, guionista, escritora, correctora y
redactora. Además de haber obtenido hasta la fecha numerosas menciones, publicaciones y premios en diversos concursos literarios a nivel nacional e
internacional, en 2013 publica su primer libro de relatos breves, titulado Cenital y otros cuentos (Editorial Dunken). Actualmente, está trabajando en la escritura de
guiones y se halla próxima a publicar un segundo libro de historias breves, alguna
de las cuales espera adaptar para llevarlas a la pantalla como cortometrajes. Finalista del III Concurso Litteratura de Relato.
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